DOS

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Su madre le escribió de vuelta unos pocos días después.

"Querida Maela, agradezco que hayas escrito. No sabes cuánto te extraño, mi niña. Y tus hermanos también. Luke montó a lomos de Arrax por primera vez, y Joffrey no puede esperar a que llegue su hora. Habla con tu abuelo, el Rey, y pídele que te deje visitarnos. Nos encantaría tenerte aquí por una temporada. Envío saludos cordiales"

Maela se llevó la carta al pecho y suspiró. Esperaba ver a su madre pronto, necesitaba hablar con ella. Cosas estaban pasando en la Fortaleza Roja, cosas que la futura reina debía saber. Su abuelo estaba enfermando cada día más. Cada noche que iba a visitarlo, el Rey hablaba menos, y dormía más. Otto Hightower estaba sentándose más seguido en el trono que el propio rey, lo que ponía nerviosa a la princesa. Además, la princesa Helaena había recibido las buenas noticias de que estaba esperando otro bebé, así que Maela era obligada a pasar tiempo con ella, brindarle todo lo necesario. Esperaba que la princesa no le gurdara rencor, pero no podía saberlo, ya que prácticamente no hablaban. Maela se limitaba a bordar junto a ella, o a leerle a los mellizos, Jaehaerys y Jaehaera, de tres años.

Deseaba volar a Rocadragón lo más rápido posible. Hablaría con la Reina, quien alguna vez fue gran amiga de su madre, para que le diera la aprobación. Le diría que ella misma se encargaría de preparar sus cosas, y que no necesitaría de ningún barco, ya que volaría a lomos de Veraxes, completamente sola.

Esperó a la reina fuera del salón del pequeño consejo, en donde los diferentes lores se reunían con el rey y su mano para discutir lo que pasaba en el reino. Ser Criston se encontraba fuera. Miró a la joven de arriba a abajo, pero no dijo nada. Las puertas del salón se abrieron, y Maela esperó a que todos los lores se retiraran para poder platicar con la Reina. Cuando ella salió, se dirigió directo a Ser Criston, quien le señaló a la princesa.

─ Mi Reina ─hizo una leve reverencia. Alicent le dedicó una sonrisa ─ Esperaba poder hablar con usted sobre un asunto importante.

Alicent miró a Ser Criston y le hizo un gesto para que se retirara. Luego se acercó a Maela y la tomó de las manos.

─ Dime, mi niña.

─ He recibido una carta de mi madre. Ha dado a luz a un niño. Así que me preguntaba si podía volar a Rocadragón a visitarlos. Me gustaría conocer a mi nuevo hermano.

─ Maela... Tienes que disculparme, pero no sé si sea buena idea. Con el estado de la princesa Helaena, y el del Rey, realmente necesitamos de tu ayuda aquí. Si te vas, ¿quién leerá al Rey, quien leerá a la princesa?

Maela se contuvo las ganas de gritarle a la Reina que ella misma podría hacer dichas tareas. Se trataban de su esposo y su hija, podía encargarse de ellos por unas semanas. Lo único que quería Maela era volver a ver a su madre, y ni siquiera eso podía serle concebido. Dejó a la Reina con una idea ya formada en su cabeza. Partiría en la noche a lomos de Veraxes, y nadie podría convencerla de lo contrario.

Cenó junto a Helaena y sus hijos. La velada transcurrió en absoluto silencio, hasta que Aegon, notablemente borracho, entró en la habitación y se unió a la mesa. Maela no lo miraba, pero podía sentir los ojos del príncipe clavados en ella. Helaena ignoró por completo a su esposo, y pidió a las sirvientas que se llevaran a los niños a la cama, dejándolos a ellos solos.

─ Digan 'buenas noches' a papi ─les dijo Aegon antes de que se retiraran. Los niños miraron a su madre, quien asintió levemente.

─ Buenas noches, padre ─dijeron al unísono. Aegon rió y los niños se retiraron.

─ A veces dudo de que sean mis hijos ─miró a Maela, quien abrió grande sus ojos, espantada por lo que el príncipe había dicho ─Pero luego pienso en ti, Helaena, y en lo frágil que eres. Jamás me faltarías el respeto de esa forma.

Su esposa ni lo miró. Se levantó y, en voz baja, pidió una disculpa. Luego, se retiró por la misma puerta por la que se habían llevado a sus hijos. Maela también se levantó de la mesa, pero el príncipe le ordenó que se quedara.

─ Helaena es una mujer sensible. Pero tú... Tú eres todo lo que ella no es.

─ Disculpe, mi príncipe, pero no creo que sea adecuado hablar así de su esposa, aún menos ahora que la princesa está esperando a un niño.

─ Si, si, como digas. Pero no te vayas.

─ Ya es tarde, Aegon, debería ir a la cama ─ dijo.

─ Puedes dormir en mi cama, si así lo deseas.

No dejó que el príncipe dijera ni una palabra más. Se levantó de la mesa y se retiró de la habitación, sin dirigirse a él. Esperaba que aún no fuera demasiado tarde para salir del castillo.

Corrió hacia sus aposentos, en dónde ya tenía todo preparado. Solo debía cargar con su cajón hasta Pozo Dragón, donde Veraxes la esperaba. Se había encargado de soltar sus cadenas en la tarde, cuando los guardias no miraban. Pero el cajón era muy pesado para arrastrar, así que decidió que lo dejaría. Ya se preocuparía después por eso.

Se escabulló entre los guardias hacia la salida del castillo. Afuera, había dos guardias en las puertas que comunicaban hacia el exterior. Maela pensó en disuadirlos para que la dejaran pasar, pero tarde o temprano avisarían a la Reina. Así que tuvo que recurrir a escapar trepando la muralla, ámbito en el cual no tenía mucha experiencia. Aún así, logró llegar a la cima y después se soltó para caer hacia el otro lado, doblando su tobillo en la caída. Soltó un pequeño grito de dolor. Permaneció quieta unos segundos, atenta a cualquier ruido, rogando que nadie la haya oído. Cuando se sintió segura, siguió su camino. Agradeció a los dioses de que los guardias nocturnos fueran unos ineptos ya que, de lo contrario, ella no hubiera llegado muy lejos.

De pronto, sintió que alguien la tomaba por atrás y jalaba de ella. Quiso gritar, pero una mano cubría su boca. Pataleó, luchó, se resistió, pero la persona que la tenía sujeta era más fuerte que ella.

─ Me pregunto que dirá la Reina cuando le cuente que te escapaste, sobrina.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora