•|Capítulo 32|°

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Todo pudo haber comenzado por una mentira pero llega el momento en que la mentira termina siendo verdad.

Anne:

Ese día tuve tres exámenes sorpresa.

Saque la nota mínima en todos.
No estaba preparada y no tenía cabeza para eso.

No podía dejar de pensar en lo que había hecho. ¡Había hecho equipo con Claire!

Debía pensar en descubrir el maldito secreto.

Luego trataría de subir notas.

A la hora del almuerzo tome mi bandeja en la cual descansaba una manzana, arroz con carne asada y un trozo de pastel, todo separado.

Decidir donde me sentaría se torno mas difícil que nunca.

Cuando me dirigía a sentarme sola sentí una voz detrás de mí:

—¡Hey! Ash.—gritaba Zach hasta alcanzarme.—¿Te sientas conmigo, chica popular?

Pues, claro…

La frase fue procesada por mi cerebro y aprobada por cada una de mis neuronas pero no me dio tiempo decirla.

—¡Hey! Impostora, siéntate aquí.—gritó desde su mesa  Blacke quien estaba al lado de Claire.

Pues, claro, vamos Zach…

Nuevamente mis neuronas coincidieron en que era la mejor respuesta, así nos sentábamos todos hasta que:

—¡Ash! Ven.—gritó Alice desde su mesa, quien me había guardado una silla.

Ven, Alice, sentémonos aquí con Blacke.

Iba a decirlo, aprobado por todos en mi cerebro, firmado por la neurona presidenta pero:

—¡Pequeña gran farsante!

Adivinen quien fue.

Aarón señaló con su mano la silla a su lado donde había una chica que con solo una mirada de él se fue más rápida que un pedo.

Aarón ni siquiera sonó amigable sino como si me ordenara que me sentase a su lado.

Amaba eso de él… quiero decir: Odiaba eso de él, odiaba, odiaba. ¿Por qué dije amaba? Era odiaba, obvio.

Entonces rebobinemos:

Zach quería que me sentase a solas con él.

Blacke que me sentará con él y Claire.

Alice que me sentase a su lado, en su mesa.

Y…

Aarón exigía que me sentara con él.

Por algún idiota motivo mis pies caminaron solos sin pensarlo, como si las neuronas se sobrecargaran y solo decidieran apagarse para no morir de sobrecalentamiento.

Fui caminando sin una idea clara de que demonios haría.

No podía sentarme con todos, a alguien debía dejar colgado.

Cuando volví a reaccionar estaba frente a Aarón quien me observaba todo el cuerpo con desfachatez.

Su mirada ardía sobre mi piel.

Me sentía desnuda y en ese momento odie el conjunto escogido por Megan, que dejaba al aire mis piernas y se marcaban ciertas partes de mi anatomía.

—¿Te sientas o te obligo?—preguntó con esa sonrisa tan sínica y perfecta.

Tu Secreto En Mis Manos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora