Capitulo 22: Decisiones.

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«R,

Necesito hablar contigo. Es urgente. Por favor, reunete conmigo lo antes posible en nuestro primer punto de encuentro.

Tuya, H.»

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«H,

Estaré allí el sábado por la noche. ¿Esta todo bien?

Con amor, R.»

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«R,

No, nada esta bien.

Tuya, H.»

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«H,

Estaré allí esta noche, a la 1 AM.

Besos, R.»

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Hermione miró con nerviosismo el papel en sus manos. Lágrimas amenazando con caer de sus ojos marrones, mientras se acurrucaba en la cama y abrazaba con fuerza a Snuffles.

El perro gimoteo y la miró con preocupación, dándole un suave golpe con el hocico.

Hermione le sonrió, esperando su sonrisa pareciera más una sonrisa que una mueca. Supo que no hizo bien su trabajo cuando Snuffles la golpeó con su nariz de nuevo y trató de abrazarla con sus enormes patas. La lengua de Snuffles limpió sus mejillas y Hermione soltó una suave risita.

-Gracias, Snuffles. -ella murmuró. -Eres el mejor consolando a la gente.

Su pequeño cuerpo se abrazó al enorme perro y escondió la cara en su pelaje.

-Te quiero. -ella confesó, su suave voz infantil escuchándose como un murmullo.

Habían momentos, como ese, en los que Hermione Granger se consideraba vulnerable emocionalmente e inestable. Había pasado tres veces desde que regresó en el tiempo, generalmente era durante la noche, y durante esos momentos, por alguna razón, Hermione parecía perder todo rastro de madurez que los dieciocho años y una guerra habían traído consigo, en consecuencia, ella comenzaba a actuar como lo que era: Una niña de doce años mentalmente saturada, con el corazón hecho pedazos y asustada hasta la mierda.

Las lágrimas cayeron de los ojos de Hermione, humedeciendo el pelaje de Snuffles y haciendo a Sirius preocuparse. Hermione lloraba y sollozaba, asustada. Y Sirius solo quería saber que pasaba por la mente de la niña, qué era lo que había afectado tanto a una niña pequeña como para hacerla llorar hasta ese punto.

Él hombre dentro del perro deseó saber lo que estaba pasándole a la niña para poder protegerla.

-Eres el mejor Snuffles del mundo.

Sirius le dio un par de lametones en la cara y se acurrucó con ella lo mejor que pudo.

Hermione suspiró, cerrando sus ojos y relajándose, extrañando silenciosamente los brazos cálidos de George rodeandola y las caricias dulces de Fred en su cabello.

La esmeralda de la bruja |Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora