SETENTA Y UNO

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─ ¡Mae!

Aemond alcanzó a agarrarla por debajo de los brazos, evitando que sus rodillas tocaran el suelo. Maela sentía su cuerpo flojo y sus parpados pesados.

─ ¿Qué pas...?

Alcanzó a bajar su mirada hacia el suelo y vio que la piedra estaba teñida de rojo. Sangre. Entonces, su corazón se aceleró y temió lo peor.

─ ¡Joffrey! ─Aemond gritó mientras la cargaba en brazos. Su hermano debía de estar medio dormido en el cuarto de al lado, porque cuando apareció sus ojos apenas estaban abiertos y aún llevaba sus ropas de dormir. ─Trae de inmediato a los Maestres.

Aemond la recostó sobre la cama y comenzó a quitarle el vestido. Maela sentía las manos de su esposo sobre él, calientes. Aemond deslizaba sus manos sobre los brazos de ella y la sentía helada. Su piel estaba más blanca de lo normal y sus ojos perdían el brillo. Pensó que la iba a perder. Y temió lo peor. Temió tener que tomar la decisión que su padre, el rey Viserys, alguna vez tuvo que hacer. O su esposa o su bebé.

─ Príncipe Aemond ─el Maestre Lumos venía acompañado del Maestre Tarly y del Maestre Polin. Joffrey estaba debajo del marco de la puerta, mirando la escena horrorizado. Su hermana yacía en la cama, con su camisón blanco empapado de sangre.

─ Salvenla ─les gritó Aemond. Acompañado de su pedido desesperado, se oyeron dos fuertes rugidos que hicieron temblar los cimientos del castillo.

─ Son Vermithor y Vhagar ─anunció Joffrey, asomándose por la ventana.

Entonces, cuando los Maestres la estaban revisando, Maela se incorporó de golpe, soltando un grito desgarrador. Le dolía todo el cuerpo. Sentía un peso enorme sobre ella, aplastándole el abdomen. Pero parecía que el calor volvía a su cuerpo.

Aemond se le quedó mirando, asombrado. Iba a perderla, pensó. Iba a perderla pero ahora está bien. No tardó mucho más en arrodillarse junto a ella y tomarle de la mano. Comenzó a besarla, acariciarla. Maela lo miró con aquel brillo espectacular en sus ojos violetas. Oh, por los Dioses, estaba de vuelta. Estaba viva.

─ Princesa, el bebé está en camino ─le avisó entonces el Maestre Lumos.

─ ¡Creo que ya me di cuenta! ¡Ahhgggh!

Su estómago se contrajo y las lágrimas comenzaron a saltarle de los ojos. Apretó la mano de su esposo con tal fuerza que pensó que se la había roto. El Maestre Tarly se arrodilló en la cama y le abrió las piernas. Maela notó que había sido despojada de su vestido y llevaba solo su camisón blanco empapado de sangre. Pero sentía a su bebé. Estaba bien. Estaban bien.

─ ¿Está dilatada, Tarly? ─preguntó el Maestre Lumos asomándose por encima del hombro del otro Maestre, intentando ver entre las piernas de la princesa.

─ Lo está, pero no lo suficiente.

─ Aemond ─Maela miró a su esposo─ Daeron ─alcanzó a decir antes de que otra contracción la atacara─ ¿Se metió en el castillo?

─ Mae ─Aemond advirtió a su esposa. No creía que fuera momento para discutir tales asuntos. Hacía apenas instantes creía que iba a perderla.

─ ¡Dímelo! ─demandó furiosa la princesa.

─ No lo creo ─le respondió, con cierta duda─ Daeron no se crió en la Fortaleza. No la conoce tan bien como para meterse sin ser visto.

─ ¡Pero Aegon si lo hace! ─otra contracción llegó y Maela arqueó la espalda. Cada vez eran más seguidas y brutales.

Aemond enmudeció. Su esposa tenía razón.

─ Mi madre ─le dijo cuando se recuperó. Respiraba agitada─ ¿Qué dice mi madre?

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora