CUARENTA Y SEIS

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─ ¡Tierra a la vista!

Lord Cregan salió de adentro del camarote y se hizo presente en la proa del barco. Allí había una multitud de soldados y marineros de las Islas de Hierro. El señor de estas, Lord Dalton Greyjoy, había llegado a Rocadragón dos semanas atrás tras el llamado de la reina. Ofreció cincuenta barcos y quinientos hombres dispuestos a pelear para ver a Rhaenyra sentada en el Trono de Hierro. Había pedido algo a cambio, por supuesto, pero Lord Cregan no sabía bien qué.

─ ¡Preparen los botes!

─ Lord Dalton─Cregan Stark se acercó al hombre, quien se estaba acomodando su espada y su armadura─ La reina estará agradecida por el resto de su vida por sus servicios.

─ No hay nada que agradecer, mi lord ─El hombre agachó la cabeza y se aclaró la garganta─ Aunque debo admitir que me gustaría hacer una propuesta a la reina ─Lord Stark asintió─ Quizás un matrimonio entre uno de mis hijos y la princesa Visenya.

─ Mi lord, la princesa es una bebé aún ─Respondió Cregan─ Y tiene tres hermanos mayores. Usted conoce las costumbres de los Targaryen.

─ Lo sé, mi lord ─Le dijo─ Aún así, me gustaría que se lo comentara a la reina.

─ Lo haré.

Una ráfaga de viento golpeó al barco por un costado. Lord Cregan alzó la vista y vio a Caraxes y Daemon volar en lo alto. Detrás de ellos, Syrax y Rhaenyra se precipitaron con rapidez y los alcanzaron en un segundo.

Rhaenyra estaba ansiosa por volar. Daemon se había ofrecido a escoltar la flota a lomos de su dragón, y que la reina viajara segura en un barco junto a su Mano. Pero ella no lo permitió. Le dijo que era hora de que actuara en aquella guerra.

─ He enviado a mis hijos a la batalla mientras yo me quedaba aquí ─Le dijo a su esposo─ Uno de ellos murió y la otra no solo perdió a su dragón, si no que también huyó de tu protección y se fue a la capital con un rehén. No lo volveré a permitir, Daemon.

No era un reproche, pero en el fondo Rhaenyra lo culpaba. Sabía que su esposo solía ser severo con Maela. Entendía que sus personalidades eran muy parecidas y chocaban todo el tiempo. Daemon era el adulto de los dos pero se comportaba más como un niño.

En Rocadragón, Rhaenyra dejó a sus hijos más pequeños al cuidado de Lucerys, Rhaena y Baela. Eran los mayores, y contaban con dos dragones. Ortigas y Ladrón de Ovejas habían desaparecido la mañana siguiente de que Maela partió a Harrenhall. La reina no lamentó su perdida. Era una jóven impredecible y horribles rumores circulaban sobre ella. Rhaenyra estaba agradecida por sus servicios, pero más lo estaba por haberla perdido.

En cuestión de horas, uno de los extremos de la Bahía de Aguasnegras se llenó de los soldados de la reina y de los hombres de Dalton Greyjoy. Por el Camino de Rosby iban llegando los hombres norteños, comandados por Lord Roderick Dustin. Cregan Stark se acercó a él y lo recibió con un abrazo.

─ Ha llegado la hora, mi lord.

Lord Cregan asintió.

─ Así es.

Daemon y Rhaenyra sobrevolaban la ciudad a lomos de sus dragones. Caraxes atormentaba a todos con su característico rugido agudo. Syrax se mantenía tranquila, al igual que su jinete.

Desde el Lecho de Pulgas, el Gusano Blanco reconoció al dragón de Daemon y rápidamente comenzó a mover su red de arañas para hacer llegar sus palabras a los Capas Doradas.

─ La reina ha llegado a reclamar lo que es suyo ─Comenzaba el mensaje de Mysaria─ Si la ayudan, serán recompensados. Si no, serán declarados traidores y terminarán en los fauces de un dragón.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora