𝑳𝒂 𝒄𝒂𝒔𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝑳𝒆𝒆

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—¡Hey, Jakey! —Heeseung llamó su atención sonriente cuando le vio bajar las escaleras de la entrada al terminar la jornada.

                     

Jake le vio y, apretando un poco los labios, pasó de largo.

                     

Lee le siguió.

                     

—Hey, ¿no me viste? —sonrió de lado, pero su sonrisa se borró casi al instante. —¿Me estás ignorando? —se detuvieron.

                     

—Ah... Uhm... Estoy ocupado. Necesito estudiar. —murmuró sin darle cara.

                     

—¿Seguro? —frunció un poco el ceño. —Te sucede algo...

                     

—No me pasa nada. Nos vemos mañana. —intentó seguir caminando, pero el mayor le tomó de la muñeca y lo arrastró a su auto. —Heeseung... Oye, ¡suéltame! —se quejó, pero ya estaba arriba.

                     

—A casa. —ordenó el pelinegro, sin soltarle la muñeca, y el chofer se puso en marcha.

                     

—¿Qué? Yo no quiero ir.

                     

—No te dejaré irte hasta saber porqué estás así. —lo miró con seriedad y entonces Jake supo que no le quedaba de otra que aceptar y guardar silencio.

                     

Pasó un buen rato antes de que llegaran. La casa de la familia Lee era mucho más sofisticada de lo que el pequeño rubio había imaginado; ubicada en el mejor sector de la ciudad, incluso destacaba entre todas las demás mansiones y edificios por su reluciente fachada llena de brillantes ventanales que contrastaban con las paredes de piedra y madera rústica. A primera vista, le pareció una casa como de película, de aquellas que se sitúan en medio del bosque, pero mucho, mucho más lujosa.

                     

Observó alrededor en silencio mientras bajaban del auto. Heeseung lo guió por la entrada y el pasillo, y luego subieron las escaleras hasta lo que supuso sería su habitación.

                     

—E-espera. ¿No hay nadie en casa?

                     

—Aparte de la criada que nos abrió la puerta, no. Mi madre está en la empresa y mi padre en un viaje de negocios.

                     

Aquello le hizo ponerse nervioso por algún motivo.

                     

Y el sentimiento aumentó cuando entraron en la habitación y Heeseung cerró la puerta.

                     

—Bien. Ahora tú y yo vamos a hablar.—¡Hey, Jakey! —Heeseung llamó su atención sonriente cuando le vio bajar las escaleras de la entrada al terminar la jornada.

                     

Jake le vio y, apretando un poco los labios, pasó de largo.

                     

Lee le siguió.

                     

—Hey, ¿no me viste? —sonrió de lado, pero su sonrisa se borró casi al instante. —¿Me estás ignorando? —se detuvieron.

                     

—Ah... Uhm... Estoy ocupado. Necesito estudiar. —murmuró sin darle cara.

                     

—¿Seguro? —frunció un poco el ceño. —Te sucede algo...

                     

—No me pasa nada. Nos vemos mañana. —intentó seguir caminando, pero el mayor le tomó de la muñeca y lo arrastró a su auto. —Heeseung... Oye, ¡suéltame! —se quejó, pero ya estaba arriba.

                     

—A casa. —ordenó el pelinegro, sin soltarle la muñeca, y el chofer se puso en marcha.

                     

—¿Qué? Yo no quiero ir.

                     

—No te dejaré irte hasta saber porqué estás así. —lo miró con seriedad y entonces Jake supo que no le quedaba de otra que aceptar y guardar silencio.

                     

Pasó un buen rato antes de que llegaran. La casa de la familia Lee era mucho más sofisticada de lo que el pequeño rubio había imaginado; ubicada en el mejor sector de la ciudad, incluso destacaba entre todas las demás mansiones y edificios por su reluciente fachada llena de brillantes ventanales que contrastaban con las paredes de piedra y madera rústica. A primera vista, le pareció una casa como de película, de aquellas que se sitúan en medio del bosque, pero mucho, mucho más lujosa.

                     

Observó alrededor en silencio mientras bajaban del auto. Heeseung lo guió por la entrada y el pasillo, y luego subieron las escaleras hasta lo que supuso sería su habitación.

                     

—E-espera. ¿No hay nadie en casa?

                     

—Aparte de la criada que nos abrió la puerta, no. Mi madre está en la empresa y mi padre en un viaje de negocios.

                     

Aquello le hizo ponerse nervioso por algún motivo.

                     

Y el sentimiento aumentó cuando entraron en la habitación y Heeseung cerró la puerta.

                     

—Bien. Ahora tú y yo vamos a hablar.

𝗦𝗛𝗬 𝗕𝗢𝗬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora