VEINTISÉIS

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Maela salió corriendo hacia el patio, donde un grupo de personas se reunía, todas mirando hacia arriba, expectantes a lo que iba a pasar. Jace y Daemon salieron rápidamente del interior del castillo, y Maela se acercó a ellos.

─ Es Aemond ─les dijo, recuperando el aire. Ambos asintieron.

─ Prepara a los arqueros ─ordenó Daemon al joven príncipe.

─ Unas flechas no lastimarán a Vhagar ─dijo la joven.

─ Pero si a su jinete ─replicó el príncipe canalla.

No fue necesario disparar contra la dragona. Al aterrizar, Vhagar soltó un rugido que hizo temblar todo el lugar, asustando a los pocos hombres valientes que habían salido con sus arcos en mano. Maela permaneció quieta, mientras Daemon desenfundó su espada y se acercó a Aemond, quien bajaba de lomos de Vhagar.

─ ¡Alto ahí! ─le gritó Daemon, apuntándolo con el filo de su espada justo en el pecho. Maela temió que Vhagar reaccionara y se lo tragara vivo, pero para su alivio no fue así.

─ ¿Dónde está mi esposa? ─exigió saber Aemond, ignorando el hecho de que si se movía un centímetro, Daemon lo atravesaría con su espada.

Maela, quien se escondía detrás de su hermano, salió y enfrentó al joven. Al verla, Aemond sintió que su corazón latía tan fuerte que podría salirse de su pecho. La princesa se acercó a su tío y le ordenó que bajara su espada. Daemon obedeció de mala gana. Luego, sin despegar los ojos de su esposo, habló en voz alta.

─ Llévalo al interior del castillo─ dijo a su tío, en tono autoritario.

Daemon tomó al príncipe del brazo y lo llevó a arrastras hacia el interior del castillo. Maela los acompañó, con Jacaerys siguiéndola de cerca. Aemond dejó que el hombre lo arrastrara, aún conmocionado por reencontrarse con Maela. A pesar de que su esposa había sido fría con él, lo tranquilizaba verla bien. Jamás se perdonaría haberla dejado sola en la capital, rodeada de víboras que toda su vida la habían manipulado a su antojo. Aemond pensaba que él sería capaz de protegerla, pero se equivocó.

Daemon lo condujo hacia el salón que ellos utilizaban para las reuniones. Era pequeño; una mesa pintada con el mapa de Poniente estaba justo en el centro. Los Negros se habían encargado de posicionar piezas en los lugares donde tenían aliados. El Valle, Invernalia, La Tierra de los Rios, Mercaderiva, destacaban como principales partidarios de Rhaenyra.

─ ¿Qué haces aquí? ─se dirigió Daemon hacia el joven, desafiante ─ ¿Tú hermano te ha envíado a entregar su rendición?

─ Ya no peleo para mi hermano ─le dijo. ─ Aegon no es ningún rey. No significa nada para mi.

─ ¿Te has enterado lo qué le hizo a tu esposa? Como la encerró en un calabozo, rodeada de su propia mierda por una semana.

Aemond permaneció con el semblante serio, mirando a Maela. La joven dio un paso al frente, haciendo a un lado a Daemon, quien la observó extrañado.

─ Yo me encargaré de mi esposo, tío ─le dijo ─ Por favor, déjenos solos.

Maela esperó a que todos se retiraran de la habitación. Se aseguró que la puerta estuviera bien cerrada, y luego volteó hacia él, con una expresión dura en el rostro. Tenía una mezcla de emociones en su interior. Se alegraba de verlo, pero también odiaba tenerlo cerca, porque le recordaba todo lo que había sufrido en la capital. Todo lo que había soportado por el amor que le tenía. Había actuado como una estúpida, y no podía permitírselo otra vez. Pero Aemond era su debilidad. Maela odiaba admitirlo.

─ Lamento lo que pasó, Mae ─le dijo─ Si yo hubiera estado allí, nada te hubiera pasado. Pero nuestra pelea me llevó a aceptar el pedido de Aegon y...

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora