Capitulo 35: El sauce boxeador y un nuevo trauma (¡yuupi!)

1K 162 4
                                    


Maldita sea. Joder. Mierda. ¡Por Merlín y todos los Dioses!

Hermione no tenía planeado esto cuando decidió apegarse a Harry y Ron. ¡Se suponía que ella iba a evitar que llegase tarde, pero en su lugar había quedado atrapada en la travesura irresponsable de los niños!

Oh. No. Seguramente los expulsarían. Esta vez seguro que no pasaban de segundo año en la escuela. Era terrible y-

—Cálmate, Hermione. —Ron le dijo a la niña.

Pero Hermione no pudo hacerlo. ¡¿cómo podía calmarse si estaban llegando tarde a la escuela y volando un automóvil mágico?!

—Estamos en un apuro. —Harry le dijo, tratando de calmar el pánico y la ansiedad de la niña. —Y Ron lo dijo antes, ¿no? A los magos menores de edad se les permite hacer uso de la magia si se trata de una verdadera emergencia.

—¡Pero eso no clasifica para esta situación! —Hermione chilló, histérica. —Oh, no. Oh, no. Seguramente nos van a expulsar, debería haber llamado a mi padrino o las padres de Ron, eso seguro que nos ayudaba. Oh, no... esto está tan mal.

De repente un estruendo metálico, seguido de un chisporroteo se escuchó y el motor se paró completamente.

—¡Oh! —exclamó Ron, en medio del silencio.

El morro del coche se inclinó irremediablemente hacia abajo. Caían, cada vez

más rápido, directos contra el sólido muro del castillo.

Hermione comenzó a entrar en pánico. Pero ahora uno más intenso que antes. ¡Oh, no! ¡Ellos se iban a morir!

—¡Noooooo! —gritó Ron, girando el volante; esquivaron el muro por unos centímetros cuando el coche viró describiendo un pronunciado arco y planeó sobre los invernaderos y luego sobre la huerta y el oscuro césped, perdiendo altura sin cesar. Ron soltó el volante y se sacó del bolsillo de atrás la varita mágica. —¡ALTO! ¡ALTO! —gritó, dando unos golpes en el salpicadero y el parabrisas, pero todavía estaban cayendo en picado, y el suelo se precipitaba contra ellos...

—¡CUIDADO CON EL ÁRBOL! —gritó Harry, cogiendo el volante, pero era demasiado

tarde.

¡¡PAF!!

Con gran estruendo, chocaron con el grueso tronco del árbol y se dieron un gran batacazo en el suelo. Del abollado capó salió más humo; Hedwig daba chillidos de terror; a Harry le había salido un doloroso chichón del tamaño de una bola de golf en la cabeza, al golpearse contra el parabrisas; y, a su lado, Ron emitía un gemido ahogado de desesperación. A Hermione le sangraba la nariz y le dolía como si se la hubiese roto.

—¿Están bien? —les preguntó Harry inmediatamente, girándose instantáneamente para mirar a Hermione quien se encontraba en los asientos traseros.

—¡Mi varita mágica! —dijo Ron con voz temblorosa. —¡Mira mi varita! —se había partido prácticamente en dos pedazos, y la punta oscilaba, sujeta sólo por unas pocas astillas. —¡Mis padres van a matarme y...! ¡Hermione, te sangra la nariz! —él niño gritó, horrorizado.

Harry abrió la boca para decir algo, pero no llegó a decir nada. En aquel mismo momento, algo golpeó contra su lado del coche con la fuerza de un toro que les embistiera y arrojó a Harry sobre Ron, al mismo tiempo que el techo del coche recibía otro golpe igualmente fuerte. Hermione se aferró a los asientos, gimiendo con dolor ante el golpe en la cabeza que se había dado con el techo del auto.

—¿Qué ha pasado?

Ron ahogó un grito al mirar por el parabrisas, y Harry sacó la cabeza por la ventanilla en el preciso momento en que una rama, gruesa como una serpiente pitón, golpeaba en el coche destrozándolo. El árbol contra el que habían chocado les atacaba. El tronco se había inclinado casi el doble de lo que estaba antes, y azotaba con sus nudosas ramas pesadas como el plomo cada centímetro del coche que tenía a su alcance.

La esmeralda de la bruja |Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora