¿Qué era cierto?

5.6K 304 30
                                    

Han pasado nueve días. El dolor físico se disipa poco a poco, pero el mental cada día duele más.

Solo ha pasado una vez. Marcus solo se ha atrevido a ponerme las manos encima una vez, pero ha sido suficiente. Cada que entra en la habitación me pongo a llorar, así que nunca es él quien me trae la comida, sino un chico que no se ha presentado, aunque tampoco tengo interés en que lo haga.

Igualmente no he tocado la comida, ni el agua, ni nada que me hayan traído. Llevo nueve días sin probar bocado y me siento exhausta.

Me encuentro en una esquina de la habitación cuando la puerta se abre y entra lo que tanto temo ahora.

Las lágrimas llegan a mis ojos y, sin poder evitarlo, comienzo a llorar.

—No...— empieza con voz lastimera— llevas más de una semana sin poder verme y sin probar bocado, no puedes seguir así.

—No pienso comer— refuto entre lágrimas.

—¿Por qué no?— parece derrotado, pero no es una décima parte de lo que siento yo.

—Porque quiero morir— sollozo.

—¿Vas a matarte de hambre? Tardarás al menos dos meses en morir...

—Entonces mátame tú— rujo.

Se le crispa la cara y trata de acercarse, pero yo grito y él se detiene.

—Yo... yo no podría matarte... Victoria no pienses eso, por favor.

Veo cómo le salen unas lágrimas por los ojos.

—Joder, Victoria. Lo siento, lo siento, joder.

—¡No me sirve una disculpa! ¡Me has roto, Marcus...!

Niego con frenetismo cuando se acerca y se detiene.

—Estaba enfadado, tenía muchas ganas y me dolió tu rechazo... no es una excusa pero no volverá a pasar, tienes mi palabra. Tienes la palabra de Adrián y la de Marcus, no te pondré una mano encima.

—Déjame en paz.

—Si no hablas conmigo no voy a poder dejarte ir— desvía la mirada—. Te daré unos días estando en la casa normal conmigo, no te pondré una mano encima y si quieres irte con él después de ver mi arrepentimiento, te permitiré hacerlo.

Lo miro con suspicacia.

—Sin trucos, solo quiero que veas que lo siento y que no volverá a pasar...

—¿Me dejarás volver a casa?— pone mala cara al escucharme decir que «casa» es con Aiden, pero no dice nada al respecto.

—Sí, te dejaré volver a casa.

Da un par de pasos hacia mí y me encojo en la esquina, pero él ralentiza los pasos y extiende una mano hacia mí. Lo dudo, de verdad que lo hago, pero acabo aceptándola para ponerme en pie.

Vamos a la cocina y me sirven un desayuno lleno de alimentos, lo necesario para recuperar esta semana de ayuno completo.

Aunque parezca mentira, me cuesta probar bocado. Tengo hambre, mucha hambre, sin embargo... no me entra. Lo aborrezco.

Los del servicio están aquí. Me siento más segura con ellos presente y él lo sabe, por eso tenemos público.

—¿Todo era mentira?— pregunto dando un buche a mi taza de leche fría.

—¿Por qué piensas que mentía en todo?— no ha tocado su desayuno, simplemente está sentado frente a mí en la isleta de la cocina.

—Porque ahora me duele verte— tuerce el gesto.

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora