XXIII

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Y así arrancaba el martes, de mal humor y con una noticia que no me ayudaba en nada. 

Tendríamos que quedarnos una hora más ya que por fin habían conseguido a un profesor de arte "a la altura" de un colegio como el elite way school, como si fuera poco todo lo que nos mandan ahora se sumaba una materia más. No lo conocía al profesor, pero ya lo odiaba con toda mi alma por hacerme desperdiciar una hora de mi preciado tiempo en dibujitos y garabatos.

¿Por qué estaba de mal humor? fácil, anoche Lujan tomó mi celular, el que uso para hablar con Tomás y encontró mensajes de él. Lo que llevó a una nueva pelea, por un lado le molestaba saber que estaba ilusionando al pobre chico con una persona que ya no existe, y por el otro, decía que estoy traicionando a Pilar, quien esta enamorada profundamente de Tomás Escurra, cada día más.

Traté de explicarle que Tomás y yo somos solo amigos y que jamás lastimaría a Pilar, pero es dificil que Luján lo entienda. Y eso que evite contarle que Tomás y yo nos vimos el fin de semana anterior. Con disfraz incluido. Nadie más que él y yo sabíamos ese secretito.

Estabamos caminando hacía el salón de arte, por suerte Manuel llevaba mis carpetas y mi cartuchera porque odiaba andar con todo eso en la mano.

—Llegan tarde alumnos— nos dijo de mala manera al escucharnos entrar, ya todos estaban sentados en sus lugares, solo faltabamos Manuel y yo.

—Acostúmbrese, nos arruinó el horario del almuerzo— me quejé

El profesor volteó a verme indignado, pero en lugar de regañarme se quedo observandome en silencio.

—¿Cuál es su nombre?— preguntó con seriedad

—Marizza— puse los ojos en blanco

—El nombre completo, señorita—

—Marizza Pía Spirito— contesté de mala gana —tenga cuidado profesor, no creo que me quiera de enemiga—

—Spirito...— repitió — no se como serán los demás profesores, pero a mi se me respeta ¿no te enseñaron buenos modales en tu casa?—

—¿Qué le importa lo que me enseñen o no en casa?—

—Bueno, basta— dijo Manuel —disculpe profesor, ya nos sentamos— me tomó del brazo y me arrastró hasta los asientos

—¿Su nombre?— le preguntó al mexicano

—Manuel Aguirre—

—Tiene media falta, Aguirre— avisó mientras anotaba en su libreta —Spirito tiene media falta y espero que se quede después de clases para hablar conmigo y con el director—

Todos comenzaron a susurrar a lo bajo por la pelea que estaba teniendo con el profesor nuevo.

—Yo no me pienso quedar en ningún lado, y menos con un tipo que no conozco ni el nombre—

—Soy Martín Andrade y soy su profesor, quédese tranquila Spirito, va a tener tiempo de sobra para conocerme durante sus castigos—

—Me dan igual los castigos, haga lo que se le de la gana—

—Supongo que va a estar de acuerdo con quedarse después de hora a hacer un trabajo... y a esto le sumamos cinco amonestaciones, claro—

—Haga lo que quiera, Andrade—

Él comenzó a hablar de lo irrespetuosos que eran los jovenes de hoy y de como esto en su época no pasaba. Sinceramente deje de prestarle atención, Martín Andrade era un idiota disfrazado de profesor, un cuarentón con pocas ganas de vivir, un traje ridiculo y un mal intento de hacerse respetar.

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora