VEINTIDOS

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Una noche, mientras dormía, sintió un ruido de llaves. Al abrir los ojos, se encontró con Ser Arryk, intentando abrir su celda. Maela se incorporó, aún medio dormida, y miró extrañada al caballero.

─ ¿Qué hace? ─inquirió. Pero, al verlo con más atención, se dio cuenta que no se trataba del hombre que ella creía que era, si no de su hermano gemelo. ─ ¿Ser Erryk? ¿Qué hace usted aquí?

El hombre sonrió, al mismo tiempo que logró abrir la puerta de la celda.

─ Vine a sacarla de aquí, princesa.

Maela sintió que podría desmayarse ahí mismo, pero permaneció fuerte. El caballero le entregó una capa, para que pudiera esconder su apariencia. Luego la tomó de la mano y la sacó de las mazmorras. Se encontraron con un guardia muerto en la entrada y dos hombres extraños.

─ ¿Quiénes son ellos? ─preguntó la jóven.

─ Ellos son Sangre y Queso, princesa.

Los hombres inclinaron su cabeza. Maela los miraba con recelo, sin poder confiar plenamente en ellos.

─ Su tío Daemon nos contrató para que la ayudemos a salir de aquí ─dijo uno de ellos.

Maela miró a Ser Erryk, quien asintió, coincidiendo con el hombre.

─ Debemos apresurarnos ─dijo el otro hombre.

Se pusieron en marcha rápidamente. Maela seguía a Ser Erryk de cerca. Uno de los hombres, Sangre, creía Maela que se llamaba, abrió la puerta de uno de los pasadizos secretos que llevaban a las afueras del castillo. Ella se metió detrás de los dos hombres, dejando a Ser Erryk atrás. De pronto, se escuchó un grito, y el caballero desenfundó su espada. Maela quiso detenerse, pero Sangre tiraba de ella.

─ ¿Qué crees que haces, hermano?

Se trataba de Ser Arryk, que estaba llevando un plato de comida a la princesa cuando vio al guardia muerto y a los tres hombres llevándose a la joven. Maela volteó, mirando la escena.

─ ¡Saquenla de aquí! ─ordenó a los dos hombres, antes de lanzarse contra su hermano gemelo con su espada en alto.

Maela no supo que sucedió después, ya que se perdieron por el pasadizo, dejando atrás al caballero. Pero los ruidos de las espadas chocando se escucharon hasta poco antes de que Sangre y Queso la condujeran al exterior, en donde la princesa respiró aire fresco luego de una semana encerrada en los calabozos.

─ Por aquí, princesa ─le dijo Sangre, tirando de ella.

─ ¿A dónde me llevan?

─ A Pozo Dragón ─respondió Queso─ Su bestia dorada la espera.

Veraxes. Maela no podía recordar la última vez que había visto a su dragón. Le habían prohibido visitarlo luego de que Aegon fue coronado. Meleys había destruido una parte de Pozo Dragón ese día, y la mayoría de los dragones, especialmente los más grandes, habían sido llevados a las afueras. Veraxes se encontraba allí cuando llegaron. Soltó un fuerte rugido al ver a su jinete. Ella se acercó lentamente hacia él, acariciando su lomo.

Lykiri, Veraxes ─le dijo, fuerte y claro.

Subió encima de él con cuidado. Sus piernas estaban débiles y, además, temía que Veraxes no la reconociera, ya que llevaba mucho tiempo sin montarlo. Pero el dragón reaccionó bien a ella.

Sangre y Queso observaron a la princesa montar a lomos de su dragón. Una vez que ella se acomodó bien, miró a los hombres.

─ Muchas gracias ─les dijo ─ Espero que Daemon haya sido generosos con ustedes.

─ No se preocupe, princesa. Debíamos unos favores al Príncipe Canalla ─dijo Queso.

─ Dígale que ya estamos a mano ─agregó Sangre. Ella asintió.

Sin perder más tiempo, Maela ordenó a Veraxes que emprendiera vuelo. Rápidamente, su dragón empezó a batir sus alas y ascendió. Sin saber muy bien a donde dirigirse, la joven simplemente disfrutó del aire fresco en su rostro y la sensación de libertad apoderándose nuevamente de ella. Por fin, podría irse lejos de aquella ciudad maldita. Lejos de Alicent y Otto Hightower. Lejos de las garras de Aegon. Si alguna vez regresaba, sería para ver a su madre ocupando el trono que le pertenecía.

En Rocadragón, el príncipe Jacaerys leía bajo la luz de una vela, cuando un guardia entró corriendo al salón.

─ Mi príncipe, un dragón desconocido se acerca ─le dijo. Jacaerys asintió, y salió corriendo detrás de él, hacia las afueras del castillo.

A lo lejos, pudo divisar un dragón de tamaño mediano acercarse al castillo, a toda velocidad.

─ Que los arqueros se preparen para disparar ─ordenó al hombre. Este asintió.

Esperó a que el dragón estuviera sobrevolando el castillo para dar las órdenes de disparar pero, unos gritos provenientes de las alturas le llamaron la atención.

La voz se oía apenas como un susurro, pero Jace fue capaz de reconocerla. Maela. Miró con atención hacia arriba, logrando dividar una melena blanca sobre la montura del dragón. Hizo una seña a los hombres para que bajaran los arcos.

Veraxes aterrizó a escasos metros de ellos, levantando una nube de tierra a su paso. Jace se mantuvo quieto, con una mano en la funda de su espada, dispuesto a sacarla de ser necesario. Pero no lo fue. Maela bajó del dragón hecha un desastre, y corrió directo a los brazos de su hermano.

─ Maela, eres tú ─susurró cerca de su oído, sin poder creerlo. La joven rió entre lágrimas. Al separarse, tomó el rostro de Jacaerys entre sus manos y lo acarició.  

─ He vuelto a casa ─ le dijo, sonriendo.

El joven la tomó de la mano y la condujo hacia el interior del castillo. Era de noche, así que casi nadie rondaba.

─ Despierten a la reina. Diganle que debe venir de inmediato ─dijo a una de las doncellas.

Maela tomó asiento, y su hermano le alcanzó una copa con agua para que bebiera. Se sentía agotada, su cuerpo parecía no resistir más. Pero estar cerca de su familia, la llenaba de energía y felicidad. Jace observaba a su hermana, sin poder creer lo que sus ojos veían. Ella reparó en el librio que había sobre la mesa.

─ ¿Qué leías a estas horas? ─le preguntó.

─ Un libro en alto valyrio sobre la Conquista de Aegon y sus hermanas ─le respondió.

─ Recuerdo haberlo leído ─ comentó Maela. ─ Ñuhor lir gurenna, dijo Aegon a sus hermanas. Y luego montó a lomos de Balerion y conquistó los Siete Reinos.

─ Así fue ─dijo una voz femenina. Maela giró su cabeza, encontrándose con su madre. Rhaenyra la miraba con lágrimas en los ojos, sin poder creer que su niña estuviera allí con ella. La princesa rápidamente se levantó de la silla y corrió hacia su madre, quien la recibió con los brazos abiertos.

─ Madre ─susurró─ No sabes cuánto lamento todo.

─ Tranquila, Maela ─acarició su espalda─ Ya estás en casa.

Apenas se separaron, Maela se arrodilló frente a su madre y pronunció las mismas palabras que había dicho tiempos atrás, pero esta vez dirigidas hacia la persona correcta.

─ Juro mi lealtad a Rhaenyra Targaryen, primera de su nombre. Reina de los Andalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres. Señora de los Siete Reinos y Protectora del Reino.

─ De pie, princesa ─exclamó su madre. Y Maela se levantó, sintiéndose una persona totalmente distinta.

.....

Lykiri: tranquilo

Ñuhor lir gurenna: tomaré lo que es mío.

Traicion de Sangre || HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora