TREINTA Y SIETE

1.4K 121 1
                                    

Un fuerte rugido de dragón se oyó en medio de la noche, acompañado del grito de una mujer. Las personas que dormían dentro del castillo se despertaron, asustadas. Maela entre ellas. La joven salió rápido de su habitación y tomó una de las antorchas del pasillo. Con su madre siguiéndola de cerca, corrió hacia afuera.

En patio, tres dragones habían aterrizado. Dos de ellos, sin sus jinetes. Ortigas desmontó de lomos de Ladrón de Ovejas, y se apresuró a llegar hacia la princesa. Maela no pudo oír una palabra de lo que la muchacha le decía. Solo podía reparar en que Bruma y Vhagar habían volado sin sus jinetes, lo que solo podía significar una cosa.

─ ¡Maela! ─su madre la sacudió, sacándola de su ensimismamiento.

Ella la miró con los ojos perdidos, llenos de lágrimas. Pero no permitió llorar. Se secó las pocas lágrimas que habían mojado sus mejillas y se dirigió hacia Ortigas.

─ ¿Qué ha pasado? ─le preguntó.

Cuando el ejército Lannister invadió Antigua y la tomaron de vuelta en nombre de Aegon II, Ortigas huyó del castillo y logró llegar hacia donde su dragón descansaba. Se trataba de una zona cercana a un bosque, libre de personas. Allí estaban los tres dragones que habían viajado a Antigua: Bruma, Vhagar y Ladrón de Ovejas. La joven desconocía la condición de Aemond, pero podía sentir que no era buena. Sabía que si Daeron Targaryen había entrado al castillo, era muy probable que su hermano mayor estuviera incapacitado para pelear o muerto. Ortigas esperaba que no fuera así. Ya había visto la cabeza de Adamm Velaryon en una pica a la salida del castillo, pero no la del príncipe.

Con dos dragones sin jinetes y sin un ejército, no podía hacer gran cosa. Así que la jóven montó a lomos de Ladrón de Ovejas. Jinete y dragón ascendieron rápidamente. Los otros dos dragones permanecieron en tierra unos minutos más pero, como si hubieran reflexionado sobre que debían hacer, la siguieron de cerca. Bruma salió primero. Vhagar, antes de comenzar a batir sus alas, soltó un gran rugido que movilizó la tierra. Sentía cerca a su jinete, pero no podía hacer nada para que él llegara a ella.

─ Daeron Targaryen ha tomado Antigua de nuevo, y mató a Tom Flores y a Adamm.

─ ¿Aemond? ─preguntó Rhaenyra, con cautela. Se acercó a su hija y la rodeó con un brazo.

─ No lo sé. Los Verdes deben tenerlo, mi reina.

Adamm muerto. Aemond capturado por el enemigo. Maela no se podía permitir desmoronarse.

─ Hay que reunir al consejo ─dijo a su madre, separándose de ella─ Debemos atacar la capital lo antes posible.

Rhaenyra asintió, pero en el fondo sabía que no podría cumplir con las exigencias de su hija. Su Mano, Lord Cregan, tenía otros planes, los cuales no incluían atacar la capital en las próximas semanas. Aunque la muerte de Adamm, Tom Flores, la pérdida de Antigua y la captura de Aemond, cambiaban las cosas.

En cuestión de minutos, el salón estaba abarrotado de gente, y los miembros del Consejo Privado de la reina se reunían al rededor de la Mesa Pintada. Rhaenyra y Maela ocupaban una punta, mientras que Lord Cregan las observaba desde el otro extremo. Ambas mujeres vestían aún sus ropas de dormir, y no parecían dispuestas a perder tiempo en arreglarse. El asunto debía solucionarse de inmediato. Todos lo sabían.

─ Lord Ormund Hightower deberá ser declarado un traidor, al igual que el príncipe Daeron ─sentenció Lord Celtigar─ Se les ha dado la oportunidad de rendirse y servir a la legítima reina y se han burlado de nosotros. No podemos permitirlo.

─ No es momento de declarar traidores, mi lord ─le dijo Maela─ Cuando ganemos la guerra, tendremos tiempo suficiente para hacerlo. Ahora, debemos concentrarnos en recuperar al príncipe Aemond.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora