XXXVI

457 40 57
                                    

Maraton 2/2

La semana se me hizo eterna.

Ambas huecas no se me despegaban ni por un segundo. Me tenían harta pero yo no tenía otra opción. Eran dos garrapatas y yo ahora era la reina de las garrapatas. Me seguían hasta al baño incluso.

Las que fueron mis verdaderas amigas ahora me odiaban, claro que no las culpo, si yo haría lo mismo.
Pero no puedo evitar que me duela que Pilar me haya arrojado su collar, y que esa misma tarde Lujan me haya dejado el suyo sobre mi cama.

Claro que los guarde. Son algo que atesorare por siempre.

La semana transcurrió entre clases absurdas, como la de Andrade por ejemplo, charlas casi tan huecas como la cabeza de Mía, y miradas asesinas de parte de casi todo el curso.

No volví a cruzar palabras con mi antiguo grupo.
Y tampoco volví a hablar con Pablo, aunque compartíamos literalmente cada tiempo libre.

Ahora que yo me junto con sus amigos, estamos más cerca que nunca, pero a la vez lejos.
El se sienta en una punta y yo en la otra.
No hablamos, nos ignoramos entre nosotros. A lo sumo intercambiamos miradas.

Hoy era sábado, lo que significa que esta noche saldríamos a un boliche. "El infierno" de puerto madero. Dicen que es de los mejores.

Yo moría de nervios por dentro. El estómago me dolía, mi cuerpo temblaba y mi corazón quería salirse de mi pecho.

Esto solo podía causarlo Pablo Bustamante.

La ansiedad se apoderó de mi, quería ver su reacción al verme. Quería saber si mi atuendo o mi peinado iban a gustarle. Me moría por ver como actuaría conmigo hoy.

Se que es parte de una venganza, pero en el fondo sigo siendo una chica enamorada, que muere por ver esta noche al chico que le gusta.

—Basta, Marizza, saca esos pensamientos de tu cabeza— me dije a mi misma —Vos no estas enamorada—

Era la tercera vez que me miraba en el espejo.

Ya me había maquillado, hice unas cuantas ondas en mi cabello, me puse lo que compré en el shopping con las dos idiotas y me tire como seis veces perfume.

Es que estaba tan nerviosa que no podía dejar de prepararme, no se lo que puede llegar a pasar esta noche, pero si se que es lo que quiero que pase.

Los chicos pasarían por mi, en el auto de Pablo y en el de Tomás.

Cuando fui a ponerme perfume por vez número siete, la bocina de un auto toco frente a mí casa.
Baje las escaleras corriendo, me vi en el espejo una última vez y abrí la puerta, muerta de miedo.

No era un auto, era una moto.

Y esos ojos celestes que tanto mal me hacen, estaban frente a mi, me miraba con seriedad, como si no tuviera ganas de estar junto a mí esta noche.

El estaba hermoso, con una camisa blanca que resaltaba cada una de sus facciones, hasta sus ojos parecian mas claros y transparentes de lo que ya son.
Estaba desabotonada hasta su pecho, y al ser ajustada marcaba sus brazos, los cuales parecían estar muy bien entrenados.

Intente salir del trance, mire por detrás de él pero solo vi una moto, esa misma a la que ya me había subido en la fiesta anterior. No habían señales del auto de Tomas, ni de él resto de los sin cerebro.

—Me enviaron a mi a buscarte, porque en el auto de Tomi no entraba nadie mas— dijo de mal humor

—Esta bien— asentí nerviosa

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora