SIETE

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Un año después

─ No estoy segura de esto, Aemond ─dijo, mientras el joven jalaba de ella.

─ Vamos, no tengas miedo.

Aemond llevaba toda la semana intentando convencerla sobre que volara junto a él, ambos a lomos de Vhagar. Pero ella estaba aterrada, temía que la dragona no la reconociera y se la devorara de un bocado. Su esposo le había asegurado que no pasaría tal cosa, pero ella aún tenía sus dudas.

─ No es miedo, pero...

─ Vhagar no te lastimará. Puede sentir el vínculo que nos une.

Suspiró.

─ Está bien, pero si me muero, quedará en tu consciencia. Tendrás que vivir con el recuerdo el resto de tus días.

─ Creo que puedo soportarlo ─le dijo. Maela le propinó un golpe en el hombro. Él, en cambio, le robó un beso.

Vhagar yacía acostada en lo alto de la colina de Rhaenys. Al ser tan grande, los cuidadores la mantenían fuera de Pozo Dragón. La dragona sintió la presencia de su jinete, levantando su cabeza en su dirección. Maela se quedó quieta, observándola. Los años la habían vuelto fiera, pero aún daba miedo. Aemond se acercó despacio y, luego de sacarse un guante, la acarició. Hizo señas a Maela para que se acercara. La joven avanzó cuidadosamente y se paró detrás de él. Aemond tomó una de sus manos y la guió hacia la cabeza de la dragona. Las escamas de Vhagar eran rugosas, resultando ásperas al tacto. Maela suspiró aliviada al ver lo bien que la criatura reaccionaba ante sus caricias.

─ Le agradas ─dijo Aemond. Maela lo miró, esbozando una sonrisa. ─ ¿Estás lista? ─Asintió.

Aemond subió primero. Le tendió una mano a su esposa para ayudarla, pero ella la rechazó. Tenía todo bajo control. Se acomodó detrás de él en la montura, rodeando sus brazos a su cintura.

─ ¡Soves, Vhagar! ─gritó Aemond. Maela se agarró aún más fuerte cuando la dragona emprendió vuelo. Hallaba extraño no volar a lomos de Veraxes, pero su dragón era pequeño para aguantar el peso de dos personas y, ahora que estaban casados, Aemond quería tener a su esposa cerca de él en todo momento.

Maela debía admitir que la vida de casada le sentaba bien. Por las mañanas, despertaba en brazos de Aemond. Desayunaban juntos, luego ella dedicaba tiempo a sus clases de historia y canto, mientras que el joven iba a entrenar. A veces, ella lo acompañaba. En una ocasión, estaban ellos solos en el patio, y Maela le pidió que le enseñara a blandir una espada. Había resultado ser buena, para admiración de Aemond. Por las tardes, leían juntos o pasaban tiempo con el rey, cuya salud había desmejorado muchísimo en el último año. Pasaba todo el día en cama, borracho en leche de amapola, mientras que los Hightower gobernaban en su nombre. Maela se preocupaba por su abuelo, pero aún más por el daño que Otto y Alicent ocasionaban. Aún así, Aemond ocupaba la mayor parte de sue pensamientos, y Maela agradecía cada día a los dioses por haberlo puesto en su camino.

Vhagar aterrizó en el bosque, en un claro entre los árboles. Esta vez Maela si aceptó la ayuda de Aemond para bajar. En cuanto pisaron tierra, Vhagar batió sus alas y se alejó volando. El príncipe aseguró a su esposa que la dragona volvería después.

─ ¿Qué hacemos aquí? ─preguntó. Se hallaba confundida. Pensó que solo saldrían a volar un poco, y que luego regresarían a la fortaleza. Pero Aemond llevaba días planeando algo romántico para sorprender a su esposa, ya que hacía dos semanas que había cumplido un año de casados, y no habían encontrado tiempo para celebrarlo.

─ Ven, por aquí ─entrelazó sus manos y comenzó a llevarla a otro sitio, en donde los esperaba un pequeño picnic. Maela sonrió al verlo, maravillada por lo que tenía frente a sus ojos.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora