CINCUENTA Y CUATRO

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─ ¿Qué dices, Aemond?

Maela se incorporó en la cama y se restregó los ojos, que aún luchaban por abrirse del todo. Su esposo parecía llevar un tiempo despierto. Se había vestido y ordenado que trajeran el desayuno a la habitación. Aunque no tenía apetito.

─ Lo que oíste, Mae ─le dijo─ ¿Cuándo ibas a decírmelo?

─ ¿Dónde lo escuchaste? ─replicó en cambio la princesa.

─ Tu hermano es muy hablador cuando se pone borracho ─confesó.

─ ¿Por eso le diste vino? ─se escandalizó Maela─ ¿Para que te diera información?

─ Quizás no tendría que haberlo hecho si tú fueras sincera conmigo ─le gritó. La princesa se puso de pie y se acercó, enfrentándolo.

─ ¡Pues hay cosas que no puedes saber, Aemond!

Se miraron fijamente por unos segundos. Aemond lucía dolido pero, en el fondo, se sentía doblegado. Maela lo sabía. Ese era el problema con los hombres. No podían soportar que sus mujeres estuvieran a cargo y que ellos tuvieran que mirar de lejos, como un espectador. Aemond había saboreado el poder en muchas ocasiones, pero Maela aún más, y no iba a permitir que se lo arrebataran tan fácilmente.

─ ¿Qué otras cosas me ocultas, Mae? ─Inquirió Aemond usando un tono más bajo.

─ No puedo contártelo todo, Aemond.

─ Soy tu esposo. Puedes confiar en mi ─le dijo─ No quiero que tu hermano sea el que me diga las cosas, Mae. Quiero que seas tú.

─ Daemon es mi padre ─soltó de golpe, sorprendiendose a si misma.

─ ¿Cómo?

─ Y Jacaerys tuvo una hija con la hermana de Lord Cregan ─Otra vez las palabras escaparon de su boca sin poder controlarlas─ Por eso quiero visitar el Norte.

Aemond no dijo nada. Se sirvió una copa de lo que Maela sospechaba que era vino y la bebió de un trago. La princesa permaneció quieta en su lugar mientras observaba a su esposo ir perdiendo la cabeza lentamente. Ciertamente, era mucho que procesar. Pero él lo quiso así. Pidió a Maela que fuera sincera con él. Y lo fue.

─ ¿No dirás nada?

─ ¿Daemon es tu padre? ─Inquirió mirándola a los ojos─ ¿Cómo es eso posible?

─ No lo sé ─dijo Maela─ Pero mi madre me lo confesó luego de la muerte de Jacaerys.

─ ¿Y él lo sabe?

─ ¿Daemon? ─El príncipe asintió─ Creo que sí. Cuando estuve en la batalla, leí una carta que ella le envió. Hablaba de mi, de que yo era la niña de ambos. Así que supongo que lo sabe.

─ ¿Y lo de Jacaerys? ─Inquirió─ ¿Cómo puedes estar tan segura?

─ No lo estoy ─confesó─ Pero confío en Lord Cregan. Es un hombre honesto. Me dio su palabra.

Aemond no disentió con su esposa. En verdad, el Lord de Invernalia era un hombre de palabra. Lo había demostrado a lo largo de la guerra.

─ ¿Algo más que ocultes? ─Insistió el príncipe. Deseaba saberlo todo. Pero su esposa sacudió la cabeza, negando─ ¿Qué hay de mi abuelo? ¿Cuánto lleva encerrado allí?

─ Unos pocos días ─respondió Maela─ Pero sabes que hoy mi madre juzgará a los traidores por sus crimenes y Lord Otto será ejecutado. No podrá salvarse de eso.

─ Pues es lo que se merece ─espetó Aemond─ ¿Y Alicent? ¿Qué sucederá con ella?

─ No lo sé ─Admitió─ Deseo verla muerta, Aemond. Te lo juro.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora