Capítulo 08:
Lágrimas de un juego.Eso es lo que pasa con los amoríos ilicitos, nacen de una sola mirada
Pero mueren, y mueren, y mueren, un millón de pequeñas veces
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El frío antinatural que transpiraba su cama no le permitía dormir, arrebatándole el descanso que por incontables noches deseó poder conseguir. A ese punto de la semana, Miranda Lee lucía demasiado cansada para verse a duras penas bien. Se mantenía despierta a base de café y bebidas energéticas que no le costaban mucho en tiendas de conveniencia, sabía que aquello le pasaría factura, y pronto tuvo la razón al notar cómo sus manos comenzaron a temblar involuntariamente al estar tan débil.
Su cabeza estaba tan atestada de pensamientos que, al final del día, el cerebro sólo trabajaba en automático. Únicamente servía para estudiar, sus exámenes finales se acercaban, y no podía fallar antes de comenzar su tesis y así conseguir su título universitario. Sus estudios siempre habían sido una buena excusa para disociar de la realidad que la comenzaba a comer viva, hizo aquello mismo años atrás, y el aplicarlo en la actualidad le recordaba lo extraviada que se encontraba.
No tenía tiempo para cumplir sus turnos en el trabajo, pero terminaba haciéndolo, porque debía comer aunque el apetito le faltase. Había abandonado indefinidamente The Soft Leather Club, quizás, para siempre; le asqueaba el recordar lo afligida que estuvo Choi Leah la noche que la sustituyó en el Gran Salón, deseaba poder borrar de su mente la imagen asustada de su amiga, a punto de tener un colapso nervioso. Por ello, tan sólo se permitía asistir a sus turnos en el Bistró, a pesar que eso no la hiciese comer bien. Sin embargo, existía algo desconocido que la ataba a aquél lugar.
Era viernes por la mañana y la última neurona funcional de la rubia estaba a un punto agonizante. Su cerebro se freía con el pasar de los minutos, intentado ser reanimado con la segunda bebida energética que Miranda tomaba en lo que iba de hora. Sus compañeros le miraban curiosos-más de lo usual-, perdiendo la concentración de la clase que ya iba por la mitad. Hacía caso omiso, sumida en sus anotaciones que escribía por inercia, a pesar que si quiera podía mantener la atención en algo, no perdía la buena costumbre de ser responsable en sus clases.
-Miranda Lee. -La voz conocida le llamó a la distancia, haciendo un eco en su cabeza hueca, trayéndola a tierra con un solo parpadeo.
Escaleras abajo, John Suh le veía con un semblante rebosante en preocupación. Su entrecejo finamente fruncido, sus labios rosados dándole una mueca en negación, y terminando con los brazos cruzados, notándose claramente confundido. Ella que le veía bastante errante, le costó un par de minutos enfocar los ojos con sus lentillas de contacto para tomar en cuenta que el auditorio se hallaba casi vacío. La indiferencia la desconectaba de la realidad, y bajando de a uno los escalones de madera del lugar, Miranda llegó a donde su profesor la esperaba con un brillante 100 escrito en tinta roja sobre el informe que le extendía.
-Aún me sorprende que logres una calificación así mientras luces tan mal. -Sonaba desconcertado, paseando sus largos dedos a través de su sedoso cabello con evidente impaciencia.
-Pensé que las calificaciones tenían que ver más con el cerebro, que con la apariencia -No supo cómo logró bromear, pero lo consiguió. Sin embargo, John si quiera tuvo un atisbo de sonrisa-. No lo podrá ver, Sr. Suh. Pero en verdad soy una chica inteligente. -Ironizando, tomó el papel que le tendía y estuvo lista para irse de la clase.
Pero sus planes nunca salían exactamente como los imaginaba, y siendo más predecible de lo que esperaba, John Suh detuvo su salida aclarando su garganta. Era claro, Miranda y él tenían cosas de qué hablar, no obstante, ella no tenía la cabeza para conectar si quiera las palabras que le diría; así que le permitió detenerla, después de todo, no le entendería.
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𝐑𝐢𝐜𝐡 𝐆𝐢𝐫𝐥𝐬 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐂𝐫𝐲 [NCT REVERSE HAREM]
Фанфик« Oh, pobre niña rica... ¿O debería decir, pobre niña pobre? » El lugar de una mujer de alta sociedad estaba más que claro: tras las espaldas de un hombre. Miranda Lee no fue hecha para ir detrás de nadie, y le demostraría a cualquiera lo contrario...