Capitulo 13: Porque eres nuestra amiga.

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Ella se congeló.

Su cuerpo se puso rígido como si estuviera bajo la influencia de un hechizo aturdidor, pero su mente daba vueltas tan rápido que se sintió mareada y con náuseas.

¿Dónde estaba?

Hermione cerró los ojos y respiró profundamente por la nariz, controlando la respiración y luchando contra el pánico que amenazaba con apoderarse de ella. Había aprendido a reconocer los signos de un ataque de pánico inminente y cómo contrarrestarlo a lo largo del tiempo, pero todavía no sabía detenerlo.

No había posibilidad de que pudiera dormir por eso.

¿Qué iba a hacer ella ahora?

Los recuerdos eran demasiado vívidos, como si lo estuviera experimentando todo de nuevo en persona. Como si estuviera de vuelta en el suelo del salón de Malfoy Manor, una bruja de dieciocho años incapaz de hacer otra cosa que llorar y gritar de agonía.

Estaba indefensa, rota, llena de cicatrices. Y todo volvía para romperla una vez más.

Hermione quería que terminara. La tortura, las preguntas, las burlas. Su vida. ¿Por qué no terminaba?

Su garganta ardía por sus gritos, sus ojos picaban por las lágrimas, sus oídos zumbaban por el ruido y su brazo se sentía como si hubiera sido rociado con ácido.

—¡No sé! ¡No lo sé! —gritó. —¡Juro que no la tenemos! ¡Por favor! ¡Para, por favor!

Y cuando sintió que una mano le rodeaba el hombro y otra le tocaba la cara, se dio cuenta... No era un sueño. Era real.

Sus ojos se abrieron de golpe, luchando por ver a través de las lágrimas que nublaban su visión. Sus gritos quedaron atrapados en su garganta y luchó por respirar.

Fue su voz lo que la ayudó, la engatusó.

—Hermione. Respira por mí. Adentro y afuera. Sé que puedes hacerlo. —era una voz familiar, masculina y todavía infantil. 

—Adentro y afuera. Eso es todo, no te detengas. —otra voz dijo, en un tono similar a la primera.

De alguna manera, Hermione supo que las voces, a pesar de ser iguales, no eran de la misma persona.

Eran dos personas junto a ella, ayudándola.

Y cada vez era más fácil. Ya no jadeaba por aire y su pecho no se contraía dolorosamente como hace unos minutos.

Ella podía respirar y su visión se estaba aclarando, y era... George.

Él estaba con ella, sus ojos muy abiertos por el pánico y el horror, pero eran unos ojos familiares y reconfortantes y ella se aferró a eso.

—Bien. —exhaló aliviado, al ver que ella parecía haberse despertado y calmado. —Ya paso, tranquila. —murmuró, acariciando su espalda en círculos reconfortantes. —Todo esta bien ahora.

Tan suave como era, George se las arregló para calmarla. Su tacto reconfortante, dulce como él mismo y también cálido.

Hermione hipo, abrazándose al niño de trece años. Su rostro escondiéndose en su cuello, mientras lloraba.

—¿Qué diablos pasó? —exigió, otra voz. Hermione lo reconoció como Fred. —Te dejamos sola por unos minutos y... Mierda. —él niño revolvió sus cabellos.

La mano de George se movió de su espalda a su cabeza y temblorosamente rastrilló su cabello.

Hermione miró a Fred, con los ojos llenos de lágrimas. Él chico parecía asustado y preocupado, y también furioso. ¿Por qué estaba enojado Fred?

La esmeralda de la bruja |Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora