Acatarrada

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—¡Victoria! — una voz aguda me llama a mis espaldas, al girarme veo a la pequeña niña correr hacia mí con lágrimas en los ojos, no le hecho más de seis años, tampoco creo que llegue a tenerlos siquiera.

Me agacho y la cojo llena de preocupación ¿Qué le pasa? ¿Qué debo hacer?

—Lucía ¿qué pasa? — la pequeña se me abraza al cuello y llora en mi hombro.

—Un niño me insultó— solloza. Le acaricio la espalda sin saber cómo actuar, entonces Elmo habla dándome ganas de darle un guantazo.

—Seguro que le gustas— respira Victoria, respira.

—No le hagas caso, eso no es cierto— contradigo en un susurro, desgraciadamente él me escucha, pero no se enfada, más bien se ofende.

—Yo insultaba a las chicas que me gustaban cuando era un crío.

—¿Enserio? — Lucía se separa un poco de mí para mirar a Elmo, él asiente y la niña sonríe— Por eso no tienes novia— afirma segura de sí misma. Ahogo una risa al verle la cara. Le ha dado en su punto débil.

—Señor Ricci, la cena está hecha— nos giramos para ver a Paty en el umbral de la puerta del salón.

Entramos los tres en el comedor y disfrutamos de una incómoda y silenciosa comida.

Al acabar, Elmo se va a acostar a Lucía, que resulta ser su sobrina, y a mí me manda ir al dormitorio. A regañadientes y algo tensa, obedezco. Tengo miedo de lo que pueda ocurrir ahora, anoche no me hizo nada, simplemente me lavó y durmió conmigo.

Me duele la cabeza y tengo cogida la nariz de nuevo, en esta casa hace más frío que en la de Aiden y hay más humedad, no estoy acostumbrada a eso y mi cuerpo lo nota.

Se me ocurre la idea de darme un baño caliente, pero para después no tengo nada que ponerme así que abro el primer cajón de una cómoda que hay en la habitación, pero la cierro al ver calzoncillos, abro el segundo cajón y cojo la primera camiseta que veo antes de irme al baño. Me desvisto, me meto bajo el chorro de agua caliente y me despejo un poco.

Me encantaría hablar con Aiden, solo por escuchar su voz, al mismo tiempo no quiero hablar con él para no tener que decirle lo que Elmo planea. Pero como no podré hablar con él, no importa.

Al acabar me envuelvo en una toalla y seco bien mi pelo, una vez seca me pongo la camiseta de Elmo y salgo del baño, lista para meterme en la cama.

—¿Me has cogido una camiseta? — me detengo en seco antes de chocarme con su torso, doy un paso atrás y elevo la mirada.

Maldita estatura de pinypon.

—Sí, lo siento...— estoy por explicar que me estoy acatarrando, pero antes de poder hacerlo, estornudo.

Él se ríe, pero a mí no me hace gracia, me ha dado una punzada enorme en la cabeza al estornudar. Coge un paquete de clínex de la mesita de noche y me lo acerca, así que cojo uno y me sueno la nariz soltando una barbaridad de mocos.

—Vamos a la cama, tienes que descansar— me pasa un brazo por los hombros y me guía hasta la cama, después coge la caja de pañuelos de antes y la coloca en la mesita de noche que hay junto a mí.

Murmullo un agradecimiento y me duermo, así de fácil.

Me dejo amarrar las muñecas al cabecero de la cama tratando de esconder una sonrisa nerviosa pero llena de ganas.

Aiden no tiene, por así decirlo un fetiche sexual, pero le gusta probar cosas nuevas. A mí también me gusta probar siempre y cuando sea con él.

—Si te hago daño me lo dices inmediatamente ¿De acuerdo? Asiento mordiéndome en labio inferior mientras arqueo la espalda al sentir la rodilla de Aiden en mi entrepierna.

Observo llena de lujuria como enciende una vela y la inclina sobre mí. Gotas de cera caliente caen sobre mi abdomen y siento cómo mi cuerpo arde en llamas de placer. Gimo y él gruñe rozando su dedo corazón pon mis labios mayores. Gimo de nuevo y vuelvo a arquear la espalda.

Noto lo mojada que estoy y él también. Pasa a acariciar mis labios menores y en un momento ya ha metido dos dedos dentro de mí. Sube la vela pasando por entre mis pechos y siento las gotas líquidas y calientes caer en mi piel y enfriarse en medio segundo, endureciéndose y pegándose a mi cuerpo.

Es excitante y grito de placer cuando Aiden sustituye sus dedos por su miembro.

Quiero más, lo quiero todo de él. Todo.

Todo...

Despierto y vuelvo de ese recuerdo de una de mis experiencias eróticas con Aiden, siento excitación. Extraño todo de Aiden.

Abro los ojos y veo algo de luz, al girar la cabeza frunzo el ceño. Elmo me está observando sonrojado y con los labios entreabiertos, la luz de su mesita de noche está encendida ¿qué le...?

¡JODER!

La camiseta se me ha levantado y las mantas bajado descubriendo mi vagina. Lo peor de todo es que veo la humedad en mi entrepierna y mi mano derecha sobre mi pecho izquierdo sobre la tela de la camiseta.

¡MADRE MÍA CON EL RECUERDO DE LA VELA!

Me bajo rápidamente la camiseta y cojo una manta agarrándola con fuerza bajo mi barbilla.

—¿Estabas soñando con él? — su pregunta hace que abra los ojos de par en par. Tiene un tono de voz de excitación, pero no parece enfadado, aun así, no contesto— Cielo, no pasa nada si estabas soñando con él, pero dime ¿qué hacíais en el sueño? Estabas gimiendo y retorciéndote como una serpiente. No te he tocado porque no estabas consciente, pero me encantaría saber qué es eso que te ha excitado tanto.

El calentón ya se ha ido al comprender que él es la única forma de saciarme con un hombre. Mientras pueda decidir no dejaré que me toque y no voy a cambiar eso por un recuerdo caliente.

Al ver que no tengo intención de contestar sonríe y se acerca a mí enrollando un brazo en mi cintura.

Cuando Aiden me secuestró yo tenía un cuerpo bastante menos desarrollado que ahora, a pesar de tener dieciocho. Ahora, con veinte, ya tengo forma y mis caderas están muy marcadas, también me han crecido un poco los pechos.

Ya no soy la virginal chica de dieciocho años. Ahora he experimentado cosas que jamás me hubiese imaginado, mis veinte siguen siendo solo un número, pero es verdad que en este tiempo he llegado a ser alguien completamente distinta, y no es que Aiden me haya cambiado, he sido yo. Una persona no cambia, evoluciona y yo he evolucionado al siguiente nivel de experiencia vivida, eso dice mucho de una persona.

Y yo he evolucionado junto a Aiden en unas condiciones anormales. Pero este hombre quiere que yo lo trate como si se tratara de él, pero no puedo. Él no es Aiden, nunca va a serlo, y yo nunca le dejaré hacer sin patalear. Aunque me convenga para estar mejor en esta situación.

Así que, me zafo de su agarre y él gruñe quitando la manta que con tanta fuerza agarraba yo bajo mi barbilla.

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