Remodelaciones

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Ese mismo día, después de cenar, Aiden me llevó a una habitación que hay cerca de la suya.

—Tu nueva habitación, Esclava. Espero que te guste— dice cuando nos detenemos ante una puerta cerrada.

Con nerviosismo abro la puerta y me encuentro algo realmente de mi agrado: el blanco ya no adorna la soledad, ahora el cuarto es más colorido. Las paredes son color marrón, pero un marrón tan clarito que parece beige y eso hace que todo esté más iluminado. La cama sigue siendo enorme y la adorna un edredón con distintos todos de marrón, a juego con los cojines. Los muebles siguen siendo blancos pero hacen juego con los colores marrones que adornan toda la habitación.

Una estantería medio vacía con los libros que había leído en este tiempo y algunos cuantos más. Las mesillas de noche con lámparas y un reloj.

Esta habitación sí que tiene ventanas y no precisamente pequeñas, las cortinas están abiertas— cortinas que también son de todos marrones— y puedo ver que una de las ventanas es en realidad una terraza.

En el lado de la estantería hay un escritorio con papeles y bolis de colores. Ya no hay armario y sospecho que es porque hay un vestidor en alguna de las dos puertas que hay en el lado de la cama.

Bajo una de las ventanas hay un puf perfecto para leer a la luz del sol, cuando miro a mi derecha, veo lo que no me esperaba: una esterilla de yoga, supongo que para que no me lastime mientras hago flexiones y tal, inconscientemente me tomo la muñeca lastimada cubierta por la muñequera.

Cerca de la ventana hay un tocador con multitud de maquillaje que no creo poder llegar a utilizar fuera de esta casa.

Alejo la tristeza que ese hecho me trajo y me giro hacia Aiden con una gran sonrisa.

—Gracias, Aiden.

—¿Te gusta de verdad?

—Ahora parece un hogar...— se me nublan los ojos pero no llego a derramar ninguna lágrima.

El que parezca un hogar no me agrada del todo y las razones son obvias: yo no podría sentir este encierro como un hogar, era algo que me parecía lógico al llegar mas ahora no estoy segura y no me alegra ese hecho.

Pero él no debe saberlo. Él debe creer que estoy tan convencida de que esta va a ser mi vida que me he habituado hasta este punto, solo se equivocaría en algo: yo no estoy convencida de que esta vaya a ser mi vida.

No podría vivir encerrada toda mi vida, sería incapaz, me volvería loca con ese hecho.

Aiden me deja para que me haga a mi nueva habitación y yo hago lo propio: verla a fondo.

El baño es más grande que el otro, pero tampoco tanto, tiene una ventana de tamaño razonable justo detrás del váter y una maceta con flores amarillas descansa en el poyete de la misma, una cortina celeste me da la tranquilidad de poder hacer lo que quiera sin hacerle un espectáculo a nadie. Un armarito cerca del lavabo debería tener todos mis productos pero no me detengo a comprobarlo.

Salgo del baño y me dirijo a la otra puerta, la que efectivamente es un vestidor y me detengo unos minutos a mirar las perchas y estantes llenos de ropa. Sigue habiendo muchas camisetas de Aiden y en lo más profundo de mí me alegra, porque son lo más cómodo que me he puesto nunca.

Salgo del vestidor y me acerco con pasos vacilantes a la terraza.

No sé por qué pero estoy nerviosa por verla, sé que va a ser un lugar especial desde antes de verla tan solo porque en ella voy a poder estar en el exterior sin estarlo realmente, es un bonito reflejo de la realidad pero es mi reflejo de la realidad.

Y por el momento en vez de hierro veo oro.

Abro las cortinas y la luz del sol que ya casi se escondió me abruma de buena forma, tomo una bocanada de aire al abrir la cristalera y sentir el fresco de la tarde golpearme la cara.

Sin poder evitarlo sonrío, porque tener ese lugar para mí es algo que no esperaba y deseo disfrutarlo mucho.

Un maullido me saca de mis pensamientos y miro a los lados. Un bonito gato blanco— más gris que blanco debido a la suciedad— reposa sobre el murito que forma la terraza, no me acerco antes de que el gato se asuste y salte para trepar al tejado de la casa.

Me centro en la terraza una vez dejo de ver al gato y descubro que es un bonito lugar, hay una mesita redonda muy bonita con dos sillas perfectas para desayunar o pasar el rato con alguien, al otro lado hay una tumbona bajo una gran sombrilla que podría quitar en cualquier momento para tomar el sol, la sombrilla tiene por dentro lamparitas que me harán perfecto no tener que entrar cuando anochezca con un libro en las manos.

Sí, sin duda la terraza es lo que más me gusta y por ese motivo no me falta la sonrisa al entrar de nuevo en mi habitación.

Aiden llega a mi mente y de pronto no me parece tan malo como me he querido hacer verlo. Su maldad es algo que me es incapaz de negar, ya que la forma en la que nos conocimos demuestra lo cruel que puede llegar a ser, mas estos pequeños detalles me hacen ver que él podrá ser todo lo malo que quiera, pero sabe separar esos momentos de su vida diaria.

Entro en el vestidor y me propongo encontrar algún camisón bonito que le den ganas de vérmelo puesto mientras estoy sobre él.

No sé de donde sale esa idea, pero está ahí y cuando encuentro un camisón de seda color coral tengo clarísimo que quiero verme con eso puesto y, después, él mismo.

Me pongo una mascarilla en la cara para que me ayude a ocultar todas mis ojeras y me doy un baño de burbujas relajante mientras canto alguna canción que me llegue a la cabeza, Your Power, de Billie Eilish.

Quizá esta canción deba quitarme las ganas de mostrarme con estas intenciones ante Aiden, pero solo me da fuerzas para vivir esta situación, siendo totalmente consciente que nunca me he sentido abusada por él, solo atrapada, perdida y desesperada.

Pero abusada no, eso nunca.

Y no debo mentirme diciéndome que sí solo para tener otra excusa para odiarlo.

En realidad, lo que me pasa es que me gusta cómo me mira, me gusta sentirme deseada por él. Muchos hombres me habían mirado con deseo antes, pero ninguno me hizo sentir como él lo ha hecho, conseguir que me suba la autoestima con tan solo una mirada, conseguir que mi cuerpo se sienta realmente deseado por mí misma.

Solo él ha conseguido hacerme sentir eso.

Y no voy a negarme a sentirme así solo por quién sea él, eso sería egoísta para mí.

Ya que, como yo lo veo, si cada uno somos nuestra circunstancia, el no salvarla no me salva y yo la salvo haciendo esto, aprovechándome del hombre que se me ha impuesto delante.

He aprendido del mejor y sí, ese era mi mejor amigo Adrián, disfrutando de cada mujer que se le ponía por delante.

Ya iba siendo hora de poner en práctica sus enseñanzas y si no es con este hombre, ¿con quién si no?

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