DOCE

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Maela se arrodilló frente a Otto Hightower, quien ocupaba el trono en nombre de su nieto. Creía que seguro Aegon estaba demasiado borracho como para sentarse en él. En la sala, también se hallaban otros lores y ladies quienes, en el pasado, habían jurado lealtad a Rhaenyra. Solo dos personas se negaron a arrodillarse. La princesa no era una de ellas.

A su lado, se encontraba Lord Caswell. El hombre la miró y le sonrió. Tenía buenos recuerdos de él. Siempre estaba dispuesto a ayudar a su madre, a aconsejarla. Se notaba que la situación era difícil para él, así como también para ella.

─ Princesa Maela Velaryon, de un paso al frente, por favor.

Maela se puso de pie y avanzó hacia el trono. Otto la analizaba, serio.

─ ¿Jura su lealtad a la Casa Targaryen y a su legítimo rey, Aegon Targaryen, segundo de su nombre?

Se llevó una mano a su cuello, donde antes reposaba su collar. Se lo había quitado, avergonzada de llevarlo con ella sabiendo lo que estaba haciendo. Tomó aire y pronunció las palabras que cambiarían su vida.

─ Lo juro─ dijo, fuerte y claro.

La reina Alicent se acercó y la abrazó. Le dijo que estaba orgullosa de ella por respetar el último deseo del rey Viserys.

─ Si mi abuelo así lo quiso, yo no soy nadie para oponerme a sus voluntades. Después de todo, fue un gran rey y espero que reciba una despedida adecuada.

Eso último era un reclamo. Maela había escuchado sobre planes de coronación, pero no sobre un funeral. Esperaba que los verdes no dejaran el cuerpo de Viserys pudriéndose mientras ellos coronaban a un mujeriego alcohólico como legítimo rey. Pero como había dicho antes, ella no era nadie. Bien claro se lo habían dejado.

La reina la observó por unos segundos y luego forzó una sonrisa.

─ Mi hijo es un hombre afortunado─ dijo, finalmente.

─ La afortunda soy yo, Su Majestad.

Se retiró nuevamente a sus aposentos, en donde vomitó. Le daba asco traicionar a su propia sangre de una manera tan descarada. Se miraba al espejo y odiaba lo que veía. Enfundada en un vestido verde, el único en todo su guardarropa. Prefirió no pensar en que diría su madre si la viera. Seguramente jamás la perdonaría. Pero ella creía firmemente en que los dioses actuarían y, que pronto, todo Poniente vería a su legítima reina, Rhaenyra Targaryen, sentada en el trono de hierro. Maela se aseguraría de ello.

En la noche, Aemond y ella cenaron en sus aposentos, guardando silencio. Maela apenas probó bocado, asegurando a su esposo que estaba demasiado ansiosa como para comer. Aemond le creyó, aunque sospechaba que algo no estaba bien con ella.

─ Mañana será un gran día ─comentó Maela, antes de que se retiraran a la cama. Aemond coincidió con ella. Sería un día interesante, de eso no cabían dudas.

La coronación se llevó a cabo en Pozo Dragón. La familia real fue llavada en carruaje hasta el lugar. Helaena lucía triste, a pesar de pronto sería coronada como reina. Aemond intentó reconfortarla, pero la joven parecía distante, perdida en sus pensamientos.

─ Tranquilo─ le susurró Maela ─ Han pasado muchas cosas en tan solo un día. Le llevará un tiempo procesarlo todo.

Aemond sonrió levemente a su esposa. Esperaba que estuviera en lo cierto.

La multitud se reunía alrededor de Pozo Dragón, todos expectantes por ver al nuevo rey hacer su aparición. Los jovenes príncipes fueron conducidos hacia el escenario, donde se llevaría a cabo la coronación. La reina Alicent aparició poco después, vistiendo verde, como de costumbre.

─ En este día, haremos historia ─dijo la reina a su padre, Otto. El hombre sonrió, orgulloso.

─ Así es.

Las trompetas empezaron a sonar, llamando la atención de todos los presentes. Al menos cincuenta caballeros se hicieron paso entre la gente y, tras un grito de orden, levantaron sus espadas. La gente vitoreó y aplaudió cuando Aegon apareció. Vestía todo de negro, excepto poe el emblema de los Targaryen en su pecho, de color dorado. El nuevo rey se hizo paso entre los caballeros y arribó al escenario. Se paró frente al septón, de espaldas a la audiencia.

─ Que el guerrero le de coraje, el herrero le de fuerza a su espada y escudo, que el padre lo defienda cuando lo necesite, y que la corona se alce sobre él, guiando su camino a la sabiduría.

Aegon se arrodilló frente a Criston Cole, quien colocó la corona de rubíes que alguna vez perteneció al Conquistador, sobre la cabeza del joven. Aegon se levantó, siendo un nuevo hombre. Miró a cada uno de los miembros de su familia, esperando un gesto de respeto. Maela hizo una reverencia, dejando satisfecho al rey.

─Admiren a su majestad ─gritó el septón─ Aegon, el segundo de su nombre, rey de los Andalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres. Lord de los Siete Reinos, y Protector del Reino.

Campanas comenzaron a sonar, acompañadas de los aplusos de las personas presentes. Aegon volteó hacia su pueblo, observándolos. Desvainó su espada, FuegoOscuro, y la levantó al cielo, despertando aún más gritos de celebración. Maela creyó que se trataba de un sueño. Jamás en su vida había imaginado que el joven se convertiría en rey, ni el mismo Aegon lo creía. Parecía disfrutar su momento hasta que, de pronto, la tierra se sacudió y, entre una nube de polvo y los gritos desesperados del pueblo, un dragón surgió del suelo. Maela quedó boquiabierta al ver a su abuela, la Princesa Rhaenys, a lomos de Meleys. Vestía una armadura y, en ese momento, todos los presentes temieron por sus vidas, menos Maela.


Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora