CUARENTA Y SIETE

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─ ¡La zorra está aquí!

Aegon salió de sus aposentos gritando por todo el castillo.

─ ¡La Usurpadora ha llegado!

En el Salón del Trono, la nobleza se había reunido y pedían a gritos una explicación a Lord Otto Hightower, que había sido nombrado nuevamente la Mano del Rey.

El hombre había tenido una noche complicada. Los Negros se habían metido en la Fortaleza Roja para rescatar al príncipe Aemond, usando como distracción a su hermano, Daeron. Este último había sido emborrachado con leche de amapola y no recuperó la consciencia hasta el amanecer. Desde entonces, se la había pasado dando vueltas de aquí para allá, contando a su madre todos los detalles de la Batalla en el Ojo de los Dioses. Habían perdido, eso estaba claro, pero Daeron contó a su abuelo que Criston Cole había sido asesinado por Maela Velaryon. Y no solo eso, si no que también la princesa lo había tomado como rehén, reclamó a Vermithor e ideó ella misma el plan para sacar a su esposo del castillo.

─ Se ha convertido en una guerrera ─Comentó Daeron a su abuelo─ Planeó todo el rescate ella sola.

Lord Otto no podía creer que Maela, la muchacha que alguna vez fue la puta de Aegon, había sido la mente brillante detrás de todo eso. Él y todos allí la habían subestimado. Pensaron que era una niña ingenua, pero ella les demostró lo contrario.

─ Aegon, por favor ─El hombre intentó hacer callar al jóven, pero este parecía fuera de sí. Apenas estaba vestido e iba más borracho que de costumbre.

─ ¡Ha llegado la hora de morir!

Alicent llegó corriendo detrás de él y lo tomó con fuerza del brazo para detenerlo. Aegon reaccionó mal y terminó empujándolo al suelo de un manotazo.

─ ¡No me toques! ─vociferó a su madre.

Lord Otto, sentado en el trono, se puso de pie y dedicó a su nieto una mirada fulminante. Aegon, al verlo, comenzó a reír con amargura.

─ Tus días de calentar el trono por mi se han acabado, querido abuelo.

─ Majestad, regrese a sus aposentos, por favor.

El hombre bajó los escalones del trono y se acercó al rey. Aegon retrocedió unos pasos, alejándose.

─ ¡No me digas que hacer! ─Lo señaló con el dedo─ Estoy harto de escuchar de órdenes. ¡Yo soy el rey! ─Se llevó el dedo a su pecho, señalandose a él mismo─ Y todos ustedes deben hacer lo que yo diga.

─ Mi rey, debe tranquilizarse ─Insistió Otto─ Estamos bajo ataque. Debemos actuar de inmediato.

─ ¡Y lo haremos! ─Gritó─ Esa zorra se piensa que podrá quitarme lo que es mío. ¡Pues está equivocada!

─ Aegon, ve a vestirte por favor ─Alicent intentó acercarse a él de nuevo, pero su hijo ni siquiera la miraba. En cambio, su atención se había centrado en otra persona.

─ ¡Helaena!

La joven reina estaba en un costado del salón, mirando toda la escena con los ojos perdidos. Cuando Aegon la nombró, salió de su ensimismamiento y se paró firme frente a él.

─ Tú debes salvarnos ─Aegon se acercó a ella y la tomó con fuerza del brazo─ Eres la única de nosotros que ha logrado mantener a su dragón con vida.

─ Aegon, déjala en paz.

Alicent no soportaba ver a su hija sufriendo, y Aegon parecía estar dañandola. Helaena se mantenía firme y serena, pero en el fondo tenía miedo. Temía por ella, pero más que nada por sus hijos.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora