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Capitulo cincuenta y cuatro

LIV

Narrado por Marizza

—La protección es muy importante a la hora de querer estar con otra persona, previene embarazos no deseados y enfermedades que podrían ser mortales— dijo el profesor Andrade, con nerviosismo —Pero a veces hasta la protección falla, por eso la mejor protección es la completa abstinencia, no se miren, no se hablen, no se toquen por lo menos hasta los treinta y cinco años, evitemos una tragedia, concéntrense en otras cosas, desgasten energía  y traten de estar lo más alejados posible—

Pablo y yo intercambiamos miradas, confundidos.

Estábamos en la oficina de Dunoff, sin Dunoff, por suerte y gracias a todos los cielos. El director nos hubiera expulsado a ambos de la escuela sin dudarlo ni por un segundo. Aparentemente el director Marcel Dunoff se tomó tres días de descanso, y dejó en su lugar a el profesor Andrade, quien dio la casualidad que nos encontró en las duchas, en una situación comprometedora. Luego de gritar, y una vez que superó el espanto, evitando desmayarse, obligo a Pablo a cambiarse (lejos mío, por supuesto) y llamó a Luján, quien es una persona discreta y de confianza para que me alcance mi ropa seca, ya que mi uniforme quedó completamente empapado. Agradecía que por lo menos yo estaba vestida, porque sino el profesor iba a morirse.

Martín Andrade trató de hacer que todo sea lo más discreto posible, no quiso que otros profesores ni preceptores se enteren de lo que sucedió en ese lugar (aunque según Pablo y yo, no había pasado nada, ya que ni siquiera nos besamos), Andrade creía que si alguien más se enteraba de esto, nos ganaríamos la expulsión, y ninguno de los tres quería eso. Nos trajo casi de incognito a los dos hasta esta oficina. 

—¿Cuál va a ser nuestro castigo?— pregunté nerviosa —¿No va a volver a llamar a nuestros padres, verdad? Spirito me mataría—

—La última vez que llame a sus padres comprendí el grave problema que tienen con ellos, así que preferí no hacerlo  y evitar otro conflicto— explicó —Hable con sus madres, Mora y Sonia, cuando les expliqué la situación, ambas dijeron que vendrían lo antes posible, supongo que estarán por llegar—

—¡No! ¡Sonia no!— me quejé —Va a ser humillante, la conozco—

—Más humillante fue encontrarla en un lugar prohibido, haciendo algo prohibido, señorita— suspiró —Se que son adolescentes, y que sus hormonas están disparatadas en este momento, estudie muchos años para ser profesor y tratar con estos problemas, pero realmente no los entiendo ¿es necesario? ¿tanto les cuesta esperar hasta los treinta y seis años?—

Pablo rió por lo bajo, y a mi se me escapó una sonrisita, la actitud de Andrade me parecía demasiado exagerada, pero se que peor hubiera sido que nos atrape Marcel Dunoff, ese si que hubiera exagerado la situación. 

—En las clases de educación sexual nos dan preservativos y no nos regañan ¿por qué no puede hacer lo mismo?— se quejó Pablo —Lo que usted está haciendo no es profesional—

—¡¿Qué!? ¿Para que estés con ella?— dijo exaltado —¡Ni loco! es una nena aún—

—En realidad, dentro de unas semanas cumplo dieciséis— respondí yo —Pablo y yo tenemos casi la misma edad, no veo cual es el problema—

—¡Sos una criatura, Marizza!— insistió —Sos muy pequeña para esto—

—Según estudios científicos, el promedio de edad de inicio de actividad sexual es entre los quince y diecinueve años, Andrade— me cruce de brazos —Como profesor debería saberlo, ya que trata con adolescentes—

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora