SESENTA Y UNO

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Extrañaba volar a lomos de Veraxes. Se sentía más ligera y rápida. Extrañaba a su bestia dorada. La última vez que lo había visto, había sido en la batalla. Daemon cumplió con su palabra y llevó al dragón a Desembarco del Rey. Pero solo quedaban sus huesos. Maela no había soportado ver el cráneo de su dragón, pero Aemond si fue a verlo. Decía que se veía tan pequeño en comparación al de Balerion que parecía el de un perro. Tessarion, la reina azul de Daeron, también fue llevada a la Capital. Quizás al príncipe le hubiera gustado oír eso, porque era lo que quería. Y era extraño que en tiempos de guerra se cumplieran los deseos del enemigo.

Ahora montaba a Vermithor. La Furia de Bronce. A un lado de Vhagar, Vermithor parecía pequeño. Pero era más grande que Caraxes o Meleys, la dragona de su abuela Rhaenys. Vermithor era una bestia difícil de manejar, pero una montura adecuada para la princesa heredera.

Eglie, Vermithor! Eglie

Quería ser capaz de estirar sus brazos y tocar las nubes con la punta de sus dedos. Sentir el frío que la invadía a medida que la altura entre el suelo y ella se hacía cada vez más grande y disfrutar del silencio en el cielo.

Vhagar y Aemond pasaron a su lado golpeándola con una ráfaga de viento fuerte. Maela se aferró con fuerzas de las riendas de la montura y Vermithor soltó un rugido hacia Vhagar. Alguna vez, más de cincuenta o sesenta años atrás, el rey Jaehaerys montaba a lomos de la Furia de Bronce y su hijo, el Príncipe de la Primavera, Baelon el Valeroso, era el segundo jinete de la dragona que alguna vez perteneció a la reina Visenya. Maela pensaba a menudo en si los dragones recordaban. En si Vermithor y Vhagar se sentirían a gusto volando a la par. La princesa esperaba que si, porque ella se sentía feliz de poder volar junto a su esposo.

─ ¡Será mejor que hagamos una parada antes de que oscurezca!

Maela estuvo de acuerdo. Llevaban volando desde la mañana. Habían pasado por El Valle entrada la tarde y sobrevolado las Montañas de la Luna, las cuales la princesa halló majestuosas. Había tanto de Poniente que no conocía. Hubiera deseado visitar cada lugar, pero debían llegar al Norte al día siguiente. Los esperaban en Puerto Blanco por la mañana y en Invernalia por la tarde.

Sentaron campamento en El Cuello. Aquel lugar era conocido por su suelo pantanoso y aire húmedo y pegajoso. Pero también porque era la región que separaba al Norte del resto del reino. Era habitado por los lacustres, un pueblo antiguo y misterioso que conservaba muchas de las costumbres de los Primeros Hombres. Estando allí, era bastante evidente que habían dejado el Sur atrás.

El frío de la noche los sorprendió y Maela maldijo no haber empacado más pieles para protegerse de la helada. Vermithor y Vhagar tampoco parecían disfrutar del Norte. La dragona del príncipe soltó un rugido cuando Aemond bajó el cajón con sus pertenencias de su lomo. Maela hizo lo mismo y su dragón resopló, quizás cansado. Lo entendía. Sus piernas le dolían y ni hablar de sus brazos. Cuando volaron cerca de las Montañas de la Luna, Maela tuvo que tirar con todas sus fuerzas de las riendas de Vermithor porque, si no, se hubieran estrellado contras las rocas. Aemond estaba acostumbrado al gran tamaño de Vhagar, pero Maela aún no lograba habituarse.

─ Refrescará aún más a lo largo de la noche ─comentó Aemond.

─ Entonces será mejor que no nos alejemos mucho de ellos ─Maela señaló a los dragones, quienes se habían asentado a unos pocos metros.

Los dragones emanaban calor por naturaleza. Maela no había sentido el frío calarle los huesos hasta que desmontó de lomos de Vermithor y se alejó de él. Si sentaban campamento a poca distancia de sus dragones, pasarían una noche agradable.

─ Quizás no deberíamos quedarnos mucho tiempo aquí ─dijo Aemond─ Los lacustres no son precisamente conocidos por su amabilidad.

─ En eso tienes razón ─Maela estiró una piel en el suelo─ Pero descansemos un par de horas, mi príncipe. Ambos lo necesitamos.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora