SESENTA Y OCHO

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De vuelta en la capital, la vida de los príncipes siguió su curso. La princesa despertaba en la mañana rodeada por los brazos de su esposo, quien la observaba mientras se vestía y luego se retiraban a los aposentos de los pequeños príncipes para desayunar. A veces, la reina se les unía. Parecía que Maela y Rhaenyra habían resuelto sus diferencias. Platicaban acerca de asuntos del reino, de la familia y del embarazo de la princesa. Pero jamás surgía la discusión que habían tenido antes de que los príncipes partieran, o el hecho de que Aegon estuvo en Marcaderiva. A Maela le parecía bien, pero no deseaba que su madre olvidara que su posición seguía corriendo riesgo.

─ Las náuseas desaparecerán pronto ─le dijo su madre una mañana luego de que Maela tuviera que abandonar la habitación a mitad de la reunión del consejo porque si no iba a vomitar su desayuno encima de Lord Cregan─ Sigue tomando las infusiones que los Maestres te preparan.

─ Nunca creí que estar grávida fuera así. Quiero decir, es... complicado. He luchado en la guerra y hasta eso es más fácil que cargar un bebé en mi vientre.

─ Ah, pero esta es la parte fácil, querida ─le dedicó una sonrisa divertida y le acarició el vientre─ Disfruta de este embarazo, Maela.

Maela no lo disfrutaba tanto como su esposo. Aemond le servía uvas en la boca, acariciaba su vientre y le susurraba cosas hermosas al bebé en Alto Valyrio. Hasta sus hermanos le hablaban al bebé. El Jóven Aegon había crecido y madurado notablemente desde que se había convertido en jinete de dragón. Montaba a lomos de Borrasca todo el día, y en la noche la reina debía arrastrarlo de vuelta al castillo. Viserys había logrado, con apenas tres años, leer sus primeras palabras. Y la pequeña Visenya había dado sus primeros pasos bajo la atenta mirada de Daemon y Maela, quienes habían comenzado a pasar más tiempo de calidad juntos. La princesa odiaba admitir que disfrutaba de las conversaciones con su padre, pero lo hacía. El Príncipe Canalla tenía muchas historias que contar y la princesa mucho tiempo libre para oírlas.

─ Antes de que te fueras, el Gran Maestre comentó que tenías una idea ─le dijo Daemon.

─ La creación de un comedor en la ciudad ─respondió, intrigada por la inminente curiosidad de Daemon en el tema─ He visto con mis propios ojos como niños pequeños debían hacer cosas horribles para tener un plato caliente de comida sobre la mesa.

─ Mysaria acabó con la prostitución infantil ─le dijo─ Llevaba hablando del asunto por años, pero nadie la escuchó.

─ La reina ha sido amable en recibirla en el consejo, considerando tu historia con ella.

─ Rhaenyra no es celosa ─Daemon se sirvió una copa de vino. Maela se acarició la barriga por sobre la tela de su vestido rojo y aceptó la copa de agua que él le ofrecía─ Si deseas continuar con tu proyecto del comedor, ahora es el momento. El Banco de Hierro ha enviado una cantidad considerable de oro.

─ ¿Acaso las bóvedas escaseaban? ─Inquirió con una ceja arriba.

─ La guerra es costosa, Maela.

─ Me lo imagino.

Maela no pensaba en el dinero, si no en las vidas. ¿Cuántas de ellas habían sido arrebatadas para que su madre se sentara cómoda en el trono?

─ Habla con el consejo ─le recomendó─ Presenta la idea y un presupuesto. Seguro lo aprobarán.

Los siguientes días, Maela trabajó sin descanso para llevar una propuesta clara a los miembros del consejo y a su madre. Su idea era remodelar y acondicionar uno de los edificios viejos de Lecho de Pulgas para que sirviera como comedor comunitario. Habló con Alyssa acerca del asunto, preguntándole que cosas serían necesarias y cuántas personas se requerirían para hacer funcionar la cocina. Cuando tuvo todo listo, pidió una audiencia especial con los miembros del consejo. No había hablado directamente a ellos nunca desde que su madre había ascendido al trono. Recordaba una discusión con Lord Celtigar, que incluía una amenaza con que terminaría siendo comida de dragón si no se callaba. Esperaba que el hombre no fuera rencoroso.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora