Capitulo 20: El cuervo, el perro y el dragón

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Cuando al final de las clases sonó la campana del castillo, Harry, Ron y Hermione dejaron sus trasplantadores y corrieron por el parque hasta el borde del bosque donde Hagrid los recibió, excitado y radiante.

—Ya casi está fuera —dijo cuando entraron.

El huevo estaba sobre la mesa. Tenía grietas en la cáscara. Algo se movía en el interior y un curioso ruido salía de allí.

Todos acercaron las sillas a la mesa y esperaron, respirando con agitación. De pronto se oyó un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en la mesa. Era la segunda vez que lo veía nacer y Hermione todavía no podía encontrar su belleza, para ella, ese dragón seguía siendo feo. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su cuerpo flacucho. Tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones.

Estornudó. Volaron unas chispas.

Hermione ladeó la cabeza, todavía tratando de buscar la belleza del dragón.

—¿No es precioso? —murmuró Hagrid. Alargó una mano para acariciar la cabeza del dragón. Éste le dio un mordisco en los dedos, enseñando unos colmillos puntiagudos.

—¡Bendito sea! Mira, conoce a su mamá —dijo Hagrid.

—Hagrid —Hermione lo llamó— ¿Sabes que los ridgebacks noruegos no tardan demasiado en crecer, no?

Hagrid iba a contestarle, cuando de golpe su rostro palideció. Se puso de pie de un salto y corrió hacia la ventana.

—¿Qué sucede?

—Alguien estaba mirando por una rendija de la cortina... Era un chico... Va corriendo hacia el colegio.

Harry fue hasta la puerta y miró. Incluso a distancia, era inconfundible:

Malfoy había visto el dragón.

Hermione ni siquiera se preocupó.

—Yo hablaré con él. —dijo.

Y ella lo hizo. Él niño se había enojado primero porque él también quería ver al dragón y después había aceptado mantener los labios cerrados, pero con la condición de que Hermione tenía que mostrárselo para que lo viera aunque sea una vez. ¡Era su sueño ver un dragón de verdad! ¿Por qué su amiga no lo ayudaría? Y ante el razonamiento del niño y su mirada suplicante, Hermione había aceptado.

La cara llena de felicidad de Draco mirando al dragón no se borraría jamás de la mente de Hermione.

En la semana siguiente, algo en la sonrisa burlona de Malfoy ponía nerviosos a Harry y Ron, quienes estaban convencidos de que diría algo a pesar de que Hermione les había asegurado que no era así.

Los tres—o cuatro, cuando Draco se unía para mirar al dragón con fascinación—pasaban la mayor parte de su tiempo libre en la oscura cabaña de Hagrid, tratando de hacerlo entrar en razón.

—Déjalo ir. —lo instaba Harry. —Déjalo en libertad.

—No puedo. —decía Hagrid. —Es demasiado pequeño. Se morirá.

Miraron el dragón. Había triplicado su tamaño en sólo una semana. Ya le salía humo de las narices. Hagrid no cumplía con sus deberes de guardabosques porque el dragón ocupaba todo su tiempo. Había botellas vacías de brandy y plumas de pollo por todo el suelo.

—He decidido llamarlo Norberto —dijo Hagrid, mirando al dragón con ojos húmedos—. Ya me reconoce, mirad. ¡Norberto! ¡Norberto! ¿Dónde está mamá?

—¿Te das cuenta de que eres un hombre, no? —Draco dijo, negando. —No puedes ser su mamá.

—Hagrid ha perdido el juicio. —murmuró Ron a Harry.

La esmeralda de la bruja |Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora