Sé cómo te sientes,
yo he pasado por eso,
algo está cambiando dentro de ti,
y tú no lo sabes.
Esta noche, no llores,
todavía te quiero cariño.
Esta noche, no llores,
esta noche, no llores,
hay un cielo por encima de ti cariño,
y no llores esta noche.
—Don't cry, de Guns N' Roses
.
.
.
Hermione estaba inmersa en un sueño aterrador. Sus propios gritos se mezclaban y se superponían con los gritos llenos de locura y las risa demencial de Bellatrix, que resonaban en su mente sin descanso alguno. Sin ningún ápice de piedad.
Ella gritó. Gritó y lloró. Pidió clemencia mientras era torturada por la mujer loca.
El dolor era tan intenso como en el momento en que vivió la tortura y sus lágrimas fluían sin control, mientras sollozaba y gemía. Gotas finas de sudor cubrían su cuerpo, se deslizaban por la suave piel de su rostro acompañando a las lágrimas que no dejaban de caer.
El pánico llenaba su cuerpo; el miedo y el dolor también.
Quería que se detuviera y ella gritó. Gritó, gritó, gritó.
Pero Bellatrix no paraba. Ella nunca paraba.
Su magia reaccionó ante la situación de peligro que su mente reproducía, estallando violentamente a su alrededor, buscando protegerla del mal inexistente en el plano físico, pero que perduraba en el plano mental, arraigado profundamente en su psique.
Hermione deseaba que todo se detuviera pronto, ella ya no quería más. Las muertes de Harry y Ron se reprodujeron en su pesadilla, mezclándose con su tortura. Mezclándose con todo lo demás en un doloroso juego donde ella era la única perdedora.
—¡Por favor! ¡Por favor! ¡Para! ¡Por favor! —ella lloró.
Los ojos sin vida de Harry la miraban.
—¡No! —ella gritó. —¡No, no, no!
La miraban, la miraban, la miraban. La mirada vacía que parecía culparla, que parecía observarla con tristeza y dolor, con culpa. La mirada vacía de una persona que estaba muerta.
Y la tortura comenzó de nuevo. Otra vez.
—¡No, para! ¡No!
De pronto, todo pareció detenerse. Una caricia gentil tocó su piel, un aroma reconfortante lleno su nariz. Ella abrió sus ojos, sollozando aterrada. Las lágrimas nublaban su visión y aunque no fuera así, ella de todos modos no podría ver. La oscuridad llenaba la habitación, los rayos de luz de luna apenas hacían visible algo.
Unos fuertes brazos la tomaron fácilmente y pronto su pequeño cuerpo de doce años estuvo pegado a un pecho ancho y cálido, reconfortante. Hermione se aferró a la persona, arrugando la tela del suéter entre sus manos y enterrando la nariz en su pecho, llenándose de su aroma mientras sollozaba y temblaba.
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La esmeralda de la bruja |Hermione Granger
FantasyHermione Granger falleció en la guerra. Lo último que sus ojos vieron fueron los brillantes ojos esmeralda de Harry sin vida y lo último que sintio fue la agonía por la muerte de Ron. Y por más que ella luchó para protegerlos, fue asesinada también...