Capítulo 36: Ansiedad, Herbología y... (oh, no) Lockhart.

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Hermione quería gritar. Y llorar.

Una sensación de angustia llenó su pecho y se expandió por todo su cuerpo. El nudo se formó en su garganta y sus ojos se sentían como si fuera a llorar. Su corazón había comenzado a palpitar rápida y notoriamente en algún momento. Respirar se sintió, de repente, más pesado. Como si el aire simplemente no quisiera entrar por su nariz para llenar sus pulmones. Como si el oxigeno que ella respiraba estuviera lleno de plomo o algo similar. Era desesperante.

Ella ahogó un grito de frustración, mientras sostenía el libro contra su pecho firmemente, tratando de ignorar sus manos temblorosas y esa sensación de peligro que llenaba todo su cuerpo.

—Está bien. —se dijo en voz baja, su voz sonando temblorosa. —Está bien. Todo está bien.

Ella estaba sola.

Estaba escondida en su lugar secreto en la biblioteca. Estaba sola. Estaba bien. No había peligro cerca. Pero, sin embargo, todo su cuerpo se sentía como si estuviera en una situación de peligro. Fue como esa sensación de caer al vacío y no tener nada de donde agarrarse. Esa sensación de poder mantenerse firme. Fue horrible, aterrador.

Sus pensamientos caóticos volaron por su mente, haciendo que de alguna manera ese sentimiento de angustia perpetua creciera. Y creciera. Y siguiera creciendo cada vez más.

Ella se acurrucó en su lugar, encogiéndose sobre si misma tratando de sentirse más segura. No estaba funcionando.

Hermione se movió frenéticamente por el lugar, caminando de un lado a otro. Pero eso tampoco funcionó para calmarse por lo que acabó sentándose en el suelo, pegando su espalda contra la pared y con las rodillas pegadas al pecho, mientras ocultaba en la cabeza entre sus rodillas y se abrazaba así misma. Sus cabellos enmarañados luciendo como una protección contra su rostro.

—Todo está bien.

Está bien. Todo esta bien. Todo esta bien. Todo esta bien. Todo está- No estaba bien. Nada estaba bien.

Esto era peligroso. Era malo. Si se enfrentaba sola al basilisco con la información que tenía, podría incluso morir. Y si ella moría, entonces no podría ayudar a Harry y a los demás a pelear. Voldemort podría matar a Harry de nuevo. Podrían morir todos de nuevo. Ella no podía dejar que murieran, no esta vez. Pero ¿cómo iba a hacer que las cosas funcionaran? ¿Qué haría? Los planes en su cabeza parecían cada vez más imposibles de realizar si los hacía ella sola. Hubiera sido genial tener ayuda, pero no podía hacer eso. No podía arriesgar a los niños a hacer algo peligroso como eso, ella estaba allí para protegerlos, no para traumatizarlos y ponerlos en riesgo. Y ella no podía arriesgar a Sirius, sería peligroso. Harry podría perder a su padrino sin siquiera haberlo conocido correctamente y sería su culpa.

¿Qué haría ella ahora? No era lo suficientemente poderosa para enfrentarse a un basilisco y para destruir a un maldito horrocrux sola. Su cuerpo de doce años no lo permitía. Pero ella tenía que. Hermione tenía que hacerlo. Necesitaba hacerlo.

Ella necesitaba... necesitaba-

—¿Granger? —una suave e infantil voz la llamó.

Necesitaba respirar. Hermione necesitaba respirar. Ella no podía. No podía-

—¿Hermione? ¿Estás bien?

Unos ojos grises familiares la miraban. Eran brillantes, cálidos y era amigables. Pero de alguna manera parecían diferentes a los ojos inocentes que tendría un niño, tenía un poco más de dureza en ellos. Un poco más de dolor. Se veían como los de ella. Hermione pensó que solo era producto de su pánico. Ella estaba confundiendo a Draco con ese otro Draco. Y ambos no eran lo mismo, incluso si compartían el nombre y el alma.

La esmeralda de la bruja |Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora