VEINTICUATRO

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Aemond había volado a lomos de Vhagar por Lys, Myr y Tyrosh, en busca de fortalecer la alianza de los Verdes con La Triarquia. Cada hombre que veía a su dragona y a él volar cerca de ellos, doblaba la rodilla sin pensarlo. Así, Aemond consiguió formalizar la alianza con La Triarquia, luego de semanas de negociaciones.

Durante todo el tiempo que había pasado lejos de Poniente, Aemond no había dejado de pensar ni un segundo en Maela. Anhelaba volver rápidamente a la capital, para poder reencontrarse con ella. Si bien habían tenido una fuerte discusión antes de que él se marchara, que terminó con el príncipe durmiendo varias noches en Pozo Dragón, entre mierda de dragón, esperaba que las cosas entre ellos mejoraran.

En su camino de regreso a Poniente, Aemond se detuvo un día en Volantis, donde tuvo un extraño encuentro con un joven de cabellos plateados y ojos violetas, rasgos característicos de los Targaryen. El joven le aseguró que compartían la misma sangre.

─ Mi abuela es una Targaryen. Hija del Viejo Rey, Jaehaerys ─le dijo, llamando la atención del príncipe.

─ ¿Cómo me encontraste? ─le preguntó.

─ Tu dragón es gigante ─mencionó─ Es difícil no reconocerlo.

─ ¿Y dices que tu abuela es una Targaryen?

─ Sí. Saera Targaryen, ese es su nombre.

─ ¿Podrías llevarme con ella?

El joven, quien Aemond poco después descubrió que se llamaba Aerion, lo llevó hacia una gran casa ostentosa, en lo alto de la ciudad. La infame Saera Targaryen estaba allí, sentada en su balcón, disfrutando de una copa de vino. De su cuello colgaba un collar de oro, con pequelos rubíes incrustados, similar a la corona del Conquistador, quien ahora portaba Aegon.

─ Que agradable verte, joven Aemond ─le dijo la señora.

Era una anciana, pero aún conservaba su belleza. Aemond había oído de ella. De como había escapado de Poniente, destrozando el corazón de sus padres, el rey Jaehaerys y la reina Alyssane. Se rumoreaba que había hecho una gran fortuna y que gobernaba su propio reino en las Ciudades Libres. En su lecho de muerte, se decía que el Viejo Rey confundía a Alicent con su hija Saera, a quien nunca había olvidado.

─ ¿Nos conocemos? ─le preguntó.

─ No, claro que no. Pero he oído de ti ─se levantó de la silla y se acercó a él─ Montas al dragón más grande que existe; Vhagar. Mi hermano, Baelon, también fue su jinete. El primero desde
la muerte de la reina Visenya.

─ Conozco la historia, señora. Baelon era el padre de mi padre, Viserys.

─ Oí que ha muerto, ¿es verdad?

Aemond asintió.

─ Imagino que su hija ascendió al trono.

─ Se equivoca ─dijo el príncipe─ Mi hermano ocupa el trono ahora.

La mujer hizo una mueca.

─ Que lástima. Moría por ver a una mujer sentada en el Trono de Hierro.

Tras ese inquietante encuentro, Aemond montó a lomos de Vhagar, con rumbo a casa. Aterrizó en la Colina de Rhaenys entrada la tarde del día siguiente. Unos cuidadores de dragones se acercaron a él, mientras bajaba de Vhagar.

─ ¿Cómo ha salido el viaje, príncipe? ─preguntó uno de los hombres.

─ Bien ─se limitó a responder.

Se apresuró a llegar hacia la Fortaleza, en donde fue recibido por su madre. Alicent recibió con los brazos abiertos a su hijo, y lo besó en la frente.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora