CATORCE

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En busca de nuevos aliados, Aegon envió a su hermano, Aemond, a Bastión de Tormentas. El príncipe debía conseguir la lealtad de Lord Borros Baratheon hacia el nuevo rey, ya que anterior Señor de las Tormentas había jurado ante el rey que sería leal a su heredera, Rhaenyra. Los Verdes esperaban que Lord Borros no se mantuviera en el mismo bando.

Aemond accedió, pero pidió a su hermano que Maela lo acompañara. Ambos volarían a lomos de Vhagar. Aunque la reina madre y la mano del rey se negaron, Aegon le concedió el deseo a su hermano. Maela, quien esa mañana había faltado a la reunión, se sorprendió cuando su esposo se lo contó.

─ Partiremos de inmediato─le informó.

─ ¿Por qué me llevarás contigo, Aemond?

El príncipe no respondió a su esposa pero, en el fondo, temía que si la dejaba sola en la capital, Aegon siguiera llamándola en las noches. Sabía que su hermano se aprovechaba de ella. Y le hervía la sangre cada vez que Maela lo dejaba para ir con él. No quería estar lejos y pensar en lo que podía pasarle. No quería estar sin ella.

─ Porque sangre Baratheon corre por tus venas ─le dijo.

─ Te mientes a ti mismo, Aemond. Rhaenys es una Baratheon. Yo soy una Velaryon. Lord Borros no doblará la rodilla por mi.

─ Eso lo veremos.

La pareja partió hacia Bastión de Tormentas entrada la tarde. Maela iba sentada detrás de su esposo, en la montura de Vhagar. El viaje fue corto. Aterrizaron en el lugar en la noche. Lord Borros salió alarmado de su castillo, encontrándose con la gran Vhagar, su jinete y la esposa de este.

─ Lord Borros, le traigo una carta de mi hermano, el rey ─dijo Aemond, entregándole el pergamino.

─ No me caben dudas, mi príncipe. Ha venido usted con su esposa, ¿verdad?

Aemond asintió. Maela dio un paso al frente y se presentó ante el Señor de las tormentas.

─ Maela Velaryon, mi lord ─le extendió su mano, la cual hombre besó, bajo la atenta mirada del príncipe.

─ La conozco, princesa. Tu abuela es una Baratheon, por parte de su madre.

─ Así es, señor.

─ Supongo que están aquí para pedir mi lealtad ─se dirigió a ambos, para sorpresa de la joven.

─ Lea la carta, mi lord ─le dijo Aemond. El hombre aceptó. Llamó a su Maestre de inmediato. El anciano le leyó el contenido de la carta, mientras Lord Borros oía atentamente.

─ Así que el rey ofrece casar a una de mis hijas con su hermano pequeño, Daeron. ─hizo una pausa. Maela se sorprendió ante la oferta. Aemond no le había contado nada sobre las intenciones del rey. ─ ¿Dónde está el joven principe?

─ Sirve como escudero de Ormund Hightower en Antigua ─contestó Maela. ─ Le aseguro, mi lord, que Daeron es un joven atractivo y fuerte, que hará feliz a cualquiera de sus hijas.

─ No dudo de ello, princesa ─el señor hizo una pausa, sopesando sus opciones─ ¿Qué les parece que entremos al castillo? Una tormenta está a punto de caer, puedo sentirlo.

La joven pareja intercambió miradas y, contemplando que no podían regresar a Desembarco del Rey en mitad de la noche, menos con una tormenta en camino, aceptaron la oferta de Lord Borros.

Cenaron en un gran salón circular. Las cuatro hijas del señor estaban allí. Maela examinó a cada una de ellas, pensando cuál sería la indicada para el joven Daeron. Cenaron carne asada con verduras. Maela comió poco, ya que no tenía apetito.

─ Rhaenyra lleva demasiado tiempo dado por sentado el apoyo de mi casa ─dijo Lord Borros, llevándose un bocado de carne a la boca. ─ Sí, la princesa Rhaenys es pariente mío. Una tía abuela a la que nunca conocí se casó con su padre, pero ya murieron los dos. Y Rhaenyra no es Rhaenys, ¿verdad? Su causa está abocada al fracaso, se lo diría yo mismo si pudiera.

Maela disimuló su cara de hastío. Su odio contra el Señor de Bastión de Tormentas aumentaba más y más a medida que este hablaba. Cada palabra que salía de su boca, parecían motivo suficiente para que la princesa robara la espada de su esposo y la atravesara por la garganta del lord. Pero debía mantenerse serena, se recordaba. Estaban allí para hacer aliados, no enemigos.

─ Lord Borros, si nos disculpa, mi esposa y yo quisieramos descansar ─dijo Aemond, poniéndose de pie. Maela permaneció sentada, hasta que el hombre les indicó donde dormirían. Se despidió amablemente de las hijas del señor y, luego, siguió a su esposo hacia la habitación donde pasarían la noche.

Maela no había llevado un cambio de ropa, así que se acostó desnuda, entre los brazos de su esposo.

─ ¿Deseas que seamos padres? ─le preguntó a Aemond. Él se encogió de hombros.

─ No lo sé. Aunque sería lindo una niña pequeña, de cabellos blancos, tan bella como tú.

─ O un niño con tu astucia y fortaleza ─dijo ella. ─ Pero mientras estemos en guerra, lo mejor sería no traer a un niño a este mundo.

Aemond asintió, coincidiendo con su esposa.

─ Te amo, Mae ─susurró contra su oído.

─ Y yo a ti, Aemond.

Los príncipes cayeron dormidos con rapidez, cansados luego del largo día que habían tenido. Maela soñó con un jardín repleto de flores, en donde corrían tres niños de cabellos blancos y largos. Luego, un dragón volaba sobre ellos y los bañaba en fuego.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora