Vendida

123 10 0
                                    

Una mano me agarra del escote del vestido y me saca del maletero, yo caigo al suelo de rodillas.

—¿Cómo mierda te has soltado? — Fabio gruñe y me levanta tirando de mi cabello.

—Me haces daño— susurro y él me suelta a regañadientes. Me agarra del brazo y me arrastra hasta una mansión.

—¡Charo! — grita al entrar y una señora vestida de sirvienta aparece.

—Dígame, señor.

—Aquí está la chica que te dije. Báñala, arréglala y tráela para cenar— ordena Fabio.

—Sí, señor.

La señora me coge del brazo como si fuera una muñeca y me arrastra por la horterada de pasillos que tiene esta mansión. Observo su ondulado pelo rubio, lo tiene descuidado y necesita un buen corte ¿Cuánto lleva esta señora aquí encerrada? No quiero ni saberlo.

Nos metemos en un baño enorme con una tina en el centro.

—Señorita, le prepararé el agua para bañarla, por favor, vaya desnudándose— la señora comienza a llenar la tina y a echarle jabones de todo tipo hasta que queda verde pero con un agradable aroma a alguna planta.

Me desnudo sin pudor alguno, la verdad es que ya me da igual. Una vez la señora ha acabado con la tina me indica que entre y yo, como niña buena, lo hago.

—Deje que le lave el cabello— dice suavemente. Yo la dejo mientras me froto con una esponja que ella me había dado. Me enjabona, me enjuaga y peina mi melena castaña. Después, al acabar, me envuelve en una toalla y me sienta en una silla frente a un espejo. Mientras ella abre las ventanas y quita el vapor del espejo que tiene enfrente, yo me entretengo pensando en si estarán todos bien.

¡Me he portado bien dentro de lo que cabe! Ese Fabio Ricci me va a decir si están bien. Más le vale que estén todos vivos y con todas sus extremidades.

La señora comienza a hacer una potingue en un bol y, tras secarme el pelo, me lo comienza a aplicar es éste.

—¿Qué haces? — pregunto entre dientes.

—Le estoy tiñendo el cabello, señorita— cierro los ojos y aprieto los dientes.

Victoria, debes portarte bien si quieres respuestas.

—¿De qué color? — pregunto.

—Negro— abro los ojos de par en par y la observo por el espejo ¡Negro!

—¿Por qué? — me empiezo a poner nerviosa.

—Porque el señor Ricci lo ordenó así. No se preocupe, estoy segura que ahora la pondrá al día respecto a su situación.

—¿Me va a prostituir? — pregunto apenada. Ella me mira por el reflejo y sonríe con lástima.

—No puedo decirle más, lo siento.

Me callo y le dejo hacer. Tras esperar un rato, me aclara el pelo, me lo vuelve a secar y comienza a maquillarme.

—Tome, póngase esto— la señora me tiende un vestido blanco con volantes en el escote y un conjunto de ropa interior rosa palo.

Me visto y me calzo unas sandalias que me indica negras y blancas.

Una vez lista, la sigo por los pasillos hasta un comedor y me siento donde me indica, frente a Fabio. Él me mira y sonríe. Yo no.

—Ciao, bella— no respondo— ¿Le has dado problemas a Charo? — sonrío.

—He sido un ángel, hasta cuando me comenzó a teñir el pelo, aunque tuviese ganas de venir a matarte— suelta una risita—. Ho una domanda.

(Tengo una pregunta)

—Te escucho— coloca los codos en la mesa y me mira atento.

—¿Están bien? — él rueda los ojos y se echa hacia atrás apoyándose en el respaldo de la silla— Per favore, Fabio.

La risposta è sì— suelto un gran suspiro, había tratado de pensar que estaban bien, que les habrían dado una paliza pero que estarían vivos, pero necesitaba saberlo, aunque la respuesta no me gustara.

—¿Qué va a pasar conmigo ahora? — pregunto nerviosa, él se cruza de brazos y me mira serio.

—Te he vendido a un socio mío, es un hombre con poder y mucho dinero que, además, comparte mi sangre. Debería estar a punto de llegar— se me forma un nudo en la garganta pero me prohíbo llorar, no serviría de nada.

Charo entra en el comedor seguida de un hombre alto y joven con el pelo castaño oscuro y los ojos color miel. Me mira y tras sonreírme se sienta a mi lado.

Tu sei l'uomo— susurro tan bajo que no llega a sus oídos.

(Tú eres el hombre)

Buonasera, mi nombre es Elmo Ricci— otro Ricci...

—Es mi sobrino— aclara Fabio y yo asiento.

Charo trae tres platos de sopa y se marcha.

—Un placer, Victoria— le sonrío por no cabrearlos y observo cómo comen cada uno de su plato hasta que Elmo se detiene y me mira expectante, así que comienzo a comer para que me deje en paz, pero no me entra y me detengo poco después de empezar— ¿No vas a comer?

Lo miro y sonrío para tratar de no ser muy brusca con lo que voy a decir.

—No tengo hambre— digo.

—¿Y eso? — pregunta tratando de parecer sexy moviendo una ceja de arriba abajo.

Me solo me produce nauseas.

—Es que resulta que es la tercera vez que me secuestran ¿lo sabías? —él niega— Bueno, resulta que hoy es mi cumpleaños y a tu tío le ha dado por entrar en mi casa, darle una paliza a mi novio y a mis amigos y amenazarme con prostituir a mis amigas si no le obedecía. Pero eso no es todo, resulta que es la segunda vez que trata de secuestrarme, que el hijo de...— Fabio me mira amenazante—, es decir, tu tío, fingió la muerta de mi hermano mayor hace once años y hace nada lo mandó conmigo para ganarse mi confianza y secuestrarme para traerme supongo que contigo.— Me levanté de la silla— Maté a mi hermano porque a tu tío le dio por borrarlo del mapa cuando yo era una cría y encima me trae aquí ¡Y ME TIÑE EL PELO DE NEGRO!

Elmo me mira con curiosidad sin moverse, pero cuando ve que iba a ponerme a llorar, se levanta y alarga una mano hacia mí, yo me aparto y agacho la cabeza mientras me cruzo de brazos.

—Mira que eres perra— me encojo al escuchar a Fabio—. Cómo se te ocurre creerte algo lo suficiente importante como para montar un escándalo así. No eres más que carne que se vende, se compra y se folla ¿Te queda claro?

—Tío no creo...

—¡Cállate, Elmo!

A Fabio se le marcan las venas del cuello y se levanta hecho una furia, pero mis venas están por explotar y no soy capaz de calmarme en este punto, tenga el miedo que tenga.

—Pues no— digo, él aprieta los puños—, no me ha quedado claro— sus ojos echan fuego, pero los míos deben de ser volcanes en erupción—. Lo que sí que tengo claro es que eres un gilipollas y que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para verte retorciéndote en el suelo y ahogándote con tu propia sangre, esa, que yo misma te haré derramar.

—Se acabó...— susurra, saca una pistola de su estuche y me apunta con ella— tú de aquí no sales sin un boquete sangrante.

—Ya tengo uno— sonrío—, estoy con el período.

—Serás perra...— carga el arma y se dispone a apretar el gatillo.

—Tío ¡ya vale, joder! — Elmo se pone frente a mí— tienes que entender que está asustada y que no sabe lo que dice...

—Sí que sé lo que digo— gruño, él me mira por encima del hombro y me pide silencio con la mirada. Me cuesta, pero como él es el que me está defendiendo, me callo.

—No lo sabe, tío. La pobre está asustada, es la tercera vez que la secuestran y, por si fuera poco, está preocupada por sus amigos. Además, la he comprado, no puedes matarla.

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora