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Capítulo 11, Parte I:
Lágrimas temerosas.

Y me voy a casa sonrojada.

Siempre me preguntaré si sabías que

estaba encantada de conocerte.

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Era una pasada del destino. Debía serlo, o puede que ese día olvidó ajustar bien sus lentillas de contacto. Sin evitarlo, parpadeó sus almendrados ojos en busca de ajustar su vista, segura que aquella completa visión angelical del chico de rostro bonito era arte pura de su imaginación fantaseosa. Y aunque cerró sus ojos como una maniaca, una vez tras otra luciendo torpe y dramática frente al muchacho de cabellos castaños, este no se desvaneció cuando sus párpados volvieron a abrirse, dándole una visión más clara de su atractiva figura.

Él conservaba su rostro dulce, tal y como lo recordaba de la noche que compartieron juntos en el apartado en el Gran Salón. Sin embargo, sus labios levemente fruncidos desentonaban en su aura liviana, demostrando lo descolocado que también le hacía sentir su presencia en ese instante. Kim Jihan que fue absorta por el silencio incómodo de ambos, apretó el brazo de su hermano mayor, para recibir su atención perdida única y exclusivamente en Miranda, a quien observaba con un recelo que le hizo estremecer con pesar.

¿Qué demonios estaba ocurriendo?

-¿No le estrecharás la mano, oppa? -La menor se vio enojada, buscando un problema en donde no lo había.

Miranda ante la incomodidad agobiante, adelantó sus pasos y le dio una corta reverencia en saludo al chico mayor, sonriéndole con un gesto que siquiera alcanzó sus ojos. El chico de rostro fino le correspondió con un vago asentimiento de cabeza, claramente perplejo al encontrarla ahí, con su hermanita menor. No le culpaba en lo absoluto, quizás aquello lugar era el último dónde él figuraría tropezarla después de su agitada noche juntos.

-Iré a la cocina, Jihan-ah -Avisó-. Cubriré tu puesto para que puedas hablar con tu oppa mientras atiendes el mostrador.

Sin sorprenderse, se dejó abrazar por la alta chica en agradecimiento, y al recibir el gesto, conectó su mirada por sobre el hombro de la chica para dar justo con los ojos castaños de Jungwoo. Algo oscuro residía en ellos, rechazo, eso era. En cuanto sus orbes se conectaban con los de ella en un tácito aviso de alguna cosa mezclada con repulsión pura, Miranda entendió la contradicción que lo invadía. Ninguno esperaba hallarse en un lugar como ese, quería no culparle por la sorpresa, pero le fue imposible cuando su corazón se hundió con una repentina decepción que no esperaba que la atacara al ser percibida de una forma negativa por parte del chico.

Se escabuyó unos segundos al cuartito de baño, respirando dos bocanadas de aire, sopesando lo mal que comenzaba a sentirse por la simple mirada de un casi desconocido. Porque eso era Kim Jungwoo, un ajeno a su vida. No debería inmutarla el hecho que sus ojos delataran algo similar al miedo, como si ella fuese portadora de una enfermedad contagiosa... O mucho peor, como si ella se hubiese convertido en lo que todos los que visitaban ese condenado club consideraban que era: una prostituta.

El pensamiento negativo la persiguió la tarde entera, atormentándola al punto de disociarse en sus pensamientos que eran crueles con ella. Le aterrorizaba ser percibida de esa manera, como una trabajadora sexual. Lo cual era un tanto contradictorio, porque Miranda se negaba a creer que las mujeres que se dedican a ese tipo de labor fuesen algún tipo de paria. Pero eso le había enseñado la cerrada sociedad, a rechazar todo tipo de autonomía proveniente de una mujer y eso le enfermaba incluso de sí misma.

𝐑𝐢𝐜𝐡 𝐆𝐢𝐫𝐥𝐬 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐂𝐫𝐲 [NCT REVERSE HAREM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora