—Creo que me iré a la cama y...
—De eso nada —interrumpió la señora Weasley, interrumpiendo a George. —Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.
—Pero, mamá...
—Y vosotros dos, vayan con él —dijo ella, mirando a Ron y Fred.
—Ustedes sí pueden irse a la cama, niños —dijo a Harry y a Hermione. —Ustedes no les pidieron que se los llevaran volando en ese maldito coche.
Hermione asintió. Ella tenía sueño.
—Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.
''Maldita sea, Harry." Ella pensó, tenía sueño. Quería dormir. Aunque... ¿no estaba ella en casa de los Weasley? Hasta ese momento, fue el lugar más seguro en el que Harry estuvo antes de la guerra y el ascenso de Voldemort.
Harry estaría a salvo allí, así que Hermione simplemente podría dormirse y descansar.
En realidad, y si era honesta consigo misma, Hermione no quería hacer nada. Ella solo quería dormir y relajarse por el resto que le quedaba de vida una vez que Voldemort fuese derrotado. Esa sería su recompensa después de una vida llena de batallas y estrategias que la dejaron al borde del colapso mental. Ella solo descansaría y disfrutaría de su juventud, tal vez incluso podría hacer una casita en medio de un bosque o una playa.
Ella podía imaginarlo. La brisa fresca llena de aromas silvestres de todo tipo, el ruido relajante de la naturaleza, algunos animales correteando cerca, una huerta llena de todo tipo de plantas tanto mágicas como plantas normales y con una biblioteca llena de libros de todo tipo donde ella podría pasar el rato con su precioso gato a su lado. Solo calma. Solo paz. Solo ella, su gato y los libros.
Una sonrisa se dibujó en los labios de la niña. Si, sería simplemente maravilloso. Una vida tranquila y sin peligros.
Hermione salió de sus pensamientos tras oír la queja de uno de los gemelos. Observó lo que sucedía a su alrededor, Fred la estaba mirando con una expresión indescifrable. Sin embargo, le sonrió dandole un guiño juguetón en cuanto hicieron contacto visual.
Hermione sonrió y echó una mirada a la señora Weasley quien sostenía un libro.
Llevaba escritas en letras doradas de fantasía las palabras «Gilderoy Lockhart: Guía de las plagas en el hogar». Ocupaba casi toda la portada una fotografía de un mago muy guapo de pelo rubio ondulado y ojos azules y vivarachos. Como todas las fotografías en el mundo de la magia, ésta también se movía: Gilderoy Lockhart, guiñó un ojo a todos con descaro.
Hermione quiso rodar los ojos, los libros del hombre eran basura. Ella también lo supo la primera vez que los leyó, pero él hombre era tan atractivo que eclipsó totalmente la racionalidad de la Hermione de doce años. Revolucionó sus hormonas de chiquilla puberta, ella supuso. Después de todo, y aunque le costara admitirlo, Hermione tenía una debilidad por las caras bonitas.
Incluso en ese momento podía sentir sus mejillas coloradas mientras miraba la fotografía de Lockhart guiñar un ojo.
—¿Hermione? —Harry la llamó con curiosidad. —¿Estás bien?
Hermione se aclaró la garganta. —Por supuesto que estoy bien. —contestó remilgadamente. —¿Por qué no lo estaría?
Ella cruzó la mirada con la señora Weasley quien le sonrió abiertamente. Un brillo pícaro en sus ojos que hizo a Hermione avergonzarse.
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La esmeralda de la bruja |Hermione Granger
FantasyHermione Granger falleció en la guerra. Lo último que sus ojos vieron fueron los brillantes ojos esmeralda de Harry sin vida y lo último que sintio fue la agonía por la muerte de Ron. Y por más que ella luchó para protegerlos, fue asesinada también...