La carta

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Intento dormir un poco, pero aún es por la mañana y hace poco que he despertado, no tengo nada de sueño. Trato de crear historias en mi mente pero estoy abrumada y no soy capaz así que enciendo la radio que tiene el despertador de Aiden y hago algunos calentamientos básicos antes de comenzar a entrenar.

Mi objetivo es poder llegar a ser capaz de defenderme si algo ocurre pero para ello busco aumentar mi fuerza y resistencia haciendo sentadillas, flexiones y abdominales.

En mi vida he querido entrenar de esta forma así que eso es lo único que soy capaz de hacer, no sé qué más entrenamientos hay y no tengo acceso a internet así que me conformo con esto.

La puerta entonces se abre y yo me detengo en una posición de plancha.

—¿Qué se supone que estás haciendo?— dice Aiden nada más verme, la diversión en su voz.

—¿A ti qué te parece?

—Te vas a hacer daño así— ignora mi satírica pregunta.

Se acerca y hace que alinee la espalda con mi trasero y los hombros.

—En realidad estaba haciendo flexiones— murmuro.

—¿Y qué haces en plancha?— cuestiona.

—Porque me he hecho daño en la muñeca y estaba descansando— le suelto.

Me pongo de pie y él me toma las muñecas para palparlas, se queda en la mano con la que me duele y eleva una ceja en mi dirección.

—No sé cómo harás las flexiones pero la posición de tus muñecas debe ser malísima, te la has abierto, mema.

Me suelta y agarro mi muñeca lastimada con la sana, él saca un teléfono de su bolsillo y marca un número.

—Manuel, compra una muñequera pequeña de izquierda— y sin esperar respuesta cuelga.

Se estira y su espalda cruje sonoramente.

—Por cierto— me mira—, aún estoy esperando a que me pidas contactarte con tu amigo— abro los ojos desorbitadamente.

—¿Puedo?

—Puedes escribirle una carta, si quieres— cede y yo, presa de una gran felicidad repentina, salto sobre él y lo abrazo con fuerza—. Solo te pediré que no me delates y no muestres tu ubicación.

—Gracias, Aiden— le agradezco antes de separarme de él y dirigirme a su escritorio sin pedir siquiera permiso, no me dice nada sin embargo y yo cojo papel y boli para comenzar a escribir la carta que hace tanto debí haber empezado.

Adrián, sé que ha pasado tiempo pero por fin tengo esperanzas de poder contactarte con esta carta, necesito que sepas de mí.

Mi vida ha cambiado radicalmente, he caído muy rápido y profundo y volver a salir me está costando mucho. Sé que trataron de culparte de un delito que ambos sabemos que no cometiste. Yo lo vi todo y estoy atrapada pero necesito que sepas que estoy bien. Todo lo bien que podría estar.

Solo el tiempo puede ayudarme, ya lo ha hecho y lo sigue haciendo.

Ahora eres lo único que me queda, me han citado cosas de ti que me han asustado, pero jamás he confiado en nadie más que en tu así que todo está bien.

Te pido que no me busques, podría ser peligroso y si tú me faltas, ya no me queda nada.

Mis días aquí ahora tienen un sentido, he encontrado luz y debo usarla para iluminar a una chica que me acompaña, ella está más perdida que yo y lo necesita.

Porque que me nieguen la libertad que tengo por derecho duele, pero yo soy más fuerte que eso.

Tuya en alma; Victoria <3

Acabo la carta entre lágrimas y todo porque he esperado demasiado para contactarlo, pero cómo iba yo a imaginar que mi secuestrador me dejaría mandar una carta al exterior.

Y quizá antes no me lo hubiese permitido.

Quizá mi plan está funcionando y dentro de nada lo tengo comiendo de mi mano.

Aiden está en la habitación, ha cogido unos papeles del escritorio y se ha tirado a la cama para leerlos con detenimiento.

—¿Vas a leerla?— pregunto en su dirección. Él mira el papel en mis manos y duda, pero acaba negando con la cabeza.

—Confío en que seas lo bastante inteligente como para no intentar jugármela— es su respuesta y vuelve a lo suyo.

Dolo la carta por la mitad y la dejo encima de su escritorio.

—Confío en que seas lo bastante inteligente como para saber cuál es el papel que debes enviarle— le digo con tono de broma y él rueda los ojos sin mirarme.

Me acerco a él y me tiro a su lado sin delicadeza para apoyar mi cabeza en su vientre. Lo ignoro pero noto su mirada en mi coronilla.

—¿Ocurre algo?— pregunta, me encojo de hombros y él suspira dejando los papeles en la mesilla de noche— ¿Qué ocurre?

—Me aburro— lo miro y para ello tengo que elevar mucho la vista sin mover la cabeza.

—¿Y yo qué hago?— me vuelvo a encoger de hombros— ¿Quieres follar?— niego con la cabeza— ¿Y entonces?

—No lo sé, tú me has secuestrado ¿No vine con instrucciones?— sonrío con socarronería y él rueda los ojos una vez más.

—Pues si no quieres follar no sé qué más podemos hacer para entretenernos— ahora es mi turno de rodar los ojos.

—¿Cuando te aburres con tus amigos folláis entre vosotros?— lo pincho.

—No siempre— bromea él y me hace reír.

—¿Podemos ver una película?— sugiero y él lo piensa.

Me acaricia la cabeza y por un momento lo olvido.

Olvido lo que planeo hacerle.

Porque aunque le dije que no había odio en mí, sí que lo hay y quiero conseguir vengarme antes de que ese sentimiento mengue más de lo que ya lo ha hecho.

Porque su presencia me confunde, sus caricias me confunden.

—¿La película?

—Cierto— dice y se levanta para coger su ordenador portátil.

Nos acurrucamos en la cama alrededor del ordenador y elegimos película.

Nos peleamos por elegirla, pero acabo ganando yo y una película psicológica.

—No entiendo nada— se queja cuando tan solo llevamos un cuarto de película.

—La chica se ha tratado de suicidar frente a su psiquiatra y ahora es la que la trataba la que tiene un trauma y se niega a tratar a pacientes con estrés post-traumático.

—Pero ¿por qué?

—Porque tiene un trauma— explico por segunda vez.

Se calla pero suspira sonoramente. La película no es nada del otro mundo pero disfruto de su aburrimiento así que no se lo digo.

No sé si llegaré a vengarme de verdad, pero estas cosas en el día a día son las que me dirán si quiero venganza o no.

Si lo disfruto como cualquier persona es que ya es tarde para la venganza, si quiero más y más es que aún lo odio lo suficiente.

Y ojalá odiarlo.

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