Antes muerta

110 10 0
                                    

—Dime, Victoria, si te suelto las muñecas ¿Tratarás de escaparte? No querría tener que hacerte daño.

No me muevo, no reacciono. No puedo hacerlo. Eso parece gustarle porque sonríe y me desata las muñecas. Noto la sangre correr al fin por mis venas. Elmo me coloca los brazos a cada lado de mis costados, observando bien mi reacción. Pero ahora mismo estoy tan aterrada que haría todo lo que me ordenara.

Aiden nunca me hizo nada de esto. Marcus tampoco.

—Vas a ser una madre estupenda, Victoria.

Lo ha dicho, al fin ha dicho lo que quiere de mí.

—Elmo...— mi susurro se interrumpe por un sollozo. Él frunce los labios, me incorpora en la cama como si fuera una muñeca de trapo y me rodea con sus brazos, muy lejos de ser tranquilizadores.

Preferiría mil veces tener un hijo con Marcus, un millón de veces tenerlo con Aiden.

Elmo me coge como si fuese una princesa y anda por la amplia e iluminada habitación hasta una puerta, entra y al encender la luz veo que es un gran baño con una gran tina llena de agua, me coloca en el suelo y le dejo desnudarme. Me asquea cuando toca la piel de mis hombros al bajarme el vestido, me dan nauseas cuando me toca la espalda para desabrochar mi sujetador, pero cuando toca mis caderas para bajar mis bragas me dan arcadas y corro hasta el inodoro. Siento sus manos enrollarme el pelo en la nuca mientras acaricia mi espalda, pero eso solo hace que vomite más y más hasta que lo que sale es bilis.

Me dejo caer de culo en el suelo, cansada. Estoy muy cansada. Tengo demasiada información abrumadora en la cabeza, dando vueltas, reproduciéndose como una película. Recuerdos que no me pertenecen, imaginando lo que pasó y lo que pasará.

Cuando me doy cuenta, Elmo me está peinando. Le he dejado bañarme, lavarme los dientes, secarme y ahora peinarme. Me guía a la cama y, desnuda, me arropa con las suaves sábanas.

Pero yo no tengo fuerzas para luchar, quiero ser feliz y estar a salvo. Quiero dormir... así que no discuto y cierro los ojos sintiéndome una traidora a mí misma.

No quiero subsistir, quiero vivir.

Escucho cómo Elmo se desviste y siento cómo se acurruca bajo las sábanas, a mi lado. Pero le ignoro y me centro en mí hasta que consigo quedarme dormida.

No sé con quién estoy, pero conozco el camino por el que vamos. La mansión de Aiden está cerca.

¿Quién es este hombre y por qué me siento tan tranquila en el asiento del copiloto de lo que supongo que es su coche?

Ya me da igual, Elmo no está y eso es bueno. Creo.

—¿Quiere escuchar música? — me giro para mirarlo un instante. Me suena su cara.

—No, gracias, estoy bien— me limito a responder.

Por alguna extraña razón me siento feliz, estoy entusiasmada y creo que sé por qué.

—El jefe ha estado muy preocupado por usted, no ha parado hasta encontrarla— sonrío como una tonta al escucharlo.

Aiden me ha echado de menos... me pongo seria al pensar en lo mal que lo habrá pasado, preocupado día y noche. Quiero llorar mas no lo haré, ya he preocupado a esta gente lo suficiente.

—¿Están todos bien? — la pregunta sale de mis labios tan rápido e inesperadamente que el hombre a mi lado se aclara la garganta, incómodo y sin saber qué decir.

Algo ha pasado.

Algo anda mal.

Abro los ojos totalmente alarmada y veo a Elmo muy cerca de mí, me acaricia la mejilla con cuidado, parece preocupado.

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora