VEINTITRÉS

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Su madre la llevó a sus aposentos, en donde descansaba la pequeña Visenya, en una cuna a un lado de la cama de la reina. Maela la observó. Tenía el cabello blanco y la piel pálida. Lucía serena mientras dormía.

─ Mi pequeña Visenya ─susurró, acariciando suavemente su mejilla, procurando no despertarla. Se alejó y se dirigió a su madre, quien ya se había metido en la cama ─ Es una niña fuerte y sana.

─ Así es ─respondió Rhaenyra, sin borrar la sonrisa de su rostro. Tenía a todos sus hijos bajo el mismo techo, protegidos, lo que le daba una inmensa tranquilidad.

Hizo señas a Maela para que se acostara a un lado de ella en la cama. La joven se recostó, apoyando su cabeza en el regazo de su madre. Rhaenyra comenzó a acariciarle el cabello, tal como lo hacía cuando Maela era una niña.

─ Te he echado mucho de menos, mamá ─le dijo.

─ Y yo a ti, mi niña. No puedo imaginar las cosas que has tenido que soportar.

─ Nada comparado con el sentimiento de culpa que me acompañaba cada día, sabiendo que estaba traicionandolos.

Rhaenyra sacudió la cabeza, negando.

─ Jamás te consideramos una traidora, Maela ─le aseguró, para tranquilidad de la joven. ─ Desde que me llegó la noticia de que Aegon había sido coronado, solo pensé en formas de sacarte de allí. Pero el embarazo me tenía en cama, y tuve que dejar todo a manos de Daemon.

─ Daemond escribía a Lord Caswell ─mencionó Maela. Rhaenyra asintió, conocedora de aquella información─ Aegon lo mató, y me encerró a mi en un calabozo. Hasta que Ser Erryk me sacó de allí.

─ Lo sé ─dijo─ Daemon me escribió, informándome de su plan.

─ Es un gran hombre, madre ─dijo Maela, refiriéndose al príncipe ─ Se mantuvo leal a ti, dejando atrás su propio deseo de gobernar.

Rhaenyra no dijo nada. Besó a su hija en la frente. Poco a poco, Maela comenzó a quedarse dormida. Esa noche, durmió en los brazos de su madre, sintiéndose más segura que nunca.

En la mañana, tomó un baño caliente y se puso un vestido de su madre, para bajar al salón principal, en donde el consejo la esperaba. Su abuelo, Lord Corlys, la estrechó entre sus brazos al verla. Maela se emocionó.

─ Siento mucho lo que le pasó a Rhaenys ─dijo a su abuelo. El hombre asintió. También dio sus pésames a sus primas, Baela y Rhaena. Pero su expresión cambió totalmente al ver a su hermano menor, parado allí, observándola.

─ Luke ─dijo, en voz baja.

Recuerdos de la última vez que lo vio, en Bastión de Tormentas, acudieron a ella. Como había rogado a Aemond que lo perdonara, ofreciendo su ojo a cambio por el de él. Pero también recordaba como Lucerys la había mirado al verla allí, como mensajera de Aegon. El desprecio en los ojos de su pequeño hermano había desaparecido. En ese momento, la observaba alegre. Rápidamente se acercó a ella y la abrazó. Maela contuvo sus lágrimas.

─ Me alegra tenerte otra vez entre nosotros, Maela ─le dijo.

─ A mi me alegra estar aquí, Luke.

Pronto terminaron con los reencuentros, y su hermano la puso al tanto de la situación allí.

─ Tenemos aliados ─le dijo─ Incluso muchos más que Aegon. Y dragones. Hemos triunfado en encontrar jinetes para Vermithor, Ala de Plata, Caníbal, Ladrón de Ovejas y Bruma.

Maela reaccionó al oír el nombre del dragón que alguna vez perteneció a su padre.

─ ¿Quién es el jinete de Bruma? ─preguntó. Ese dragón significaba mucho para ella. Era lo poco que quedaba de su padre en ese mundo.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora