𝑳á𝒈𝒓𝒊𝒎𝒂𝒔 𝒇𝒖𝒈𝒂𝒄𝒆𝒔

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—¿C-cómo? Tiene que ser un error... —Jake intentaba reír en una especie de mueca.

                     

—Somos nosotros. —replicó el mayor, sin poder dejar de leer la noticia. —Hoy... en el salón... —su respiración empezó a acelerarse.

                     

No cabía duda. Los uniformes, el cabello negro de Lee... Incluso los nombres de ambos salían allí.

                     

—¡Alguien nos tomó una fotografía y la publicó, maldición! —la poca calma en sus facciones se esfumó completamente, mientras el menor palidecía, apoyando la espalda en la pared para no caer.

                     

Era real. Estaba pasando. Y Sim entró en pánico rápidamente.

                     

—P-pero... H-Heeseung... Ahora... ¡Ahora todos van a saberlo! —pasó sus manos por su cara, empezando a desesperarse. —Mi padre va a enterarse, la prensa... ¡Todos hablarán de ti, de que sales con un chico! —sus ojos se llenaron de lágrimas y finalmente, se quebró en un doloroso llanto. —... Todo se acabó... para los dos... —sollozó dejándose caer.

                     

Y el mayor, con el alma partida en dos por aquella escena, hizo un esfuerzo por calmarse. Las cosas no podían ser peores, era cierto, pero no quería que Jake sufriera de esa manera.

                     

—Sim... —se agachó a su altura y lo abrazó con fuerza. —Por favor, no llores... —acarició su cabello, apretando los labios para no quebrarse también.

                     

—Estamos perdidos... —lloró con un hilo de voz, y el mayor se alejó un poco para besar su mejilla, intentando reconfortarle.

                     

—No digas eso. Todo estará bien, de verdad. —intentó sonreír un poco.

                     

—¿Cómo podría estarlo? ¿Cómo?

                     

—Inventaremos algo, ¿sí?

                     

—¡Pero no podemos negar lo que se ve en la fotografía!

                     

—Entonces me echaré la culpa. Diremos que te besé en contra de tu voluntad. Así la gente no va a señalarte, ¿de acuerdo? —tomó sus mejillas.

                     

—¡No! No puedo dejar que hagas eso. ¿Qué hay de ti? ¿Qué hay de tu carrera? ¡Solo estás pensando en mí!

                     

—¡Porque tú eres lo único que me importa! —soltó desesperadamente.

                     

Y por primera vez en todo ese tiempo, Jake vio pequeñas y brillantes lágrimas, deslizándose como estrellas fugaces por aquellas pálidas mejillas.

𝗦𝗛𝗬 𝗕𝗢𝗬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora