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Capítulo 29:
Lágrimas de Kim Jungwoo.

Lo sabía, lo esperaba...

Que tu mundo y el mío fueran diferentes.

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La vida aparentemente normal de Kim Jungwoo, había dado un giro vertiginoso luego que su mirada chocó de forma casi profética con un par de ojos castaños que ahora le hechizaban la mente. Desde la noche que le salvó de haber sido drogado y obligado por sus superiores de trabajo a entrar en aquél exclusivo bar de anfitrionas, él jamás pudo sacársela de la cabeza.

Sabía quién era. Lo supo desde el instante que su rostro estuvo a centímetros del suyo. Sus facciones delicadas, las pequeñas y sutiles pecas manchando sus grandes pómulos y por supuesto, sus labios... Con una forma hermosamente acorazonada que podrían matarte con una sola articulación de palabra malintencionada.

La primera vez que tuvo consciencia de que su padre trabajaba para una familia tan importante como los Lee, fue a los doce años. Iba a una escuela regular, teniendo calificaciones inigualables—que le hacían destacar de sus brillantes compañeros—sin embargo, Jungwoo era un chico bastante normal. Hasta una tarde de verano que su padre cruzó el umbral de su modesto departamento, empapado por las violentas gotas de lluvia de la temporada de monzón, anunciando que, se mudarían a Gangnam gracias a su ascenso laboral.

Kim Seojun le había dado al grupo Gunlim sus mejores años. Años llenos de ojeras negruzcas, ceños fruncidos, horas sin dormir y cumpleaños sin celebrar. Era un buen padre, dedicado a sus hijos recién huérfanos, pero que al final de cuentas, empleaba demasiado tiempo a una corporación gigante que no lo valoraba lo suficientemente. Su hermana era muy pequeña para la primera y última vez que a Jungwoo le permitieron acompañar a su padre al trabajo.

Recuerda vívidamente el sorprendente rascacielos a los pies de sus zapatitos deportivos recién comprados. Aquél lugar se veía atemorizante por su tamaño, sin embargo, el fuerte apretón de su padre entrelazando sus manos junto con su sonrisa cegadora fue suficiente consuelo para darle ánimos a entrar al hall inmenso de la empresa. Tomaba la mano de su padre como un salvavidas. Siempre había sido un niño introvertido y callado, pero el estar con el hombre le calmaba.

—Sabes que no podremos estar juntos el día entero, ¿verdad? —Le habló en tono dulce, muy bajo.

A su alrededor, tanto mujeres como hombres hacían aparición con niños menores o mayores que él. Su padre le había explicado que un día al año, el grupo corporativo para el que trabajaba le daba un trato especial a los hijos de sus empleados. Jungwoo no estaba muy de acuerdo de ir, preferiría haber asistido a la escuela para aprender a sustraer la raíz cuadrada, sin embargo, sabía que era algo importante para su padre con lo que se tenía que cumplir.

—¿A las seis volveremos a casa? —Preguntó con un ligero temblor en su voz.

—A las seis en punto, lo prometo. —Dándole el meñique a su hijo para hacer un pacto, ambos unieron sus dedos en una sencilla promesa que esperaba que pudieran cumplir.

Caminaron juntos hacia los elevadores, y en el momento que esperaron cruzar los registros de seguridad, una voz femenina se abrió paso a sus espaldas entre todo el bullicio a su alrededor.

—Secretario Kim —Notó cómo el brazo de su padre que lo sostenía se volvía tirante, haciéndolo detener sus pasos en cuanto reconoció con rapidez la voz—. Secretario Kim. —Su padre tornó sus pies para enfrentar a la persona, y Jungwoo se volvió aún más retraído entre sus pensamientos agudos.

𝐑𝐢𝐜𝐡 𝐆𝐢𝐫𝐥𝐬 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐂𝐫𝐲 [NCT REVERSE HAREM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora