XII

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Narrador universal

Pablo se despertó por la luz del sol reflejando su rostro, abrió sus ojos confundido, estaba muy seguro de que este no era su cuarto, esta definitivamente no era su casa y la chica a su lado no era ni siquiera parecida a su novia ¿Qué paso ayer?

Se sentó en la cama y llevo una mano a su cabeza, el dolor que tenía era impresionante y el mareo que le dio por levantarse de repente fue peor. No podía recordar donde estaba, ni siquiera sabía con quien había dormido la noche anterior. Se miro así mismo de arriba a abajo, aún llevaba ropa puesta, y al parecer la chica también —¿No hubo acción anoche?— pensó

Volvió a mirar a su izquierda nuevamente, tratando de recordar quien era su acompañante. Logró reconocer a esa cabellera roja, al parecer se había acostado con Marizza y no lo recordaba. Sintió pena de no poder recordarlo, pero sabía que iba a poder repetirlo cuando ella despierte. O por lo menos eso creía. Ella abrió los ojos lentamente y al verlo se sorprendió.

—Buenos días, dormilona— dijo irónico —Que nochecita eh—

—¿Qué haces acá vos?— preguntó confundida —Ay, ya me acorde— rápidamente se sentó en su cama, frotando sus ojos —Ya te podes ir eh—

—¿Qué hiciste conmigo anoche? no recuerdo nada— se cruzó de brazos —Podemos repetirlo a ver si me acuerdo— intento acercarse a su boca, pero ella le corrió la cara

—Salí, debes tener un aliento a perro horrible— dijo con asco —Anoche no paso nada, Bustamante— se levantó de la cama y vio que aún seguía con esa incómoda ropa, hasta incluso tenía los zapatos —Estabas en pedo, tanto que pensaste que los aliens te perseguían y me pediste que por favor te cuide—

—¿Y decidiste cuidarme a besos?— levantó una ceja —No me quejo, me encanta tu originalidad—

—No idiota, metí tu cabeza en agua helada y después te acostaste en mi cama, quise ir a llamar a Tomás pero tenías tanto miedo que me tuve que quedar con vos— aclaró con seriedad —Al parecer me quede dormida y me perdí mi propia fiesta por tu culpa—

Ella se quito los zapatos y entro en su pequeño baño para lavarse la cara, los dientes y las manos, luego se colocó sus lentes de contacto y volvió a donde estaba el rubio.

—¿Usas lentes de contacto?— le preguntó confundido —Deben ser casi tan incómodos como tu ropa, no entiendo para que usas esas cosas, es ridículo Marizza—

—¿Y yo cuándo te pedí opinión?— respondió de mala gana —Cuando quiera un asesor de imagen te llamo—

—Que amarga que sos nena, no me gusta tu onda— bufó

—En vez de poder disfrutar de mi propia fiesta me quede dormida cuidando a un borracho que ni mis amigos ni yo invitamos, tengo varios motivos para ser mala onda— soltó con enojo— Vos y tu noviecita no tenían nada que hacer en mi casa, yo solo invite a Tomás, Luna y Guido—

—Ah, a nosotros nos invitó Fernanda— dijo como si nada —Sos muy ingenua si pensas que puede haber una fiesta sin nosotros—

—Y ustedes son unos idiotas si creen que pueden venir a mi casa así como si nada, esto es propiedad privada y la próxima que lo hagan voy a llamar a la policía ¿sabes?— 

—Marizza en vez de echarme como cualquier persona normal me cuidaste de los aliens, no te hagas la mala ahora— puso los ojos en blanco —¿Por qué no mejor me preparas un rico desayuno? tengo hambre—

—Porque son las dos de la tarde, Bustamante— dijo viendo su reloj —Necesito que te vayas de mi casa, tu simple presencia me irrita—

—O te calienta— levanto una ceja —No se por que te haces la dura, en el fondo te morís por mí como todas—

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora