Capitulo 17: Lo que tiene que pasar pasará.

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Estaba viajando en el tren cuando Hermione lo recordó.

El diario de Tom Riddle, ella necesitaba conseguirlo antes de que ingresaran a su segundo año. Así Ginny podría tener un primer año adecuado y Harry, Ron y el resto de Hogwarts no estarían en peligro por culpa de un basilisco.

Por otra parte, ella tenía que entrar a la cámara de los secretos y matar al basilisco para conseguir sus colmillos. Era eso o conseguir veneno de basilisco de alguna manera. Hermione decidió que enviaría una carta a Russel apenas llegara Hogwarts para comentarle sobre su nuevo plan y sobre lo importante que era el veneno de basilisco en ese momento.

Para cuando Hermione llegó a Hogwarts, fue atacada por un par de borrones rojos que la rodearon en un abrazo y la hicieron girar un par de veces antes de liberarla. La niña no supo a que se debió aquella efusiva muestra de afecto por parte de los gemelos, pero no dijo nada. Ella solo río y les devolvió el abrazo, luego ella agradeció a Lee por las plumas de azúcar, para posteriormente y en cuanto vio a los niños, correr hacía Harry y Ron, abrazando al primero con fuerza (y siendo abrazada de vuelta) y luego saludando alegremente a Ron, quien tambien la abrazó agradeciendo las golosinas. Hermione se sonrojó, pero no omitió algo más que una risa.

Extrañamente para Hermione, luego de eso Ronald fue víctima de algunas bromas por parte de los gemelos durante días.

Por su parte, Harry y Ron ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Harry estaba seguro de haber leído el nombre en algún lado. Y cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos, aunque Hermione —para molestia de los niños— se la pasaba leyendo de todo menos información importante para su investigación.

Harry tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también. Wood los hacía trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en un fanático (haciendo a Hermione reír por las palabras usadas por los pelirrojos), pero Harry estaba de acuerdo con Wood. Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años. Además de que deseaba ganar, Harry descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansado por el ejercicio.

Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Wood les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

—¡Deja de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!

George Weasley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.

—¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.

El resto del equipo se acercó a George para quejarse.

—No es culpa mía —dijo Wood—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.

Todo aquello estaba muy bien, pensó Harry, pero él tenía otra razón para no querer estar cerca de Snape mientras jugaba a quidditch.

Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero Harry se dirigió directamente a la sala común de Gryffindor, donde encontró a Ron y Hermione jugando al ajedrez. El ajedrez era la única cosa a la que Hermione había perdido, algo que Harry y Ron consideraban muy beneficioso para ella.

La esmeralda de la bruja |Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora