Capítulo 29

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Raven

Viernes 7 de agosto, 2020

El avión privado de la familia Grimaldi empieza a aterrizar en Hawái.

Las turbulencias durante todo el viaje me tuvieron peor que cuando te dan una patada en el estómago. Quise vomitar, pero tenía a la madre de Alexis echándome el ojo cada dos segundos, así que opté por quedarme viendo la ventana del avión y tragarme el vómito si es que subía por mi garganta nuevamente.

Es la primera vez que vengo a Kauai, por lo que mi asombro es inmenso al notar lo bella que se ve la isla desde los aires.

El hotel que reservó Alexis da la impresión de estar en el paraíso: tiene piscinas y estanques por doquier y, además, la vista da directamente a la playa. Me encuentro totalmente rodeado de palmeras y naturaleza; esto es lo que necesito luego de correr un monoplaza a más de 300km por hora cada fin de semana.

—¿Te gusta? —pregunta Alexis apareciendo detrás de mí y apoyando su mentón en mi hombro.

—Te luciste —me doy la vuelta para agarrarle sus mejillas—. Y sólo sé que estas vacaciones a tu lado serán geniales.

Alexis sonríe y le doy un pequeño beso en la punta de su nariz.

El resto del día lo utilizamos para descansar, por lo que a la noche nos espera una cena junto a todos.

—Linda camisa —alaga Ezra cuando me ve.

—Me contagiaron el buen gusto —comento divertido.

Ezra se ha encargado de que mi gusto por la ropa Valentino crezca, ya que él es uno de los embajadores de la marca, por lo que si un piloto de Fórmula 1 la viste, aumentará las ventas. Según él.

—¿Mamá dónde está? —le pregunta Alexis a su padre cuando tomamos asiento en la mesa.

—Está teniendo un inconveniente —frunce el ceño a su celular—. Y, de hecho, requiere de mí. Ya vuelvo.

Ezra se levanta de la silla y se retira. Alexis me agarra mis mejillas con su mano para que la mire.

—Ya vuelvo yo también. Si viene el mozo que nos espere.

Asiento.

Diez minutos y nadie vuelve. Si siguen tardando comeré yo solo.

Unas manos tapan mis ojos y sonrío sabiendo de quién se trata. O eso creí...

—Este outfit te sienta de lujo —una voz susurra en mi oído, y enseguida corro sus manos de mi cara con un gesto de desagrado.

Prudence.

Ya me está empezando a cansar esta mujer.

Hago caso omiso a sus palabras, y esperamos en silencio hasta que llegan las dos personas restantes.

—Te estuve buscando por casi la mitad del hotel, ¿dónde estabas? —inquiere Ezra, y su mujer sólo se encoge de hombros.

Ni loco voy a dejar que este matrimonio disfuncional me arruine la armonía de mis vacaciones.

***

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora