CINCO

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Maela salió a caminar por el castillo con Alyssa. La muchacha no se despegaba de su lado, y parloteaba constantemente sobre trivialidades para distraer a la princesa, quien llevaba días sumida en sus pensamientos. Aemond no la había visitado más desde la última vez. Los Maestres habían revisado su tobillo, completamente sano, y la habían liberado de pasar sus días en cama. Pensó en contarle al principe sobre la buena noticia, pero no lo encontró por ningún sitio. Llevaba esquivandola por días, lo que tenía triste a la princesa.

─ Mi princesa ─la llamó Alyssa─ ¿Debo preocuparme por usted?

─ ¿Cómo dices? ─ preguntó.

─ Le he repetido tres veces lo mismo, y usted ni lo ha notado ─la sujetó de las manos ─ La noto distinta, princesa. Me preocupa.

─ Oh, Alyssa, no te preocupes por mi. Tantos días encerrada afectaron mi mente, pero el aire fresco y tu compañía me ayudarán a recomponerme.

La muchacha no dijo más nada, y continuaron con su caminata.

En la tarde, Maela preguntó a la reina si podía visitar a su abuelo.

─ El Rey se encuentra delicado, mi niña. Lo mejor es dejarlo descansar.

Pensó en escribir a su madre, para ponerla al día sobre la salud del rey, pero algo más llamó su atención, abandonando rápidamente la idea. Vhagar sobrevolaba la Fortaleza, con Aemond en sus lomos. Maela corrió hacia Pozo Dragón, y ordenó a los cuidadores que trajeran a Veraxes. Subió rápido a lomos del dragón y emprendió vuelo. Aemond la ignoraba dentro del castillo, pero no podría hacerlo allí arriba, donde estarían solos.

Aemond volaba despreocupado a lomos de Vhagar, hasta que sintió una fuerte ráfaga de viento golpearlo por un costado, y todos sus problemas se manifestaron ante él. Maela intentaba captar su atención, haciéndole señas. El príncipe la observó por unos segundos, admirado. No podía creer que ella estuviera allí, volando a su lado, luego de que estuviera ignorandola por días, con el fin de que la princesa lo olvidara, y ambos pudieran seguir su vida con normalidad. Pero ella era obstinada, y siempre debía salirse con la suya.

Aemond ordenó a Vhagar que descendiera. La dragona aterrizó sobre la colina de Rhaenys. Maela se les unió poco después. Bajó de Veraxes y, casi corriendo, se acercó al principe, quien ya pisaba tierra firme.

─ ¿Por qué has estado ignorandome? ─la princesa fue directo al grano, lo que arrancó una sonrisa al príncipe, que disimuló de inmediato.

─ Tienes que ser más clara, sobrina.

─ ¡No me llames así! ─lo apuntó con un dedo ─ No me llames así luego de todo lo que pasó entre nosotros.

─ ¿Y qué pasó entre nosotros, Maela?

─ No finjas, Aemond. Todo estaba bien hasta que tu madre te llamó. ¿Qué te dijo la reina para que dejaras de visitarme?

─ No querrás saber.

─ ¡Claro que quiero!

Aemond jamás la había visto así. Estaba roja, su cabello despeinado, lucía fuera de si, desesperada. Su intención nunca había sido lastimarla, pero parecía que lo había hecho.

─ Me hizo una propuesta ─dijo.

─ ¿Qué clase de propuesta?

Dudó antes de hablar, pero terminó haciéndolo. Ya era tarde para arrepentirse. Maela no lo dejaría en paz hasta oír una respuesta.

─ Me propuso comprometernos. A ti y a mi.

La joven enmudeció; no escondió la sorpresa que le generaron las palabras de Aemond. Él la observaba con semblante serio, consciente de lo que había dicho. Maela intentó hablar, pero no encontraba las palabras adecuadas. Aemond esperó que la joven dijera algo, pero su silencio fue suficiente para él. Decidió dar media vuelta y volver a montar a su dragón, pero Maela tiró de él y, dejándolo sin aliento, plantó un beso en sus labios.

─ Sería un honor ser tu esposa ─le dijo, despertando una sonrisa en Aemond.

La noticia de la boda de los príncipes llegó a oídos de todos en el castillo. La joven Alyssa felicitó a su amiga con un abrazo, y le dijo que sería la novia más hermosa de los Siete Reinos. La Reina mandó a confeccionar un vestido especialmente para la ocasión, uno que reflejara la unión de las dos casas: Targaryen y Velaryon. El Rey, quien tenía sus días buenos, manifestó a su nieta lo feliz que lo ponía la noticia, y le prometió una boda majestuosa, digna de dos príncipes. Pero la noticia también había llegado a oídos de Aegon quien, apenas se enteró, irrumpió en la habitación de la princesa, mientras esta estaba vistiéndose.

─ Mi príncipe, le ruego que regrese más tarde ─pidió Maela, mientras terminaba de arreglar su vestido.

Pero Aegon no tenía intenciones de moverse de allí.

─ ¿Por qué? ─inquirió. ─ ¿Acaso esperas a mi hermano?

Maela soltó un suspiro. Ella, ingenua, esperaba que Aegon no escuchara tan pronto la noticia, mucho menos de la boca de otra persona que no fuera ella. Había planeado contarle a solas, en un ambiente agradable para ambos. Sabía que no reaccionaría bien, pero no había nada que hacer, la decisión ya estaba tomada.

─ Aegon, no entiendo el motivo de tu arrebato.

─ ¿No lo entiendes? ─el príncipe soltó una risa amarga ─ Te casarás con Aemond. Me dejarás.

─ Eres más tonto de lo que creía si piensas que este matrimonio es de mi agrado ─dijo. Mentía, por supuesto. Maela estaba feliz, pero el príncipe no debía saberlo. ─ Pero tu puedes solucionar todo.

─ ¿Cómo?

─ Tómame como tu segunda esposa. Sé como Aegon el Conquistador. Cásate conmigo por deseo, como él lo hizo con Rhaenys.

Pero Aegon no era ningún conquistador, ambos lo sabían. Jamás se atrevería a desafiar las leyes, mucho menos por ella, su sobrina, quien pronto sería de su hermano.

Ante una falta de respuesta, Maela lo empujó lejos de ella y le pidió que se retirara. Él obedeció. En el fondo, Maela esperaba que Aegon luchara por ella, pero él no era más que un príncipe fracasado que ahogaba sus penas en jarras y jarras de vino.
































Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora