Soy responsable

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Vamos en mi todoterreno al centro comercial y nos quedamos alucinadas ante la nueva librería que han abierto en éste. Si es cierto que Nicole no encuentra en la lectura la misma pasión que yo, ella adora dibujar y lo hace espléndidamente y expresando tales sentimientos con una simple hoja y un lápiz de carboncillo que me deja alucinada.

La librería tiene de todo: desde libros de toda clase, hasta cuadernos de A5— que son mis favoritos—, plumas preciosas y pinturas, con variedad de tipos de lienzos, cuadernos de hojas más gruesas para pintura y lápices por doquier.

Nicole y yo nos miramos y una sonrisa sincera inunda su expresión antes de tristeza dando paso a la emoción y sé que vamos a estar aquí gran parte del día.

Y no me equivoqué. Estuvimos allí un buen rato— por decir algo—, ni siquiera nos fuimos para almorzar así que cuando salimos de dicha tienda que debería llamarse "paraíso" guardamos todas las bolsas le las compras en el maletero y vamos a cenar a una hamburguesería que hay en el mismo centro comercial.

Obligo a Nicole a sentarse mientras yo voy a pedir la comida, no hay ganas de que se llene y tengamos que comer de pie o en el frío de las noches de mayo.

Una vez pido lo que queremos, llamo a Aiden. Hoy tenía que trabajar en unos negocios de eso suyos de los que él no quiere hablarme y yo estoy de acuerdo por lo que lo más seguro es que llegue tarde a casa, pero como se entere de que no estoy se va a preocupar y no quiero que descuide sus obligaciones por sus preocupaciones innecesarias.

Hola, amor ¿Estás bien?

Es lo primero que dice al contestar al segundo tono. Sonrío sin poder evitarlo, es cierto que estoy enamorada.

—Sí, solo quería decirte que no estoy en casa.

¿Ha pasado algo? se interesa.

—A mí no, Nicole estaba triste y nos hemos venido al centro comercial, vamos a cenar ahora— informo.

¿Qué le ha pasado? Liam está raro ¿Tiene que ver con él? — pregunta curioso.

—Sí, supongo que sí. Ya hablamos en casa, te quiero.

Y yo a ti, cariño. Si bebes alcohol pide un taxi y no conduzcas ¿Sí?

—Sí, mamá— soltamos una risa—. Te dejo, voy con Nicole ahora.

Anímala mucho, nos vemos luego.

—Hasta luego— le lanzo un beso sonoro para que lo escuche y cuelgo oyendo su risa.

Cuando vuelvo a la mesa, encuentro a Nica mirando la mesa de enfrente a ella donde se encuentra una pareja de adolescentes sonriéndose el uno al otro mirándose a los ojos mientras mastican sus respectivas hamburguesas y entrelazan los pies por debajo de la mesa. El amor es muy bonito y se disfruta muchísimo, eso lo sé bien y aunque trae consigo preocupaciones que alguien que jamás ha amado puede llegar a imaginar, es algo tan bonito y verdadero, único e inigualable, que es digno de sentir y experimentar independientemente de lo que ocurra al final y del dolor que ese mismo sentimiento tan maravilloso te hace sentir.

—Todos tienen su alma gemela— le digo sentándome a su lado. Ella me mira nostálgica, pero me brinda una sonrisa.

—Solo creí haberla encontrado— suspira.

—Si no lo has hecho, lo harás.

Un camarero nos trae una bandeja con nuestra comida y disfrutamos de cada bocado muertas de hambre. No hemos comido nada en todo el día y se nota, las personas a nuestros lados deberían estar rezando por que no seamos caníbales porque acabaríamos con sus vida en un santiamén.

—¿Fiesta de pijamas?— le pregunto cuando subimos al coche y ella sonríe ampliamente.

—Fiesta de pijamas— asiente con malicia.

En la última pijamada que hicimos acordamos que a la próxima veríamos 365 días por lo que sonrío consciente de la escena del bote y pongo rumbo a mi casa mientras cantamos a todo volumen Take Me To Church de Hozier. Cuando acaba la canción apenas vamos por la mitad del camino y Nicole baja el volumen.

—¿Y si invitamos a Daniela? Llevo tiempo sin verla.

Me parece buena idea así que cambio de dirección y vamos a casa de Daniela. No perdemos nada por mirar si está en casa, no me desvío demasiado y así su madre no podrá negarse tan fácilmente.

Una vez en su puerta llamamos a la puerta y abren las dos pequeñajas.

—Amapola, Cristiana ¿Qué tal estáis? — las saludo y ellas sonríen ampliamente y me abrazan, han dado un buen estirón y con sus once añitos ya me llegan al hombro. Si es que soy enana...

—¡Victoria!— dicen ambas animadas.

—Vengo a secuestrar a vuestra hermana ¿Está en casa?

—¡TE DE DICHO QUE ME DEJES EN PAZ!— la voz de mi amiga gritando en la segunda planta me resuelve mis dudas.

—¡QUE TE CALLES, ESTIRADA!— y la sigue el grito de su hermano mayor, Óscar.

—¡¿QUERÉIS DEJAR DE GRITAR?!— la voz de la madre proveniente de la cocina me hace reír. Jamás había escuchado a esa mujer elevar la voz y me resulta divertido.

—¡ES CULPA DE TU HIJA MAYOR!— grita él.

—¡¿CÓMO?! ¡SI ERES TÚ!— se defiende ella— ¡¿Sabes qué?! ¡Me marcho!

Aparece en la planta baja y nos ve a sus hermanas, a Nicole y a mí. Entonces sonríe ampliamente y se acerca a darnos un abrazo.

—Chicas, cuanto tiempo. Me tenéis abandonada— se queja, aunque sé que lo hace en broma, sabe que he estado muy liada con los estudios, el carnet y demás y aunque nos hemos visto, no lo hemos hecho tanto como nos hubiese gustado.

—Venimos a rescatarte ¡Pijamada!— dice Nicole animada.

Ella grita de emoción y corre a la cocina supongo que para informar a su madre porque al segundo aparecen ambas en la puerta.

—¿Vais a hacer una fiesta de pijamas?

—Sí, señora— digo tranquila. Esta mujer es muy protectora con su hija, pero sé que va a dejar que venga, se fía de mí.

—¿Quiénes seréis?

—Nosotras tres— respondo y ella frunce el ceño.

Sabe de mi relación con Aiden— sabe que estoy saliendo con un chico mayor y que vivo con él— por eso su desconfianza.

—Tengo mi propia habitación en casa, señora. De todas formas, Aiden trabajará durante toda la noche— medio miento, pero parece valerle y sonríe.

—Bien pues ¿Cómo iréis?

Le enseño mi carnet de conducir y ella sonríe ampliamente antes de mirar hacia la calle y ver mi todoterreno.

—Vaya, qué sorpresa. Enhorabuena por tu independencia de movilidad, espero que seas prudente, te abroches el cinturón y no tomes bebidas alcohólicas antes de conducir.

—Gracias, señora y por supuesto. Soy muy responsable— sonrío como un angélico y ella asiente.

—De acuerdo, puedes ir, Daniela. Cuídate.

—Gracias mami, hasta mañana.

Y nos vamos cada una con nuestra sonrisa victoriosa. Me encanta hacerle honor a mi nombre con mi sonrisa.

Antes de ir a casa nos paramos en una tienda de caramelos y compramos patatas de todo tipo, palomitas y bebidas energéticas. No vamos a dormir mucho esta noche.

Una vez llegamos a casa, bajamos las compras y corremos a mi habitación. Aiden me puso una televisión enorme en la misma y voy a darle un buen uso.

—Antes de nada, cambiémonos y pongámonos cómodas— sugiere Nicole y Daniela y yo asentimos dirigiéndonos al vestidor.

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