Mitología

48 5 0
                                    

Al llegar a la orilla, me arrodillo desesperada junto a la caja y alumbro con mi teléfono quedándome casi sin aliento.

Un bebé.

Es un bebé... no tendrá más de un par de días y mi corazón se llena de ternura... y odio ¿Quién ha hecho esto? ¿Quién abandonaría a un bebé en un río junto a un cementerio?

—Tranquilo... Shhh. Ahora estás conmigo— sonrío quitándome la chaqueta para envolver al bebé en mis brazos ya que solo lo cubre un pañal.

Es un niño y la situación me trae un nombre a la mente:

—Hola, Perseo— lo saludo en un susurro tranquilizador— ¿Quieres que vayamos a casa, amor? ¿Quieres?— obviamente no contesta con palabras pero emite los sonidos de un bebé.

Echo una leve mirada a la entrada del cementerio y sonrío pensando en lo cabezota que es Marcus. Me ha mandado un bebé no deseado por sus padres para que yo tenga algo que hacer y alguien a quien darle amor para que lo deje descansar.

—Gracias, Marcus— susurro antes de caminar hasta mi coche.

Me siento frente al volante y dejo cuidadosamente al bebé en el asiento del copiloto. No tengo una sillita de bebé y tampoco puedo abrocharle el cinturón porque al ser un recién nacido, podría hacerle daño así que voy con especial cuidado hacia casa y cojo la ruta larga porque es la menos transitada y con menos curvas. Sería raro que tuviese un accidente por aquí.

El camino se hace... pesado. No por tener a un bebé a mi lado, sino por tardar diez minutos más del que hubiese tardado por el otro camino. Tengo unas ganas horribles de llegar a casa para presentar a Aiden y a Perseo. Estoy segura de que lo va querer mucho y muy rápidamente porque aunque no lleve nuestra sangre, ya siento ese vínculo de madre e hijo y estoy totalmente segura de que él lo va a sentir también. Un vínculo padre e hijo es realmente fuerte y fácil de detectar, al menos eso creo y espero.

Mi hogar se hace visible ante mí y doy las gracias al aire por haber llegado sanos y salvos.

Mi corazón late a una velocidad inigualable pero no se siente frío, sino cálido. Mi ritmo acelerado del corazón no es de miedo, es de nervios, pero no de nervios malos, sino de ansias. Ganas. Amor... no sabría explicarlo únicamente con una palabra.

Veo a Aiden mirándonos desde la ventana de su antigua habitación, sigue teniendo ahí su trabajo y observo su mirada estupefacta a través del ventanal.

Ay Aiden... lo que te espera ahora que vas a ser padre.

Lo veo alejarse del ventanal y yo abro la puerta para verlo terminar de bajar los últimos escalones apresuradamente.

Me mira, mira a Perseo y me vuelve mirar antes de mirarlo de nuevo. Avanza a paso lento, temeroso porque no sabe qué es lo que le voy a decir.

Aparezco en casa tras ir al cementerio para visitar a mi fallecido mejor amigo y vuelvo antes de lo previsto con un recién nacido en mis brazos envuelto en mi chaqueta.

Sí, es un poco raro.

—¿Es...?

—Un bebé. Sí, lo es— afirmo.

—Pero ¿Por...?

—Lo encontré abandonado... creo que ha sido Marcus que me lo ha mandado para que no sufra. Para que tenga una familia. Una que lo quiera y lo priorice en la vida.

—¿Quieres que lo adoptemos, entonces?— no sabría interpretar ni su expresión, ni su tono.

—Si tú quieres, a mí me haría feliz— soy consciente que no puedo decidir adoptar un bebé por mi propia cuenta si pretendo estar con él. Es una decisión de pareja. Algo de debe hablarse.

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora