Susurros de papel

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Me olvido de la pelea con facilidad, hasta ignoro las notificaciones que me llegan al teléfono con el vídeo. No obstante, aprovecho mi expulsión de un día para ponerme al día con los temarios que no he llegado a dar. Hay asignaturas, como matemáticas que, si falto a un tema, el resto no sabré hacerlo, es como una escalera y si no subo todos los escalones, tropiezo y caigo, así que doy todo de mí por aprender lo que debo.

Pero estudiar es duro y me meto en la ducha por segunda vez después de un día de estudio intenso.

Sé perfectamente que no me faltará de nada estando con Aiden, pero... bueno, no quiero ser una analfabeta, quiero estudiar para ser capaz de mantenerme por mí misma si se da el caso, nunca se sabe hacia dónde puede llevarnos la vida y yo aún tengo diecinueve años, aún me debería de quedar mucha vida para que dé vueltas y me cambie de camino.

Por el momento no pienso alejarme de mi hombre. Lo quiero y estoy harta de perder a todo el que quiero, no creo que pudiese soportar otra pérdida, no creo que pudiese soportar su pérdida.

Una canción me llega a la cabeza y, mientras me enjabono el pelo, comienzo a cantarla. Susurros de papel, de Rozalén. De alguna forma esa canción me recuerda a mí... pero qué digo ¡Parece que la escribió para mí! Cuenta a la perfección mis pensamientos respecto a este hombre.

Lo quiero y pienso enredarme a él hasta mi último aliento, él que se llevará él por tanto placer que me da... ¿Es normal que una chica de mi edad sienta todas estas emociones tanto físicas como mentales? No, no es normal. O sí. Más bien sí, ya es edad para experimentar. Aiden me hace feliz, muy feliz.

Una vez acabo con la reconfortante ducha, me enrollo en una toalla y salgo del baño.

—Echaba de menos escucharte cantar— está tumbado en el centro de mi cama con los brazos tras la cabeza.

—Gracias— digo animada acercándome a él.

—También me alegra que no te hagas una bola cuando menciono lo bien que cantas— sonrío pícara.

—Esos fueron otros tiempos.

Dejo caer la toalla y me subo a la cama. Gateo hasta él y me siento en sus muslos, él me mira curioso.

—¿Ocurre algo? — pregunto con inocencia, él niega con una sonrisa divertida.

—No ocurre nada, pequeña.

Sonrío y me inclino hacia delante para besar sus labios, él sigue el beso, pero me separo antes de que introduzca su lengua en mi boca, gruñe y yo sonrío inocentemente.

Mis manos viajan hasta su camisa y la desabrocho lentamente bajo su atenta mirada.

Desde luego este hombre va a llevarme a la locura.

A la mañana siguiente, estoy emocionada por volver a clase, creo que por fin voy a ser capaz de entender algo en clase de matemáticas. Desayuno mientras Aiden se descojona viendo el vídeo de la pelea.

Todo el mundo ha encontrado mis redes sociales y me están petando el teléfono, Aiden me preguntó que por qué lo tenía apagado y le expliqué el motivo.

Helo aquí riéndose como un crío al ver cómo le rompo la nariz a un chico. Come... y se atraganta, pero sigue riendo.

—Este vídeo debería hacerse viral— se carcajea Aiden devolviéndome el móvil.

—Ya lo es— susurro metiéndome otra cucharada de cereales en la boca.

Ese vídeo se ha hecho viral en mi instituto y en el de los alrededores. Ahora no pasaré desapercibida ante los demás, exactamente lo contrario de lo que quería, nunca fui alguien a quien le gustase ser el centro de atención.

—Vámonos, no quiero llegar tarde— él asiente y nos levantamos de la isleta, cojo mi mochila de la entrada y abro la puerta.

Suelto un suspiro al pensar en lo que me esperara ahora en el insti y me dirijo al coche.

Una vez llegamos me inclino hacia él y le doy un pico rápido.

Camino hasta clase sintiendo la mirada de todos en mí.

Amo mi suerte...

Cuando por fin salgo del instituto lo hago a paso ligero, no quiero encontrarme con nadie, llevan todo el día dándome la grande ¡Solo le partí la nariz al idiota del instituto! Ni que hubiese matado a nadie... que ellos supiesen, claro.

Entro en el coche y miro seria a mi hombre, es el único que puede mejorar la mierda de día que llevo. Ser el centro de atención, como ya he dicho, no es lo mío.

—¿Qué tal tu día? — le miro seria y suspiro.

—Necesito un polvo...— frunce el ceño— Uno reconfortante, solo tú puedes hacerme sentir bien— sonrío de lado y él me revuelve el pelo.

—Vamos a comer, anda— arranca y está por salir del aparcamiento cuando alguien llama a la ventanilla.

Nos giramos y la bajo para poder hablar mejor.

—Hola— saludo, ella sonríe tímida.

—Lo siento si molesto...— se excusa.

—No molestas, tranquila, Daniela— dice Aiden, ella se sonroja y yo frunzo el ceño, pero es normal, Aiden está muy bueno, no puedo culparla por ponerse nerviosa.

—Quería preguntarte si mañana querrías venir a mi casa para comer, mi madre ha insistido, no hago amigos nuevos desde la primaria— asiento.

—Mientras él me deje yo estoy encantada en ir— bromeo y miramos a Aiden y él levanta las manos.

—No voy a ser yo quien os lo prohíba— vuelvo a mirar a Daniela y le sonrío ampliamente.

—Mañana nos iremos juntas— asiente sonriente— ¿Vas andando? — pregunto, ella asiente provocando que sus rizos despeinados cayesen sobre su cara— ¿Quieres que te acerquemos?

—¿No es una molestia?

—Ninguna— asegura Aiden, Daniela sonríe y vuelve a asentir montándose en el asiento de atrás.

Una vez la dejamos en su casa, marchamos hacia la nuestra.

—¿Tan horrible ha sido el día? — pregunta mientras comemos.

—Soy el centro de atención de todos— susurro fastidiada.

—¿Ese es el horrible problema? — asiento.

Necesito un abrazo suyo...

Aiden pasa un brazo por mis hombros dándose cuenta de mi mal humor y me atrae hasta él para depositar un tierno beso en mi coronilla.

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora