XXVII

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Narra Pablo

—¿Pero estas seguro de que va a venir?— pregunté por tercera vez, estábamos en el galpón de los padres de Tomás, y la verdad que nunca antes lo vi tan ordenado

—¡Ya te dije que si, Pablo! no me pongas más nervioso— dijo con las flores aún en sus manos, así es, lo obligue a que compre flores, se que Cielo se pondrá contenta, ella ama esas cosas ñoñas.

Por dios, al final el ñoño soy yo. Nunca antes le lleve flores a una chica... ahora tampoco en realidad, el que las lleva es Tomás, pero es como si fuera lo mismo. 

En realidad... no. No es ni parecido, si yo estuviera en el lugar de Tomás lo haría mejor. O eso espero.

No me creía que estaba ayudando a Tomás con la chica que me gusta, aunque tampoco se si me gusta, ya que nos vimos dos veces... pero es que Cielo fue tan.. tan especial. 

De repente alguien tocó la puerta, y Tomás se paro a abrir.

Yo me podría haber quedado ahí, y podría haberla visto, que ella me viera, pedirle disculpas y decirle que no dejo de pensarla desde esa tarde en la playa, y que me arrepiento de como todo esto termino. Podría haberle dicho que mi vida es un desastre, que yo soy una mierda pero que ella fue la única que logro sembrar algo bueno en mi, porque juro que desde que la conocí, solo se que quiero quererla, solo se pensar en un futuro juntos, solo se soñar con Cielo, imaginarnos, imaginar que esto funcione. Puedo decirle que quiero aprender a amarla, que quiero que me salve, porque yo mismo no se como hacerlo.

Que junto a mi cielo yo podría ser menos bestia. 

Pero no me animé a lastimarla otra vez, ya demasiado mal le cause, antes de que ella entre me escondí detrás de la otra puerta del galpón, Cielo no me vio, pero yo no podía dejar de mirarla a ella.

Su cabello lucía extraño, seguía siendo lacio, largo y castaño, pero no lucía como antes, sus ridículamente enormes gafas seguían ahí, tapando la mitad de sus ojos...  como amaba esas gafas. 

Parecía más desenvuelta, claramente tenía confianza con Tomás, eso me dolía. 

Sos mi perdición, Cielo. 

La escuche hablar, su voz dulce y armoniosa, su manera de expresarse, tan delicada, tan divertida, jamás creí que exista "la mujer de mis sueños", pero ahora se que con lo único que sueño es con ella. 

—Estaba con mi amigo, supongo que le habrá dado vergüenza— río Tomás —capaz la próxima vez puedas traer una amiga y estamos los cuatro—

—Lo voy a pensar— sonrió 

Yo no podría estar en una cita doble con ella, definitivamente no podría controlarme. No se como hago para controlarme ahora.

De todos modos por lo que tenía entendido ella no tenía amigas, ojalá que en estos meses haya logrado hacer por lo menos una.

Tomás hizo un chiste, o eso creo porque no lo escuche muy bien, pero si pude escuchar su risa, por dios, esa risa es preciosa. 

Decidí irme, estar a pocos metros de ella y no poder acercarme era una tortura. No puedo solo verla de lejos. Guada esta bien con Tomás. Yo no tengo nada que hacer ahí.

Salí a caminar, a despejarme un poco. 

Tomás ¿sabría querer a Cielo? ¿él la cuidaría? ¿se animaría a presentarla ante sus amigos, su familia? ¿él la comprendería? ¿Tomás sabría hacer todas las cosas que yo no pude? 

Habré estado mucho tiempo caminando sin rumbo, porque cuando llegue al Elite way ya era de noche, y ya me había perdido la cena. De todos modos no tenía hambre, tenia un nudo en el estómago.

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora