Ojos de mafioso

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No aparto la mirada de él. Y él de mí tampoco.

Tan solo nos quedamos así, con caras de idiotas mirándonos fijamente.

Mi respiración se entrecorta y siento la mirada de Aiden sobre mí.

—¿Quién se jubilaba?— pregunto casi sin voz.

—El padre de Marcus— responde al fin.

Por fin lo dijo.

Estoy en la celebración del final de la carrera del padre de Marcus, el padre de Adrián. Y el inicio de la suya.

Me suelto del brazo de Aiden por instinto, como si quemase de pronto. Me ha traído a un lugar donde no vería a Adrián, sino a Marcus y no sé cómo digerir eso.

¿Creía que me alegraría de verlo? ¿Lo ha hecho para que me dé cuenta de la mentira que me hizo vivir?

¿Por qué?

Por acto reflejo doy un paso en dirección al hombre que siempre me amó de la forma más fraternal posible, pero conforme me acerco me doy cuenta de que Adrián no está, esos no son sus ojos, esos son los ojos de Marcus y veo malicia en ella. Maldad. Burla.

Los ojos de un mafioso.

Por eso me paro a medio camino, entre Aiden y Marcus. Ambos me aterran en este momento, ambos planean males, ambos podrían poseerme.

Ya no veo el amor de hermano que siempre he visto. Ahora veo ansias, veo lujuria.

Y lo temo profundamente.

De buenas a primera alguien me toca el hombro y me giro asustada, pero no es más que la chica despampanante de antes, que me sonríe ampliamente.

—¿Estás bien?— frunzo levemente el ceño sin comprender por qué me pregunta eso— estás muy pálida...— me toma de las manos— y tiemblas. Ven conmigo.

Tira de mí con simpatía y la dejo guiarme hasta una puerta, no le pregunto nada y la dejo hacer, aunque me calmo cuando veo que es solo un baño donde me ha llevado.

—Ven, vamos a mojarnos un poco las muñecas.

Me acerca al lavabo y mete mis muñecas bajo el grifo.

—Eres nueva en esto, se te ve en la cara— la miro sin comprender. Ahora mismo no comprendo nada— ¿O no es por eso?— sonríe como si ya supiera qué me pasa.

Pero, ¿cómo podría saberlo?

—Marcus Davis es muy guapo, lo sé. ¿Tuviste un desengaño amoroso con él? Te he visto entrar con Aiden Black. Si no quieres elegir, tienes que disimular mejor, chica— ríe como si fuese una broma.

Me miro en el espejo y me veo pálida a pesar del maquillaje.

—Gracias— le agradezco y salgo del baño en busca de Aiden, lo encuentro hablando con Marcus así que me acerco con cautela.

El segundo se percata de mi presencia antes de llegar y me aferro al brazo de Aiden una vez estoy a su lado, mi mirada clavada en Marcus.

—Creía que conmigo eras diferente, no dudé de ti cuando me contaron quién eras realmente pero tan solo una mirada tuya he necesitado para retractarme— lo suelto nada más llegar y veo un regusto amargo en la mirada de Marcus, pero se recompone con facilidad.

—Es bueno que te hayas dado cuenta tan rápido— responde—. Los cubos de agua fría son mejores que un par de gotas diarias, al final las gotas suman más que un cubo y el impacto es mayor.

Está serio, pero sé que, aunque finge que no le importa lo que está diciendo, le han molestado mis palabras.

—Si me lo hubieses contado tú no te estaría viendo de forma distinta ahora.

—Igual que tú me contaste lo de tu hermano— reprocha.

—¡Te conté que había muerto!

—¡Y yo que mi padre me quería lejos de sus negocios!

Frunzo el ceño y lo veo encogerse de hombros.

—¿A ti también te discute tanto?— le pregunta a Aiden.

—Ni te imaginas.

—Vamos, esto es flipante— suelto cruzándome de brazos—. Estás hablando con mi secuestrador como si fuera mi pareja corriente, qué coño os pasa a los dos.

—Bien, hora de irnos— Aiden me agarra de la mano y se gira.

—¡Me tendrás a menudo en casa, Aiden!— escucho decir a Marcus pero ya nos hemos alejado.

Salimos del museo y caminamos por la acera esperando al chofer, que se demora no más de dos minutos.

—No has debido comportarte así— suspira Aiden cuando nos subimos al coche.

—Me has tendido una trama y me ha caído una pared de hielo encima, al menos compréndelo— se me aguan los ojos así que me cruzo de brazos y miro por la ventana.

Confiaba ciegamente en Adrián. Él era mi vida entera, era más importante que mi propia familia porque era la familia que yo elegí y esa vale oro.

Pero todo fue una dulce ilusión. Mi vida era una mentira y todo me acaba de explotar en la cara.

Y su mirada... sus ojos.

Sus ojos me decían muchas cosas malas.

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