La navidad se olía en el aire, se sentía en las calles y Sirius Black estaba contento por eso.
Hace dos días un hombre con un aroma familiar había aparecido en Azkaban con la excusa de visitar al infame Sirius Black, pero todo lo que encontró fue un perro. Él hombre, rompió los barrotes de la celda con magia no verbal y lanzó un hechizo aturdidor a Sirius para posteriormente meterlo rápidamente dentro de una maleta que parecía tener una habitación completa dentro. Posteriormente, y cuando nadie notó sus acciones él hombre salió y lanzó un hechizo de reparación, para luego alertar a los aurores que Sirius Black había escapado.
Le creyeron y ni siquiera sospecharon de él.
Sirius ni siquiera sabía cómo o porque él hombre había hecho eso. Pero se lo agradecía.
Cuando él despertó seguía en la maleta y le habían colocado con collar para perros en el cuello que era imposible de quitar, y que, al parecer no le permitía salir de su forma de animago pero si mantener su cordura. Él hombre también se había asegurado de alimentarlo con comida deliciosa y de buena calidad.
«—No me agradas, pero no te matare de hambre. —había dicho él hombre. —La pequeña bruja me mataría si lo hiciera.»
Aparentemente él hombre, que Sirius descubrió que se llamaba Russell Shafiq, lo obligaría a usar su forma animaga y además, lo regalaría a una niña como mascota. Y Sirius se preguntó, ¿Quién carajos estaba tan loco como para regalar a un ser humano transformado en perro como mascota a una niña?
Él podría lastimarla y huir fácilmente, pensó. Pero él no era ese tipo de hombre, así que no lo haría.
Mientras se movía por las calles de Londres Muggle con una correa en el cuello y sintiéndose humillado, Sirius se permitió disfrutar del paseo.
Russell le había lanzado un hechizo de limpieza porque él no iba a bañarlo, y aunque Sirius estaba agradecido, él extrañaba la sensación del agua tocando su piel y limpiándola.
Pronto se detuvieron frente a una pareja de muggles. Sirius se tensó alerta, ¿Qué haría Russell con ellos?
—Buenos días, Helen, Richard. —los saludó. —¿Ansiosos por ver a la pequeña Hermione?
—¡Russell, querido! —la mujer, Helen, dijo con alegría, acercándose y dando un beso en la mejilla a Russell. —Es un gusto verte.
Richard asintió en dirección al hombre con cortesía.
—Por supuesto, extrañamos a nuestra pequeña niña. —la mujer continuó hablando. —Estoy ansiosa por saber sobre sus días escolares.
—¿Y ese perro? —él hombre, Richard, preguntó apuntando a Sirius. El perro era enorme, no como un perro normal y atraía fácilmente las miradas por su tamaño.
—Es un Grim. —Russell respondió con su tono educado de Sangre Pura que Sirius odiaba. —Un regalo para mí ahijada, es un familiar y esta destinado a proteger a Hermione de cualquier cosa.
Sirius sintió aquello como una orden hacía él. ¿Así que por eso estaba allí?¿Para proteger a una niña? ¿Quién en su sano juicio ponía a un prisionero de Azkaban como protector de una niña?
—Oh, Russell, no te hubieras molestado. —Helen dijo, pero sonreía.
Russell negó. —Soy un hombre importante en mi mundo y Hermione es ahora mi ahijada, mi deber como padrino es protegerla y este perro puede hacerlo. Además, sé que a ella le gustará, es un perro inteligente y por lo que ustedes me han dicho, ella ama la inteligencia.
Habían comenzado a caminar y Sirius escuchó todo lo que pudo. Pronto, cruzaron el portal mágico al anden 9¾ y vieron a padres a la espera de sus hijos y a niños correr de un lado a otro. El tren llegó minutos después y los ojos de Sirius brillaron con nostalgia, recordando su tiempo allí.
—¡Allí esta Hermione! —Helen dijo.
Y Sirius comenzó a buscar quien era la niña hasta que la vio acercándose.
Era pequeña y delgada, tenía un cabello castaño enmarañado y salvaje, y unas paletas como las de un conejo. Era una niña linda, bastante adorable y le recordaba un poco a su amigo Remus, pero no sabía porque. Quizás era la forma en la que miraba a los demás, observándolos en silencio y analizando todo antes de hacer algo. O tal vez era por el libro en su manos, Remus solía caminar con un libro en sus manos antes.
La niña levantó la mirada de su libro enfocándose en él, primero miró a sus padres, luego a Russell y finalmente lo miró a él. Ella pareció sorprendida, luego feliz y corrió hacía ellos.
La niña saltó sobre sus padres, abrazándolos con fuerza. Posteriormente, sus ojos inteligentes miraron a Russell.
—Hermione, dejame presentarte a Russell Shafiq. —Helen dijo. —Tú padrino.
La niña miró al hombre con una sonrisa.
—Es un gusto, señor. —ella dijo educadamente. —Soy Hermione Granger.
—Es un placer. —Russell parecía divertido y Sirius no comprendió por qué. —Te traje esto como obsequio. Una cosa difícil, debo decir, pero es agradable si sabes como domarlo.
Hermione tomó la correa de Sirius y se acercó a él. Sus ojos marrones lo miraron y su mano subió lentamente hasta su cabeza, donde comenzó a acariciar.
Una sensación cálida lleno a Sirius, su magia reaccionando a la de la niña como si esta fuera una vieja amiga con la que acaba de reencontrarse.
—Pobrecito. —ella murmuró. —Estas muy flaco y descuidado, Snuffles.
—¿Snuffles? —Russell cuestionó.
—Ese es su nombre. —ella dijo tercamente.
La cola de Sirius comenzó a moverse animadamente mientras miraba a la niña.
Algo le decía que las cosas comenzarían a mejorar para él.
[...]
Hermione miró a Sirius con ojos trites. Incluso en su forma animaga él hombre parecía descuidado y como si hubiera pasado bastante tiempo en Azkaban.
Hermione decidió entonces que alimentaría y cuidaría de Sirius hasta que fuera el momento de dejarlo vagar libremente como Lord Black, por supuesto, eso sería cuando ella y él señor R limpiaran su nombre. Sirius no merecía vivir como si fuese un asesino cuando era completamente inocente de ello.
La niña suspiró mirando al perro echado en el suelo cerca de la chimenea. Tenía sus ojos cerrados y parecía dormido, no era como el Sirius habitual.
Hermione dio una mirada a los adultos. Su madre estaba en la cocina y su padre conversaba con Russel (él señor R). La niña se levantó de su asiento dejando el libro de lado, Sirius parecía deprimido y ella estaba dispuesta a hacer algo para sacarlo de ese estado.
Pero primero, ella iba a bañarlo. Sirius apestaba.
—Vamos, Snuffles. —Hermione llamó al animago. —Te daré un baño, no pienses que dejaré que sigas apestando.
El perro la siguió animadamente, la idea del baño, al parecer, le gustaba.
Hermione hizo que Sirius se metiera dentro de la bañera y, con la manguera de la ducha, comenzó a mojar su pelaje hasta dejarlo completamente húmedo.
—Esta es mi primera vez bañando a un perro, pero espero hacerlo bien. —comentó ella, mientras echaba jabón a su pelaje y comenzaba a masajearlo.
Sirius se relajó, mirando a la niña con curiosidad e ignorando completamente lo extraño que se sentía que él, como un adulto, estuviese siendo bañado por una niña de, a lo mucho, doce años.
—Puedes morder ese pato de hule, yo ya no lo uso. —Hermione señaló al pequeño animal amarillo que flotaba.
La cola de Sirius se movió alegremente. Sí, las cosas estaban mejorando para él.
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La esmeralda de la bruja |Hermione Granger
FantasyHermione Granger falleció en la guerra. Lo último que sus ojos vieron fueron los brillantes ojos esmeralda de Harry sin vida y lo último que sintio fue la agonía por la muerte de Ron. Y por más que ella luchó para protegerlos, fue asesinada también...