UNO

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Año 128 d.c

Maela corría por los pasillos de la Fortaleza Roja, ignorando los gritos detrás de ella.

─Detente, Maela. ¡Esperame!

La joven reía a carcajadas. Bajó las escaleras que daban al salón principal, atestado de gente.

─ ¡A que no me alcanzas! ─canturreó burlona.

Se hizo paso entre la multitud y logró salir al patio. Entre tanta alboroto, Maela olvidó que en el patio había hombres entrenando. Frenó en seco al percatarse de aquello. La presencia de una mujer no pasó desapercibida y, aunque Maela no perdió la compostura, sus mejillas no tardaron en teñirse de rojo. Divisó al principe Aegon parado junto a Ser Criston Cole. Ambos llevaban espadas de madera en la mano. Maela sintió como los ojos del príncipe la miraban de arriba a abajo. De pronto, Aegon soltó un bufido y arrojó su espada al piso. Todos los presentes agacharon su cabeza cuando el príncipe se retiró del patio, menos Maela. Al pasar a su lado, Aegon le dedicó una mirada que la princesa supo interpretar a la perfección.

─ ¡Te alcancé!

La voz de Alyssa la sacó de su ensimismamiento. La chica jadeaba detrás de ella. Estaba roja, y su cabello caía despeinado sobre su rostro. Maela le dedicó una media sonrisa, y luego la tomó del brazo.

─ Ven, te acompañaré de vuelta a la cocina.

Alyssa la miró con el ceño fruncido.

─ ¿Tan pronto?

Maela asintió.

Alyssa era su única amiga en el castillo. Era hija de la cocinera, una señora regordeta y de cabello oscuro. Había nombrado a su hija así en honor a la bisabuela de Maela, la princesa Alyssa. Cuando la princesa estaba aburrida, o la vida en la corte la abrumaba, recurría a Alyssa para distraerse, y a la chica le gustaba pasar tiempo fuera de la cocina, en donde su madre la obligaba a pelar papas todo el día. Pero ahora debía dejarla, ya que su presencia era requerida en otro lugar.

─ Dile a tu madre que mataría por una tarta de limón ─la despidió con un abrazo y le prometío que volvería por ella en la mañana. ─Iremos a leer al bosque de dioses.

─ Sabes que yo no sé leer.

─ Entonces te leeré yo a ti.

La princesa se alejó de su amiga, no sin antes volver a recordarle sobre la tarta de limón.

Subió hacia los aposentos reales a paso calmo, tarareando una dulce melodía que había practicado hacía unas semanas en sus clases de canto. Se peinó el pelo con los dedos, y se arregló el vestido. Seguro apestaba, ya que se la había pasado todo el día corriendo de aquí para allá, pero no tenía tiempo de tomar un baño. El deber llamaba.

─ El príncipe Aegon solicitó mi presencia ─dijo a los guardias que custodiaban a su tío. Reconoció a Ser Arryk entre ellos. El caballero no dudó en dejarla pasar.

─ Adelante, princesa.

El principe estaba impaciente, notó la princesa apenas ingresó a la habitación. Bebía con ahínco de una copa cargada de vino, sentado, pero su pie no paraba de moverse. Maela se acercó a él en silencio y le arrebató la copa de sus manos. Se la llevó a los labios y probó un poco.

─ Vino dorniense ─dijo, devolviendo la copa al príncipe. ─Solo tomas vino dorniense cuando te encuentras de un humor particularmente irritable.

─ Así es─ coincidió Aegon.

─ ¿Puedo preguntar a qué se debe?

Sacudió la cabeza.

─ ¿Y qué puedo hacer por usted, mi príncipe, para hacerlo sentir mejor?

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora