XLVIII

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Marizza.

Domingo por la mañana, lluvioso, nublado y frío, me desperté entre llantos luego de otra pesadilla, me duché, haciendo que el agua caliente relaje cada musculo de mi cuerpo, me tranquilicé y volví a la cama, decidí no desayunar.

Vi en mi desordenado escritorio las hojas con la tarea que Pepa me dejo para mañana, no fui capaz de responder ni una sola pregunta. La dejé ahí, sin importar. 

Tire la toalla que quite de mi cabello al suelo, junto a montones de ropa. Ya habría tiempo para recogerlo. Hoy me daba igual, todo me da igual.

Decidí terminar la serie que empecé hace pocos días, fue mala idea, terminé llorando nuevamente.
El final no fue triste, lo triste es saber que yo nunca voy a vivir esas historias, porque a mi siempre todo me sale mal.

Supe que nunca iban a quererme como a la protagonista.

Nunca nadie podría quererme, sin importar cuanto cambie, yo no estoy destinada a ser amada.

Al mediodía me decidí a bajar a comer algo, mi cuerpo dolía de tanto estar acostada, y ya no tenía lágrimas para llorar. Pase por el cuarto de Sonia, ella seguía dormida, anoche había tenido una función. Mamá jamás se despertaba temprano.

Otro día encerrada y sola. Llorando por todos los rincones, sintiéndome una idiota.
Faltaba un mes para mi cumpleaños número dieciseis, creí que seria el primer año que pueda festejarlo con una gran fiesta, con amigos y esas cosas... pero claro que ya no los tengo.

Estoy oficialmente sola.

No tengo a nadie a quien contarle mis secretos, las cosas que me alegran o me ponen triste, ya no existe nadie que se preocupe por mi.

No había comida en casa, por lo que decidí pedir una pizza. Estos últimos días no había estado comiendo mucho, así que me merecía comer una pizza entera yo sola, es más, también me merecía una gaseosa, así que la agregué al pedido. Le dije al hombre de seguridad de mi casa que me avise cuando llegue mi pedido, que yo misma iba a recibirlo. 

Veinte minutos más tarde me llamó, fui hacía la entrada, pero lo que vi no me gusto, para nada.

—Traje tu pedido, ya esta pago— me dijo Pablo, parado en la puerta de mi casa junto al hombre de seguridad, tenía una caja de pizza en una de sus manos, una bolsa con una botella en la otra, y una caja aún más grande en el suelo.

Por suerte la lluvia había disminuido, aunque aún se podía ver una que otra gota.

—¿Qué haces acá, Bustamante?— pregunté sin animos

—Que fea manera de tratar a tu amigo— se quejó —¿Puedo pasar?—

Inhalé hondo, tratando de evitar soltar el insulto más grande que se me ocurra. Conté hasta diez antes de contestar.

—Como quieras— respondí de mala manera

Tomé la caja entre sus manos y la deje sobre la mesa del living. Él dejó la bolsa con la gaseosa junto a la pizza, y luego volvió hacía la puerta, con la otra caja en sus manos.

—Me tenías muy preocupado, Marizza— confesó —Llevo días escribiéndote y jamás contestaste—

—Tengo apagado mi celular, no quiero estar en contacto con nadie, Pablo—  suspiré, nuevamente la angustia se apoderaba de mí —Necesito estar sola—

—El día que nos conocimos también querías estar sola, pero no me podes negar que la pasaste mejor estando con Bobby— sonrió

—No me menciones ese nombre, me trae malos recuerdos, me parece ridículo, me molesta ¿no entendes?— pregunte enojada

The actingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora