𝑨𝒎𝒂𝒏𝒆𝒄𝒆𝒓

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A la mañana siguiente, la débil luz del sol entrando por los ventanales despertó a Jake. Se sentó en la cama soltando un bostezo y pasó las manos por su cara. ¿Qué hora era? Miró a un costado, buscando su reloj en la mesita de noche, y entonces se percató de que no estaba en su habitación.

                     

Miró rápidamente a su lado, ahora más que despierto, y entonces vio una cabellera negra asomando entre las colchas.

                     

Sonrió con ternura y le destapó hasta ver unas pálidas mejillas asomando; Heeseung dormía plácidamente, con el ceño ligeramente fruncido. Una expresión tan adorable como atractiva.

                     

Acomodó algunos mechones de su frente con sumo cuidado para no despertarlo, recordando vagamente el día anterior, hasta que llegó al momento en que...

                     

—Oh, cierto. Lo... lo masturbé. —susurró viendo su mano derecha, que estaba limpia, obviamente, pero con la que le había hecho sentir bien la noche anterior.

                     

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, junto a un leve sonrojo. Algo como eso parecía imposible de hacer para el Sim Jake de antes, que solo tenía cabeza para los libros y los estudios. Y ahora de pronto tenía novio, y experiencias como esas... Sin duda era lindo estar enamorado.

                     

De pronto sintió un dedo deslizarse por su espalda, y su piel se erizó.

                     

—Buenos días. —la ronca voz del mayor, incluso más ronca de lo normal, inundó sus oídos.

                     

—Hola. —habló suave, volteando a verlo. —Lo siento, ¿te desperté?

                     

—No, pero debiste. —murmuró sentándose para rodear sus hombros y besar su mejilla. —... Fuiste lo primero que vi al abrir los ojos. Por un momento creí que estaba muerto y esto era el cielo... Pero de seguro los ángeles no son tan bonitos como tú. —susurró, dormitando en su hombro.

                     

El corazón de Jake se sacudió, a punto de derretirse.

                     

—Qué locuras dices, Lee... —sonrió negando, haciéndolo recostarse de nuevo. —Duerme un poco más.

                     

—No quiero... —susurró cerrando los ojos, cediendo otra vez al sueño.

                     

El rubio soltó una risita. Realmente era terco.

                     

—Te amo... —susurró, pero el mayor ya dormía.

𝗦𝗛𝗬 𝗕𝗢𝗬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora